Capítulo uno: La primera de todas (2ª parte)

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Quise esperar a que Marta me llamara, dándole el tiempo que mi madre me había convencido que necesitaba, pero no pude resistirme a volver a intentarlo al día siguiente. Para mi sorpresa descolgaron, aunque nadie habló al otro lado.

— ¿Marta?

— ¿Quién? —una voz masculina respondió, dejándome paralizada.

— Eh, disculpe, debo haberme equivocado —corrí a colgar rápidamente, muerta de la vergüenza—. Juraría que he marcado bien —dije para mis adentros.

Volví a teclear el nombre de mi pareja en la agenda un par de minutos después, esta vez comprobando dos veces que todo estaba en orden para darle al botón de llamada. Un toque, dos, tres...

— ¡Hola, gordi! —esta vez su voz cálida me recibió enérgica.

— Ay, estaba empezando a pensar que te habían robado el móvil o algo, qué susto —me tranquilicé cuando noté su risa por el altavoz del teléfono.

— No, no, tranquila. Estaba ocupada y cogió un amigo el teléfono, perdona. Es que entre ellos no me llaman por mi nombre, me apodaron por May y así se ha quedado.

— ¿May? —me sorprendió conocer esa faceta nueva.

— Sí —otra vez su risa calmando todos mis nervios—. Perdóname por no responderte, en serio. Me quedé sin batería, me olvidé de que existía y para cuando volví a coger el móvil estábamos de camino ya a Alicante.

— La verdad es que casi me creo lo de que te habías ido a otro país huyendo de mí.

— Sí, si ese era mi plan inicial, luego les hablé a esta gente sobre ti y casi me arrastran a tu casa a la fuerza.

— Eres más tonta...

— ¿Quieres que me pase a por ti?

— ¿Quieres verme?

— Salte al portal, anda.

Colgó antes de que pudiera replicarle, así que haciéndole caso salí escopetada de casa bajando a toda prisa las escaleras. Debería empezar a asumir que quizá aquello no era lo mío después de por segunda vez estar a punto de no contarlo. Sin embargo, cuando la vi apoyada en una de las columnas del pasaje en el que se encontraba mi portal todo se me olvidó, creo incluso que hasta respirar. Estaba guapísima, había adquirido un moreno muy tenue, aunque tenía tanto la nariz como los mofletes sonrosados, probablemente por haber olvidado echarse protector solar. Su sonrisa se amplió hasta ocupar gran parte de su cara, provocando la misma reacción en mí y en cuanto abrí la puerta para salir corrió a envolverme en sus brazos sin dejar de hacerlo. Volvía a sentirme en casa.

— Te he echado de menos, peque —susurró en mi oído antes de separarse levemente y mirarme a los ojos.

— Y yo a ti, más de lo que imaginas —una carcajada se abrió paso en su garganta, generando en mí un sentimiento de pertenencia infinito, hubiera dado lo que fuera para retener aquel sonido en mi cabeza toda la vida.

Se acercó lo suficiente como para dejar varios besos en mi boca mientras con una destreza absoluta cogía mis llaves del bolsillo del pantalón sin que me diera cuenta antes de que la tuviera abriendo el portal que nos separaba del ascenso hasta mi piso. Pasamos la tarde juntas, le presenté a mi madre cuando después de comer llegó a casa y nos encontró abrazadas en el sofá, le conté todo lo que había pasado con Paula y me contó que tampoco reaccionó diferente cuando ella le habló de lo que ocurría entre nosotras, diciéndonos lo mismo a ambas, pero cambiando los nombres. Menuda hipocresía.

— Es que qué rabia me da, de verdad —comencé.

— Bueno, no te sulfures. En realidad, ya me lo veía venir.

Crónicas de un yo pasado, tú presente y nuestro futuro.Where stories live. Discover now