—Me invitaron a un evento en la costa Argentina. Es verano y sale bastante barato, así que decidí venir. Luego investigué en donde estabas y viajé hasta aquí. Tienes que dejar de poner tu ubicación en las publicaciones de instagram —me comentó como quien no quiere la cosa, dejándome sin aire al saber que fácil de encontrar podía llegar a ser—. En este pueblo son todos muy amables y al instante me dijeron en donde vivía Shirley. Aunque muy pocos hablan inglés...

—Es una ciudad.

—Me da igual, parece un pueblito —comentó burlándose un poco del lugar en el que estaban—. No tienen un starbucks. ¿Cómo no van a tener un Starbucks? Y el único gimnasio Pokemon es el parque, tienen que mejorar.

Suspiré. ¿Cuando le podía pegar? Aunque me causo gracia pensar que tal vez Milton estaba buscando bichos con su teléfono en una ciudad demasiado pequeña al lado de Nueva York. Definitivamente el Central Park no se parecía en nada al parque de Lincoln, pero estaba lindo también.

Me reí un poco al darme cuenta que estaba defendiendo a la ciudad que decía odiar. Se notaba que estaba cambiando mucho mi manera de ser y también tenía que admitir que no me molestaba. Me gustaba, me empezaba a sentir cómoda en ese lugar lo quisiera o no. Milton no iba a lograr quitarme ese sentimiento, estaba comenzando a creer que era mi casa. Mi hogar.

—¿Eso es todo entonces?

—No... bueno, quería invitarte a venir conmigo al evento —dijo finalmente y chasqueé la lengua, dándome cuenta que algo estaba buscando—. Siempre te he dicho que juntos somos imparables, que necesitamos estar juntos para lograr cosas increíbles. No me di cuenta hasta que te perdí y me di cuenta que estaba estancado sin ti.

—Milton, estás estancado porque has dado una imagen de escritor diverso y ahora que sales con modelos no te prestan atención tus colegas —solté fastidiosa de tener que escuchar esas tonterías de su parte. Resoplé, odiaba en ese momento la tontería que estábamos viviendo—. ¿Te han preguntado por mi, no? Ese es el problema.

—Mi publicista y editora quieren que escribamos una novela juntos.

Me reí, sin poder evitarlo porque no podía creer que aquello fuera real. Por supuesto, él estaba ahí porque necesitaba algo lo suficientemente importante como para viajar hasta Buenos Aires para decirmelo. No podía creerlo. Lo observé, preguntándome que había visto en ese delgaducho que no tenía un pelo de inteligente en mi visión. Seguramente la posibilidad de algo nuevo.

—Dice que sería una gran oportunidad para ambos. Yo soy el típico americano inteligente y tu la latina en busca de una oportunidad. En las fotos saldríamos bien, estoy dándote la oportunidad de darle a tu gente reconocimiento.

Me indigné, porque ya no tenía ningún sentido lo que estaba diciendo. Tal vez para mi no era terrible ser latina en América, pero para otras personas sí lo era. Había vivido lo suficiente para comprender cuando no les gustaba demostrarlo, como se negaban a hablar en español y la cantidad de humillación que sufrían. Lo que él quería es que yo fuera parte de ese sistema. No, no, señorcito.

—Vete, Milton. No eres más que un blanco idiota que no sabe de lo que habla. ¿Quieres una latina? Conquistala de verdad y no le cuentes mentiras —empecé mientras le tomaba el brazo para obligarlo a ponerse de pie. Obviamente comenzó a quejarse como el debilucho que era. Dudaba que alguna mujer le prestara atención, solo una idiota como yo había creído que él era lo mejor que me había pasado. Sí, lo mejor de mi infierno.

Lo empujé y finalmente salió de mi casa quejándose y soltando palabrotas en inglés. Me dijo negra y hasta gorda, pero yo solamente le respondí:

—Y con mucha honra, idiota.

Mi vida estaba muy cerca de volverse una novela mexicana. Thalia temblaba.

El karma de Shirley [YA EN LIBRERIAS]Where stories live. Discover now