CAPÍTULO 3

52 5 3
                                    

A cada segundo que pasaba mi corazón se aceleraba un poco más y la incertidumbre crecía. Estuve a punto de romper el silencio un par de veces y casi hice el amago de irme otro par. A pesar de todo seguí allí porque a pesar de lo remota que era la posibilidad de que él acabase desarrollando una especie de sentimiento afectuoso hacia mí, la posibilidad existía. Tal vez estuviera agarrándome a un clavo ardiendo, ¿Pero cómo no hacerlo? Cualquiera que viera sus ojos caería rendido a sus pies. No por nada era capaz de enamorar a una joven distinta cada noche.

Allí, en silencio y a solas junto a él, me sentí afortunada. No cualquiera ha tenido el privilegio de gozar de un momento de intimidad a solas con Lord Byron, y dudo que hubiera muchos que conocieran su secreto. A parte, claro está, de mi abuela. Pero ella ya estaba muerta. Me entraron ganas de ir corriendo hasta la anciana que se dedicaba a limpiar la mansión de al lado y restregarle que no solo había sido capaz de captar la atención de mi amado, sino que además le había besado. El hecho de que él fuera un vampiro y que tal vez me asesinara aquella misma noche se presentaba ante mí como una minucia sin importancia.

¿Qué adolescente no pierde la cordura por su amado, al fin y al cabo? Había, cientos, incluso miles de chicas suspirando por poder compartir su lecho junto al famoso escritor que se encontraba ahora a mi lado. Yo había sido una de ellas hasta hacía una hora. Pero ya no estábamos al mismo nivel, yo era diferente.

Por fin el vampiro pareció reaccionar y se giró con lentitud, quedándose junto frente a mí, a escasos centímetros de mi cara. Tragué en seco, dispuesta a aceptar mi fatídico e inevitable destino fuera cual fuese.

-Decidme, nieta de la mejor mujer que ha existido en la lamentable historia de este planeta, ¿Qué se supone que debería hacer con vos? -Me quedé helada ante su pregunta, incapaz de responder- ¿Acaso debería mataros? No, Elizabeth me odiaría de saber que hice algo así. Pero, entonces, ¿Qué? ¡Dígamelo! No soporto esta situación. ¿Acaso soy el mero pasatiempo del destino? ¿Disfrutará Dios, si es que siquiera existe, de verme sufrir ante esta irónica y dolorosa situación? No puedo dejarte libre. No ahora que sabes lo que soy, sería demasiado peligroso. -Se pasó las manos por su negro pelo desordenándolo, yo seguía sin abrir la boca.- ¡RESPONDA! ¡¿Qué es lo que he de hacer?! -Me agarró con fuerza de los hombros, me miraba intensamente. Prácticamente me estaba suplicando que le diera una solución a su problema.

-Yo... Ya se lo he dicho. Yo le amo, le amo como jamás creí ser capaz de amar a alguien. Haga conmigo lo que le plazca, mi corazón le pertenece, mi alma también; y ya que el cuerpo es un mero recipiente de esas cosas, todo mi ser le pertenece. Aceptaré lo que sea que quiera hacer. ¿Quiere matarme? ¡Hágalo! Yo me encargaré de convencer a mi abuela de que eso fue lo correcto. Pero, oh, mi querido Lord Byron, si me permite el atrevimiento, me gustaría pedirle que no termine con mi existencia. No ahora que empieza a cobrar sentido junto a usted. Me gustaría que me diera una oportunidad para demostrarle como soy, para demostrarle que no le fallaré. Le pido, no. Le ruego, que tenga fé en que mis sentimientos son puros y verdaderos.

Las lágrimas bajaban por mis mejillas una tras otra y mi voz temblaba. Pero lo que decía era cierto. No dije nada que no sintiera. Él me miraba incrédulo. Parecía que la situación era demasiado para él. Yo no lo culpaba, al fin y al cabo la nieta de tu viejo amor no se te declara todos los días. Ni siquiera él, siendo el perfecto vampiro que era, podría afrontar algo así con calma.

-¿Cómo...? ¿Cómo es que os parecéis tanto a ella? El rostro, la voz, incluso la mirada. Esa mirada tan sincera de la que sigo prendado. ¿Cómo es que no sois la misma persona? Hasta la forma en la que os expresáis es la misma... ¿Cómo...? ¿Cómo podría haceros el más minúsculo de los rasguños cuando me amáis con la misma intensidad con la que yo la amo a ella? ¿Cómo podría, cuando sois lo más parecido a ella que podré ver jamás?

No me es posible describir el alivio que sentí en aquel momento. Esbocé una sonrisa tímida con la intención de tranquilizar al hombre que estaba frente a mí. Pasamos unos segundos en silencio, reconfortándonos con la mirada mutuamente, luego él me abrazó.

Las palabras sobraban, mi euforia excedía todos los límites que cualquiera pudiera imaginar.

Estando fundidos en aquel abrazo fui capaz de sentir su corazón latiendo con fuerza por primera vez.

Puede que fuera un vampiro, puede que todavía estuviera enamorado de mi abuela, puede que bebiera la sangre de las jóvenes junto a las que hacía cosas que solo deberían hacerse después del matrimonio y puede que la gente no fuera a ser capaz de comprenderlo nunca. Pero para mí, en aquel momento, mi querido Lord Byron era más perfecto que Dios y ante mis ojos carecía de defectos. 

LORD BYRON Y TÚWhere stories live. Discover now