CAPÍTULO 6

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Tras aquella extraña tarde la situación de nuestro hogar mejoró de manera notoria. Al ver la mejoría que hubo en la relación que mantenía con su amigo el médico Lord Byron pareció alegrarse. Ahora el ambiente que había a la hora del té era cordial y los tres disfrutábamos de animadas charlas en las cuales ellos intercambiaban opiniones acerca de diversos temas mientras yo ordenada la habitación o cosía. Eran maravillosos los momentos en los cuales me dirigían la palabra para hacerme alguna pregunta. Con tan solo recordar como anunciaban que mis respuestas carecían de sentido y que reafirmaban la creencia de que las mujeres no debemos tomar parte en debates o en cualquier otra cosa que requiera algo de intelecto. Me hacía sentir útil. Me utilizaban a y a mis opiniones para crecerse y sentirse superiores. Dicho de otra forma: mis palabras creaban sonrisas en sus rostros, en el rostro de Lord Byron. Me sentía realizada.

Y por si eso fuera poco por fin tenía alguien con quien hablar acerca de lo maravilloso que era George. Polidori llegaba a entusiasmarse casi la mitad de lo que lo hacía yo cuando comentábamos lo bonitas que eran sus posaderas. Además, me servía para ganar confianza. Con cada conversación que teníamos me convencía más de que él no era nada comparado conmigo.

Me sentía en una nube. Una maravillosa nube blanca que surcaba un espléndido cielo azul iluminado por un sol de verano.

Pero todo eso cambió una fatídica tarde. Mi nube cambió drásticamente transformándose en un horrendo nubarrón gris cargado de lluvia y desgracias.

Aquella tarde llegaron tres personas que alteraron y destruyeron el delicado y bello equilibrio que se había creado. Esas tres personas eran: Percy B. Shelley, Mary Wollstonecraft Godwin (la cual se convertiría en Mary Shelley en cuanto la mujer de su amorcito Percy muriera) y Claire Clairmont (la hermanastra de Mary y una fulana que se creía capaz de robarme a George).

Para empezar estaba Percy. En cierta forma me recordaba a Polidori, él también compartía el lecho con Lord Byron con mayor frecuencia de la que me gustaría admitir. Es posible que me entrasen ganas de clavarle el tenedor cada vez que comíamos, pero tampoco podía considerarlo un rival digno de mí. Era un deshecho humano que tan solo se mantenía vivo gracias al alcohol y a, Dios perdóname por utilizar una palabra tan vulgar, fornicar. Le proporcionaba placer a George, cosa que yo como la mujer casta y pura que era no podía hacer hasta contraer matrimonio si no quería sufrir la ira de Dios tras mi muerte. En resumen: no suponía mayor obstáculo en mi relación con el vampiro que la mano este mismo.

En segundo lugar estaba Mary. Oh, Mary, aquella melancólica mujer que carecía de sentimientos positivos. Aquella mujer estaba casi tan locamente enamorada por Percy como lo estaba yo por George. No apartaba su mirada de él y sospechaba de todos en aquella mansión, resultaba casi aterradora la manera que tenía de intimidar con la mirada. Pero era una mujer muy confusa. Sus celos y su pasión eran ciertamente admirables y la valoraba por ello. Por otra parte tenía algo que le fallaba: se enfadaba con su amado. Yo no lograba comprender esto. Tenía la fortuna de mantener una relación amorosa con la persona que quiere y echaba por la borda momentos que podrían ser dulces solo por dedicarle palabras crueles y ponzoñosas a Percy. ¿Quién la comprendía? Me parecía una absoluta estúpida, debía darse cuenta de que estaba cometiendo un gran error. Exigía "respeto" y ser tratada "tal y como merecía". ¿Quién se creía que era? ¿Un hombre? Alguien debía ponerla en su lugar y explicarle cómo funcionaba el mundo. Su actitud me parecía de una necia, debería ahogar a su pareja a base de besos y tener una sonrisa preparada para él en todo momento. De todas formas resultaba gratificante tener a alguien que no quisiera meterse en la cama de mi vampiro viviendo en nuestro hogar.

Por último estaba Claire. Claire. El mero hecho de mencionar su nombre me resultaba repulsivo. Aquella impertinente niñata se creía capaz de conquistar a mi preciado vampiro. ¡Qué desfachatez! Además era dos años mayor que yo, lo cual le aportaba una sensación de madurez y superioridad respecto a mí. Aquella sensación que ni siquiera se molestaba por ocultar me sacaba de mis cabales. Era asquerosa y se podría decir que lo único en lo que me superaba era en eso mismo, en la edad. Era inferior a mi en cualquier otra cualidad que se pueda nombrar. La superaba en belleza, en destreza para cocinar, limpiaba infinitamente mejor que ella, acataba a la perfección las órdenes de Lord Byron, era educada, delicada y lo más importante ¡Virgen! (cosa que ella desde luego no era, el mismo Polidori me confirmó que había mantenido relaciones tanto con George como con Percy, había perdido lo más valioso que posee cualquier mujer). Si a todo esto le sumamos el hecho de que mi amor sí que era verdadero y que tal y como Polidori afirmaba el corazón de Byron sólo tenía ojos para mí es posible que la idea de que me sintiera amenaza resultase ridícula. Adelante, que disfrutase mientras pudiera, al fin y al cabo George solo la utilizaba para saciar las necesidades que cualquier hombre tiene.

Pero con eso no me bastaba. No me bastaba con saber que yo acabaría venciendo. Quería destruirla, quería hacerla sentir miserable por atreverse a fantasear con un futuro junto a mi vampiro. No había noche en la que no tratase de convencer a Lord Byron de que se la comiera, pero ni siquiera la quería para eso, lo cual significaba que si quería verla sufrir tendría que hacer algo yo misma. Y estaba decidida a dejarle bien claro cuál era su lugar en todo aquello.

Ya había comenzado a hacer pequeñas cosillas para molestarla: le ponía pulgas y chinches en la cama, le servía comida hecha con ingredientes podridos, destrozaba alguno de sus vestidos de vez en cuando... Eso sin contar lo mucho que me esforzaba por conseguir que todos en aquella casa la repudiaran. Mary ya sospechaba que ella y Percy mantenían relaciones esporádicas desde hacía tiempo pero yo conseguí convencerla. Y si pensáis que yo era cruel no podéis imaginaros de lo que ella podía llegar a hacer.

Yo y solo yo iba a ser la señora de Lord Byron. Cualquier persona que se interpusiera en mi camino me parecía tan asquerosa, repugnante e insignificante como una cucaracha. Sí, eso es lo que era Claire, una cucaracha. Ni siquiera podía considerarla una rata, o no, eso sería halagarle. Iba a aplastarla y enamoraría a Byron en el proceso. Ella podría pasar la noche junto a él pero a mí a quien acudía cuando necesitaba contarle sus penas a alguien, cuando tenía hambre, cuando necesitaba halagos o cuando buscaba inspiración.

YO ERA SU MUSA Y ACABARÍA SIENDO SU TODO. TENÍA TODO LO NECESARIO PARA SER UNA BUENA MUJER. ESA ESTÚPIDA CLAIRE NI SIQUIERA SABÍA HACER UNA CAMA SIN DEJAR ARRUGAS. YO ERA LA NIETA DE SU PRIMER AMOR Y YO ERA LA QUE SE CONVERTIRÍA EN EL AMOR DEL RESTO DE SU VIDA. YO ERA LA QUE CONOCÍA SU SECRETO. ¿ACASO ELLA SEGUIRÍA AMÁNDOLO TRAS DESCUBRIR QUE ERA UN VAMPIRO? ¿LIMPIARÍA ELLA LOS RESTOS DE SANGRE DE SU CAMISA? ¿GUIARÍA A SUS VÍCTIMAS POR LOS PASILLOS DE LA MANSIÓN PARA LLEVARLAS HASTA ÉL? NO. NO, NO, NO Y NO. A ELLA LE DARÍA UN INFARTO, SE DESMAYARÍA, SE LE PARARÍA EL CORAZÓN, SOLTARÍA UN GRITO DE TERROR Y REPUGNANCIA. DEJARÍA DE AMARLO EN EL ACTO. NO ERA DIGNA DE ÉL. ¿SABÉIS QUÉ PASARÍA ENTONCES? QUE LORD BYRON LA MATARÍA. LA ASESINARÍA A SANGRE FRÍA Y CHUPARÍA SU SANGRE. PERO A MÍ NO. A MÍ ME HA CONVERTIDO EN UNA DE LAS PERSONAS MÁS IMPORTANTES DE SU VIDA, SI NO EN LA MÁS IMPORTANTE. ¿QUÉ SABÍA ELLA ACERCA DE ÉL? QUE ERA HERMOSO Y ESCRIBÍA MEJOR QUE CUALQUIER OTRA PERSONA EN EL MUNDO. INSIGNIFICANCIAS. YO LO CONOCÍA TODO SOBRE ÉL, HASTA EL MÁS PEQUEÑO DETALLE SOBRE SU VIDA. SEGURO QUE ELLA NO SABÍA QUE SIEMPRE SE PONÍA PRIMERO EL ZAPATO IZQUIERDO. YO Y SOLO YO ERA MERECEDORA DE SU AMOR Y ESA ARPÍA MERECÍA MORIR. 

LORD BYRON Y TÚWhere stories live. Discover now