En defensa propia.

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Moverse sensual, poseer una mirada depredadora que prometiese un final fantástico y una sonrisa que jurase saber todo lo necesario para complacer hasta al más insensible.

Ese era mi trabajo.

Cierro mis ojos levemente mientras me muevo con la música, sintiéndola hasta lo más profundo de mi alma. Bailar se trataba de eso, sentir la melodía y dejarla moverte como la corriente al pez.

Estiro mi torso hacia la derecha mientras mi mano izquierda acaricia mi abdomen y hace su viaje por mis senos hasta aterrizar en mi cuello. Mi cabeza cae hacia atrás rendida, separo mis piernas  levemente y dejo mis manos sobre mis muslos. Le canto con movimientos la canción que tanto me gustaba. Entonces, justo en el drop de la sensual canción miro al cliente. Nuestros ojos conectan y yo sigo mi baile, separo más mis piernas antes de volver a juntarlas de un golpe y levantarme rápidamente de mi silla. Me poso tras ella y muevo mis caderas al ritmo de la canción, luego mis piernas, de lado a lado, grandes pero lentos pasos que no me llevaban a ningún lado.

Le sonrío entre movimientos, muevo mi cabello rojo libremente, pero con orden.

"Todo el cuerpo es baile, el baile es un arte. Y tú querida, eres la artista."

¿Qué dirias de esto Tía Liz?

Tomo aire cuando la canción vuelve a ser lenta y me voy agachando sin soltar la silla. Acaricio el objeto como si fuese una persona, como si fuera él. Sonrío al ver como el hombre al que le bailo se inclina hacia adelante interesado, recargando sus codos de sus rodillas, mirándome con un hambre boraz. Me analiza y sé lo que esta imaginando, que partes esta mirando.

Ya sabía leer las miradas y adivinar los pensamientos de un hombre. Los años me habían enseñado, Lenuel me había hecho aprender.

Miro al cliente con una sonrisa seductora y doy una vuelta repentina alrededor de la silla vacía. Ante su sorpresa, muerdo mi labio inferior y me encamino hacia el sofa dónde esta sentado. Él sonreía satisfecho mientras sus ojos viajaban por todo mi cuerpo y yo le hacia la tarea fácil al seguir mis movimientos pecaminosos.

"Siempre complace el hambre del cliente."

Cuando estoy ya más cerca de él, me pongo de rodillas con delicadeza y me me dejo caer hacia la derecha, en una posición que liberaba hasta la mas pequeña de mis curvas. Me recuesto en el suelo y arqueo mi espalda, movuendo mis manos hasta mi cabello. Despues vuelvo a mi posición inicial, arrodillada en el suelo y ahora caminando como un animal hacia el pelinegro. En todo momento me aseguro de mover mi trasero, de mirarlo entre mis pestañas y mover mis caderas al son lento de la música. Pero también, me aseguro de lucir desesperada por él, como si en realidad le deseara.

"Hazle creer que te tiene a sus pies, como si el fuera el centro del universo."

Sonrío cuando la música esta cerca de acabarse y me pongo de rodillas una vez más antes de encararlo de nuevo. Los últimos movimientos son repetitivos, tocarme, abrir y cerrar mis piernas, mover mi cabello y sonrierle coqueta. Hipnotizarlo con mis movimientos y hacer valer cada minuto. El sudor empieza a crear una capa fina el mi piel, pero no paro hasta que lo hace la música.

Entonces cuándo finalmente suena la ultima nota, yo dejo mi baile. Por completo, en seco me levanto del suelo y hago mi camino de vuelta a la puerta de la habitación. Por donde había entrado media hora antes.

"Y cuando termines, vete como si nunca lo hubieras visto."

— Espera— me llama aquel hombre, lo miro sobre mi hombro y espero unos segundos por lo que tenga que decir— ¿Cuanto cobras por hora? Ya sabes, servicios extras.

— No doy esos servicios, Señor.— respondo con una voz suave casi robótica.

— Seguramente tienes un precio, lo que sea, te pagare el triple de lo que vale el baile.— niego de inmediato con amabilidad y miro mi chaqueta colgada junto a la puerta, luego el reloj.

Sino me marcho ahora, llegaré tarde al siguiente.

— No doy esos servicios, Señor. Pero puedo encontrarle alguna de mis compañeras que sí.— le digo buscando una salida a este problema tan común.

— ¡Te quiero a ti! — grita, levantándose de su lugar de un golpe y caminando hacia mí. Me quedo totalmente quieta en mi lugar y tomo aire.

¿Por qué no lo entendían?

— No es posible, Señor. Si quiere más especificaciones le recomiendo que llame a mi Jefa. Ella le dará todas las explicaciones que desee.— me giro de nuevo hacia la puerta, pero mis ojos viajan solos a la navaja que había sobre la cómoda.

El arma estaba acostada junto a pequeñas líneas de nieve. No me sorprendia en lo absoluto, ya era normal ver aquello para mí. Esto solo dejaba claro que aquél hombre no estaba en su sana mente y yo ahora estaba metida en problemas. Chasqueo la lengua y miro el reloj.

4:33pm.

— ¡Estúpida puta de- — fue tan rápido, tan automático que no note el intervalo de tiempo en el que mi mano se había estirado hacia la navaja y luego había cortado el cuello del ex-cliente. No lo hubiera notado sino fuera por las gotas de sangre que ahora dañaban mi maquillaje.

La mano que se había cerrado en mi cuello con fuerza se debilitó y cayó con él al suelo. Yo lo miré a cada segundo, observando la vida abandonar sus ojos lentamente. Sin sentir culpa, sin sentir nada más que el latido rápido de mi pecho y la adrenalina hacer efecto.

"Pero nunca, jamás, te dejes tocar por ninguno... eres mía La Seine."


Coming soon...

De LuqueWhere stories live. Discover now