Mil Tormentas

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Tu, tu y siempre tu.


Colombia 1984

Revisé un par de veces los sobres en búsqueda de alguna fecha, pero seguía igual de perdida. Decidí adentrarme en 1825, pero ahora desde los viejos diarios prometiéndome no parar hasta descubrir que fue lo que ocurrió.


Colombia 1826

Quince días desde que acepté el compromiso con Ernesto, ¿Por qué lo hice? Por ella. Sé que para los hombres no tiene significado alguno la dignidad de una dama, al menos tengo la suerte de que Ernesto sea creyente del honor de una mujer que no hubo necesidad de disculparme o pedir perdón como mi madre había dicho pudiendo así conservar integro mi orgullo Cardona al no tener que rogar por el perdón del Sargento.

Daniela y yo lo habíamos decidido la noche en que nos enteramos de su partida, si yo me comprometía con Ernesto definitivamente tendría más libertad de verla y decidimos aprovechar la oportunidad a sabiendas de que yo jamás podría casarme con Ernesto.

Hoy nuevamente mi padre se sintió el militar orgulloso de su familia y su posición, mientras el Sargento Rodríguez me escoltaba por las calles adoquinadas del pueblo camino a la iglesia durante la peregrinación por vísperas de año nuevo, pudimos hablar acerca de sus planes.

—María José, he sabido por tu señora madre que sigues frecuentando a la joven Gallardo —comentó casi despreocupadamente, cuando luego de aligerar el paso quedamos rezagados del resto de los fieles.

—Si, somos buenas amigas he de comentarte que su padre la enviara a España en donde se desposara y estamos aprovechando el tiempo juntas —comenté con dificultad ya que el corsé que mi madre había elegido para mi cortaba mi respiración de lo ajustado que era.

—entiendo, ahora es mi obligación velar por ti María José, no me gustaría que tuviéramos percances que puedan manchar el buen nombre de tu padre y el mío —dijo severamente con su fiera mirada de militar siempre al frente. Sabiendo que se refería a aquel día que nos encontró en una situación comprometedora.

—lo sé y lo entiendo, no debes preocuparte —comenté tratando de no decir nada impertinente.

—Tengo negocios con el señor Gallardo bueno si todo sale como planeo los tendré pronto, un gran caballero y no quiero que arruines mi posibilidad de ser su socio—comentó con el tono de voz que regularmente usaba cuando se encontraba rodeado de otros hombres.

Decidí no discutir y tragarme las palabras que pasaron por mi mente en ese momento, poder disfrutar de la compañía de Daniela implicaba seleccionar con astucia las batallas que quiero librar.

El resto de la caminata fuimos en silencio, caminando por las calles adoquinadas rodeados de la algarabía natural del pueblo, mendigos y vagos admirando nuestras ropas finas al transitar como si fuéramos más que ellos, niños pequeños y sucios saludaban a Ernesto al verlo en sus ropas militares quien en un gesto algo más humano de su parte sonreía e incluso en más de una ocasión arrojó un par de monedas a los mendigos.

En mi mente la palabra "teatralidad" sonaba fuerte, un montón de hipócritas es lo que éramos, caminando por las calles afirmando ser creyentes de Dios y lo que en realidad hacíamos era desfilar para ser admirados. Agradecer por el año viejo es lo último que esas personas querían hacer.

Despediríamos la noche vieja en una velada que organizaban mis padres, fue una noche especial. Una velada digna de la alcurnia y un amanecer que no olvidaré, el primer amanecer del año venidero trajo entre sus colores un sueño y una promesa.

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