CAPÍTULO 7

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A pesar de que mi amor fuese más que merecedor de todo el amor de Lord Byron a Dios le gusta poner a prueba las cosas. Y fue por eso mismo que una fatídica mañana esa endemoniada Claire anunció que estaba en cinta. Hasta ahí todo estaba bien y tenía sentido, incluso se me hacía cómica la situación ya que eso significaba que su estatus social caería en picado nada más naciera su hijo bastardo. Parecía que por primera vez desde su llegada la vida me sonreía.

Pero estaba equivocada. ¡Oh, pobre de mí! ¡Oh, cuán equivocada estaba!

Toda alegría que pudiera haber nacido en lo recóndito de mi corazón se esfumó en cuanto exclamó que el padre era ni más ni menos que mi querido George. ¡¿Cómo osaba aquella furcia a llevar en su interior a un vástago de mi amado?! Por desgracia no pude expresar mis sentimientos, gritarle ni maldecirle puesto que me desmaye al instante. Mi pobre corazón no pudo soportar la nefasta noticia.

Al despertarme me encontraba tumbada en mi alcoba. Abrí los ojos lentamente y pude ver ante mi a dos hombres: Polidori y Byron. Sonreí de manera automática al ver aquel apuesto rostro que no cesaba de robarme suspiros, mas al recordar la funesta revelación que había hecho Claire la sustituí por un ceño fruncido. Cegada por mi indignación trate de ponerme de pie con intención de dejar la estancia ya que no estaba dispuesta a estar cerca del hombre al que creía que dotaría con un primogénito. Pero no, la condenada Claire Clairmont tuvo el descaro de quitarme ese honor y eso me hacía sentir profundamente dolida e insultada.

A pesar de mis esfuerzos por alejarme de aquel lugar un mareo me impidió avanzar haciendo que cayera al suelo. Cerré los ojos con fuerza y espere al impacto, pero en lugar de un golpe contra el suelo lo que sentí fueron unos fuertes brazos rodeándome con dulzura.

-No deberías salir de la cama ni hacer movimientos tan bruscos. -Me reprendió Polidori al tiempo que Lord Byron me levantaba en volandas para después dejarme sentada en mi cama.

-¡Suéltame! ¡Déjame en paz! Quiero estar sola, marcharme de aquí, ¡Desaparecer de la faz de la tierra! No soporto estar bajo vuestro mismo techo. -Rompí en llanto y no pude continuar hablando. El vampiro en lugar de hacerme caso le dijo a Polidori que se marchara y se sentó a mí. Mi mirada estaba clavada en el suelo y las lágrimas bajaban una tras otra cual gotas de lluvia.

-Mirame. -Demandó en un tono suave y autoritario. Mi mirada no cambió de dirección.- Mirame. -Esta vez elevó el volumen de sus palabras pero yo seguía sintiéndome una rebelde sin causa y no le hice caso- ¡He dicho que me mires! -Agarró mi barbilla con una masculina brusquedad dejando su rostro en el centro de mi campo de visión.- ¿Qué te ocurre? -Se notaba la preocupación y la confusión en su voz. Lo primero me enternecía y lo segundo me enfurecía. ¿Dejaba embarazada a aquella ramera y después se preguntaba el porqué de mi enfado?

- No finjas que no lo sabes, conoces de sobra la naturaleza de mis sentimientos hacia tí.

-Así que es eso. ¿Estás enfadada por el embarazo de Claire? No, no respondas, por la cara que estás poniendo puedo adivinar la respuesta. Oh, pobre ingenua mía. Soy un vampiro, ¿Acaso crees que una simple mortal puede cargar con mi descendencia?

-No lo entiendo... Pero... ¿Entonces quién es el padre? -Pregunté dubitativa

-¿Quién va a ser? ¡Percy Shelley! Pero esa es una información que debe mantenerse en secreto, de lo contrario quien sabe de lo que Mary sería capaz. Esa pobre mujer está gravemente trastocada y podría cometer algún delito fatal.

Tras aquella breve conversación ambos nos quedamos en silencio durante un largo rato. Me sentía aliviada de que el padre no fuera Lord Byron, pero sentía lástima por Mary. Había demostrado ser una buena mujer y amaba con pasión a Percy, no se merecía aquella traición por parte de él. Aunque, ¿Qué más podría esperarse de ese amorío? Él decía amarla, mas no estaban casados. Si una mujer no se une en sagrado matrimonio con un hombre no hay forma de afianzar la relación y ellos no podían casarse hasta que la mujer de Percy muriera. En fin, por suerte yo jamás tendré que preocuparme de los problemas que tiene el fugarse junto a un hombre casado.

Tras aquel largo silencio George acabó por levantarse de la cama y despedirse de mi con un beso. Al mirar la hora que marcaba el reloj de la pared pude comprobar que era la hora de su cena, lo que quería decir que en una hora tendría que acudir a su alcoba para limpiar las salpicaduras de sangre que se produjeran en el proceso.

En el rato durante el cual estuve a solas en mi habitación a la espera de que mi amado se terminara la cena estuve pensando en que tal vez debería hacer algo por Mary. Me daba cargo de conciencia el saber que estaba siendo engañada por todos a su alrededor ya que soy una firme creyente de que si alguien sufre cualquier clase de traición está en todo su derecho de vengarse y al ocultarle a Mary la traición en sí también le estábamos privando de la oportunidad de cobrar venganza (lo cual ella haría sin duda si estuviera al corriente de lo que estaba ocurriendo). Al final tomé la decisión de robar un par de las infinitas botellas de bebidas alcohólicas que tenía Percy Shelley e irme junto a Mary a alguna parte del bosque que había detrás de la mansión en la cual nos hospedábamos para pillarnos una buena cogorza y ahogar nuestras penas.

Y eso mismo fue lo que hice al día siguiente en cuanto dieron las cinco. Sustituí la hora del té por la hora del alcohol.

En menos de lo que había imaginado Mary y yo ya nos habíamos terminado la primera botella e íbamos borrachas como cubas. Ambas llorábamos en el hombro de la otra y gritabamos groserías que no mencionaré por respeto a quien lo esté leyendo. Dejamos escapar todas nuestras frustraciones hasta quedarnos casi sin voz. Las dos nos sentíamos dolidas por no ser las únicas a las que sus amados miraban con ojos lascivos, queríamos casarnos y pasar el resto de nuestras vidas a su lado, sin que nadie se interpusiera en nuestra relación. Nos contamos nuestras inseguridades, nos confiamos secretos y nos mostramos vulnerables la una con la otra. Fue una experiencia maravillosa que casi rozaba lo espiritual. Me sentía como si las lágrimas que derramaba limpiarán mi alma, por fin conocía a alguien que sentía la misma clase de dolor y frustración.

Al acabarnos la segunda botella nos fundimos en un abrazo. Fue un abrazo... Intenso. Nos sujetábamos con tal fuerza la una a la otra que costaba respirar, reíamos y llorábamos a la vez y, además, de nuestras bocas surgían injurias y alabanzas dirigidas a Percy Shelley y Lord Byron en igual medida.

Otra cosa que consiguió unirnos todavía más fue el odio que le preferíamos a Claire. Al parecer el que dos personas repugnen a otra consigue formar amistades hermosas, ¿Quién lo habría dicho? Jamás se me habría ocurrido que esos sentimientos tan horribles pudieran crear algo tan bonito.

Un tiempo después de aquel abrazo comenzamos a calmarnos un poco y dejamos de gritar. Nos limitabamos a murmurar maldiciones y quejas mientras amargas lágrimas continuaban descendiendo por nuestras mejillas.

De repente, comenzó a llover.

Ambas soltamos una risa. Era la guinda del pastel. Nuestras prendas no tardaron en empaparse por completo.

-Esto es fantástico, con suerte esto nos causará una gripe y una fiebre fortísimas. ¿Quién sabe? Podríamos incluso morir. No creo que un té caliente, descansar en la cama y unas cuantas sanguijuelas sean capaces de sanarnos. O, al menos, no creo que sean capaces de sanar las profundas heridas de nuestros corazones. Corazones que, si tenemos la mala fortuna de envejecer, estarán cubiertos de cicatrices causadas por desengaños amorosos y decepciones. Decepciones, una tras otra jamás cesan de aparecer. ¿Sabes? Tal vez no nos mate la fiebre provocada por esta lluvia, pero sin duda nuestros podridos corazones terminaran por arrancarnos nuestro último suspiro.

En aquel momento me encontraba en tal momento de embriaguez que llegue a comprender la mitad de lo que me había dicho Mary. Completé su pequeño discurso con un "Amen", me tumbé en suelo, cerré los ojos y caí en los brazos de Morfeo. 

LORD BYRON Y TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora