LAGRIMAS DE UNA SONRISA.

Prólogo.

Abrí mis ojos y sonreí miré por la ventana, una fuerte tormenta se desataba en ese mismo instante, era como si Zeus y Poseidón estuviesen en una batalla en ese mismo instante. Yo sólo sonreí, al fin había llegado el día. Mi cumpleaños número doce. Miré el reloj y vi la hora, eran las diez de la mañana, sabía que me había levantado un poco tarde, busqué mis regalos en mi habitación pero estaba desierta. <<Deben estar abajo>> bajé las escaleras a toda prisa.

— ¿¡Mamá!? Entré a la cocina, pero no había nadie, me dirigí a la sala y me congelé.

— ¡Mamá! —grité y corrí hacia ella, su rostro pálido y sin vida estaba inclinado mirando hacia el techo, sus ojos aún estaban abiertos. — ¡Despierta por favor! —gritaba, no podía creer que me estaba dejando de aquella manera, sabía que había estado enferma, una tos común, o eso me decía papá para que no me preocupara. Pero se notaba que no había muerto de manera natural al ver la sangre desbordándose de sus muñecas. Y aunque de cierta manera ya era consciente de que quería hacerlo, pero, ¿Cómo debe actuar un hijo cuando su madre dice constantemente que quería morir en vez seguir luchando? Ya lo había escuchado bastante, desde hacía tiempo que temía que llegara este día, y llegó, creí que me había preparado para cuando ocurriera, pero nada te puede preparar para ver a tu madre sin vida en un sofá, nada es más fuerte que pensar que como hijo no fuiste razón suficiente para que tu madre luchara, siempre lo supe, que si algún día cumplía su promesa era porque nosotras, Destiny y yo no fuimos suficiente para ella.

Destiny lloraba desde el interior de su cuna, en su interior sabía que había perdido algo importante, aunque su conciencia aun no daba para tanto. Las lágrimas caían como cascada por mis mejillas, qué se supone que debía hacer, busqué el teléfono y llamé a emergencias. ¿Cómo alguien puede forzar a su hijo a hacer semejante llamada? Me acerqué a mi madre de nuevo, sentía esa punzada en mi pecho que me torturaba y sollocé, no había más que pudiera hacer, el llanto de Destiny invadió también la casa, todo estaba tan callado, lo único que rompía el silencio eran nuestros gritos de dolor, no podía pensar con claridad viendo el cuerpo de mi madre recostado en ese sofá mugroso sin vida. Después de tanto llorar todo se volvió negro.