L.

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Pasaron varios minutos en los cuales yo miraba el cuerpo en el suelo. Un nuevo muerto a mi lista de fracasos. Trague saliva y chasquee mi lengua.

"Nunca te marches sin tu paga. Si el cliente se rehusa, solo llámame."

Para mi mala suerte, el cliente estaba muerto. Estaba en mi conseguir el dinero antes de llamar a Lenuel. Soltando aire con pena, me agacho frente al cadáver y empiezo a inspeccionarlo.

Tenía que conseguir al menos 600 dólares para poder marcharme.

— Empiezo a creer que no pensabas pagarme, grandulon— murmuro después de revisar sus bolsillos. Suelto aire exasperada y recargo mis brazos de mis rodillas, aun mirando al hombre sin nombre.

Me pongo de pie sin ganas y paso sobre el cuerpo, mis tacones chocando sin hacer ruido contra el suelo alfombrado. ¿Dónde podría guardar el dinero este tipo?

Era una habitación rentada pequeña, tenía un escritorio, un sofá y un armario. Por lo que solo tenía tres opciones restantes. Pensé por unos momentos antes de dirigirme al escritorio. Abrí cada cajón, busque bajo las pilas de papeles y hasta busque espacios secretos. Pero nada, aquel pedazo barato de madera tenía menos dinero del que valía. Con suerte encontré unas monedas, pero eso solo me ganaría una burla de mis compañeras y un golpe de Lenuel.

Bufando, sintiendo mi enojo crecer me acerco al armario, abriéndolo bruscamente. Algunas cosas cayeron, unos clips y uno que otro papel suelto que habia por allí.

— Maldición — susurré mientras buscaba entre los papeles, ya sin importarme el desastre que dejaban mis manos ahora desesperadas.

Nada, otra vez.

Solo quedaba el sofa, pero ya en este punto mis esperanzas eran pocas y me empezaba a valer mierda lo que pasaría si me iba sin el dinero. No quería estar un segundo más allí, con un muerto.

Me acerque rápidamente al mueble y con mi manos delgadas rebusque en cada esquina. La idea de ser humillada haciéndose mas real a cada momento. Ya me estaba rindiendo cuando decidí quitar los asientos.

Mis pulmones se llenaron de alivio y sonríe levemente al ver las pilas de dinero ocultas entre la estructura del sofá. Solo con verlo estaba segura que allí habían alrededor de 10,000 dólares.

— Con esto no tendré que trabajar por unas semanas.— murmure alegre, imaginando unos dias sin tener que hacer esto. Sin embargo, eso rápidamente se marcho al recordar que de no trabajar tendría que estar en casa de día a noche, con Lenuel.

Por lo mismo, solo decidí llevarme lo justo. Tome cuatro pilas de 200 dólares y di un par de pasos hacia atrás para asegurarme que el dinero estuviera ahí, y que fuera real.

Pero entonces, cuando ya estaba terminando, la puerta se abrió de golpe y un par de hombres vestidos en traje entraron con armas en las manos. Mi corazón saltó y casi deje caer el dinero. No obstante me quedé en mi lugar, tiesa, viendo como ellos analizaban el cuerpo en el suelo antes de mirarme a mí.

— ¿Lo mataste tu?— pregunto uno de ellos, el del pelo rubio con ojos negros. Lo miré sin responder.

"Si te atrapan, nunca habras la boca. Recuerda tu valor y a quién le debes tu vida."

— De todas maneras hay que llevarla con el jefe.— aporto el bajo, de ojos grises. Lo miré a él tan pronto habló y note su mirar lascivo.

Ah si, aun estaba en lenceria.

— Toma el dinero, yo la llevo al auto— respondió el rubio mientras caminaba hacia mí. Automáticamente hice amago de huir pero lo pensé mejor cuando me apunto con su pistola plateada, directo a la cabeza— te estamos dando el chance de vivir un poco más. Intentas algo y se termina nuestra amabilidad.

Asiento firme y me dejo guiar cuando toma mi brazo y me saca de la habitación. Miro por última vez mi chaqueta antes de salir de la habitación con aquel hombre fornido. Todo estaba en esa chaqueta; mi móvil y el dinero de mis anteriores trabajos junto con una identificación falsa. Dejarla era una mala idea, pero llevarla conmigo era pésima.

Mi mirada esta clavada en los escalones mientras bajo tomada del rubio. Si algo me faltaría ahora, sería caerme. Mojo mis labios y saco el mechon de cabello de mi rostro, dejandolo tras mi oreja. Estaba pensando, pensando en como saldría de esta. Y no podía negarlo, estaba nerviosa.

Mis ojos se clavan en el hombre al cual no le ponía mas de 25 años. Era alto, me pasaba por una cabeza aún cuando tenía tacones puestos. Hombros anchos, un caminar imponente. Este llevaba años en esto, se le notaba a lenguas.

Mis ojos se achican cuando salimos del edificio y llevo una mano a mi rostro para cubrirlos. También había dejado mis gafas de sol. Mis movimientos son torpes debido a mi distracción pero el rubio se asegura de halarme hasta una camioneta negra polarizada que esta cerca.

— Entra— ordena mientras sostiene la puerta para mí. Le hago caso sin rechistar y me deslizo en el asiento terracota.

La puerta se cierra de un golpe y miro por la ventana, esperaba encontrar a Mario, mi chófer. Pero era tonto pensarlo, puesto que el solo aparecía cuando lo llamaba o cuando me tardaba demasiado en reportarme. Demasiado siendo 30 minutos.

Bufo por lo bajo, debí haberlo llamardo tan pronto maté a aquel imbécil.

— ¿De qué parte eres?— preguntó sin respuesta aquel hombre. Esta vez ni siquiera lo miré, puesto que estaba tras suyo. El siendo el conductor.— tendrás que hablar en algún momento.

Mis ojos se clavaron en su nuca y Luego viajaron a su cuello, donde se quedaron estancados. Mi boca se abrio levemente y senti el corazón en mis odios.

Una perra L.

Mierda.

Ahora sí tenía miedo.

De LuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora