O bueno, la mayoría.

De ahora en adelante debía de estar más pendiente con los estudiantes, ver si alguno de ellos mostraba algún síntoma, porque, aunque en su cabeza no cabía que alguno de ellos fuese capaz de padecer Hanahaki, tenía que recordarse que si pasó con Draco, podía pasar con cualquiera.

Sin embargo, le aliviaba saber que aquel requisito que se necesitaba para portar la enfermedad, muy pocos lo podían cumplir.

Snape guardó la carta y se dispuso a salir de su despacho, siempre con la cabeza puesta en quién podría ser el próximo desafortunado.

...o desafortunada.

» Pese a todo, hay una cosa que siempre ha caracterizado al Hanahaki aunque se diga que no esté relacionado, y es que aparece solo en personas destinadas a amar a un único individuo durante toda su vida.

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Draco conjuró un tempus que le indicó estar cerca de la media noche, por lo que decidió empezar a alistarse para salir de las mazmorras. Se había cambiado de camisa pese a que Potter se había encargado de eliminar las manchas de sangre, no se sentía a gusto portando esa prenda arrugada y con los botones casi sueltos producto del horrible espectáculo que protagonizó hace un par de horas. Se vistió con un buso negro con cuello de tortuga que creyó le ayudaría aún más a ocultarse entre las sombras por si Filch o algún maestro rondaba cerca a esas horas, además, y aunque no quisiera admitirlo, aquel buzo, en conjunto con una bufanda y un par de guantes, lo protegía bastante del clima invernal que predominaba en Hogwarts esa noche.
No se consideraba a sí mismo una persona sensible al frío, en realidad podría decirse que al habitar las mazmorras ya se había acostumbrado a las bajas temperaturas, pero desde que empezaron los indicios de agua nieve su cuerpo empezó a captar el clima helado con mucha más notoriedad que en veces anteriores, su cuerpo inclusive tiritaba si permanecía mucho tiempo sin los hechizos de calefacción, y cada que respiraba sentía como si en sus pulmones se colaran partículas de nieve que enfriaban su cuerpo y sobre todo su sistema respiratorio; como haber ingerido una pastilla de menta y luego beber agua helada.

Cuando ya se sintió preparado, salió del cuarto y caminó hacia la pared de la sala común, pero antes de salir repasó los lugares a los que podría estarse dirigiendo, después de todo Potter le había dicho que donde sea que estuviese él le encontraría, por lo que quiso probar la veracidad de sus palabras y se encaminó hacia el puerto subterráneo, donde se almacenaban los botes que traían a los de primer año, no era un lugar muy concurrido y tampoco le quedaba tan lejos aunque la cantidad de gradas que tenía fuese absurda.

A decir verdad, le intrigaba mucho saber cómo es que Potter era capaz de adivinar dónde y a qué hora saldría de las mazmorras, él dijo no estarle espiando, pero ¿de qué otra forma sería posible ubicarlo? estaba seguro de que no había ningún hechizo de rastreo rodeándolo o algo parecido, por lo que podía descartar esa posibilidad ¿Sería tal vez alguna especie de bola mágica que le mostrase cuándo y dónde haría las cosas? si era así Potter habría llegado a un nivel de adivinación muy superior al de Trelawney (si es que aquella mujer tenía alguno).

Sin embargo, aquella posibilidad, pese a ser la más lógica, también era poco probable puesto que ni los más grandes magos se han acercado siquiera a desarrollar un artículo semejante.

Era tan poco probable como sobrevivir a una maldición asesina.

Y ya que estamos, era igual de improbable que ser portador de una enfermedad que te obliga a toser flores producto de un amor no correspondido, siendo esta tan escasa que ni los más grandes medimagos tienen registro o conocimiento alguno de su existencia.

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