15. Julian no está, Julian se fue.

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El humo me invadió, las caras desconocidas me acosaron y tuve medio de todo. Es que todo era un remolino eterno de colores y ruidos, me sentí tan asustada que comencé a llorar. Me quedé en el suelo, agachada, sollozando como una niña hasta que alguien se acercó. Creí que era Julian, por un momento pensé que era él y cuando levanté la mirada llena de emoción, encontré a un chico que nada tenía que ver.

—¿Estás bien? —me preguntó totalmente confundido. Parecía la única cara amigable de ese lugar horrible, por lo que asentí asustada—. Estás muy borracha, vení, vamos a sacarte de acá.

Por un momento no me importó adonde me llevaba. Shirley se había perdido en el corso de Lincoln y no quería volver a ser encontrada.



—¿Cómo dijiste que te llamabas?

—Shirley —le dije nuevamente al desconocido mientras tomaba de una botella de agua. Lo escuché reír, asintiendo mientras me observaba con algo de curiosidad—. Vos me dijiste que te llamabas Hernán.

Él terminó riéndose, porque parecía una conversación de locos. Hernán me había sacado del caos para llevarme a una cafetería, en la que había estado cuando llegué a Lincoln, y me contaba desinteresadamente que su mamá era la dueña. No estaba tan mal, pero no era mi tipo. Grandote, con un aire de chico malo y el cabello castaño, no se parecía en nada a mi Julian. Aunque me reprendí sin poder evitarlo porque no podía ir comparando a todos con el personaje de una novela.

—¡Shirley! ¡Al fin te encontramos! —exclamó Giselle apareciendo con el teléfono en manos. María José y Yanina venían atrás con la misma cara de preocupación. La primera observó a Hernán, casi queriendo abrazarlo en ese mismo momento—. Gracias, Hernán, la perdimos y estábamos preocupadas.

—No hay problema, me imaginé que no estaba bien. Parecía tener un ataque de pánico o algo así. Aunque ahora creo que estaba muy borracha y el lugar la abrumó —le contó como si no estuviera ahí escuchando que yo estaba loca.

—¿Cómo sabías que yo estaba con ellas? —quise saber confusa. Borracha pero no boluda.

—Bueno... las conozco —admitió y me di cuenta que se estaba sonrojando. Después se rio, rascándose un poco la cabeza como si le diera timidez lo que estaba apunto de soltar—. Las vi juntas bailando en las gradas y tenía el teléfono de Giselle...

Yanina empezó a reírse divertida y yo no entendía que pasaba, pero tenía ganas de hacer pis. Quise decirlo mientras me ponía de pie y aunque traté de hacer lo mejor posible, me volví a caer en la silla. María José me ayudó a sentarme firme, mirándome con su expresión de mamá preocupada.

—Tenemos un interesado parece —bromeaba Yanina todavía y yo la observé sin entender de qué hablaba. ¿Quien estaba interesado en quien? ¿Dónde estaba Julian? Maldita sea, me acordé de mi problema principal y me odié por haberme olvidado. Estúpido Hernán—. Yo me estoy por casar.

—Yo divorciada —nos recordó Maria José—. Y con dos nenes.

—No me interesan los hombres —acotó Gisella encogiéndose de hombros como si nada.

—A mi me gusta el personaje de mi libro.

Hernán soltó una carcajada mientras nos observaba, yo estaba cayendo nuevamente en un pozo sin salida.

—Pucha, que ofertón, no sé con cual quedarme.

—Trata de no quedarte con la rota —sollocé de la nada y todas se giraron hacia mi al comprender que me estaba rompiendo otra vez.

El karma de Shirley [YA EN LIBRERIAS]Where stories live. Discover now