Lo que el hielo ocultó: persuade.

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Todo eso fue interrumpido por el sonar de mi nuevo celular.

Era una basura, solo servía para recibir y hacer llamadas, su sonido era estruendoso y molesto. Sonaba en el abrigo que había dejado encima de la cama.

Roger me miró los labios y después me dijo:

—Anda, tómalo.

Entonces, con un poco de vergüenza, o furia, tomé el celular y me calmé, como cuando te echan un balde de agua fría. Mi mamá estaba preocupada, eran las diez de la noche y no estaba en casa. Le pedí a Roger que me llevara, y así lo hizo.

El domingo fui a patinar con Tania, ella estaba sentada en una roca incrustada al suelo cubierta de nieve, y yo estaba en el centro, dando giros y volteretas, de a momento bailaba mientras me deslizaba por el hielo.

Me dirigí a la orilla, Tania le acababa de dar un mordisco a una barra de granola, después de masticar, me miró.

—¿Me explicas lo de tu video?

Yo rodé los ojos mientras me paraba en la orilla.

—Todo el mundo siempre está hablando de eso, me tienen cansada, ¿sabes?

—Lo siento. —Tomó otro mordisco—. Ayer lo vi, te veías más niña.

—¿En serio? —pregunté—, fue hace meses, que digo, como en solo un par de meses cumplirá un año, tenía diecisiete, creo, no recuerdo ahora.

Asintió, quitando la envoltura por completo.

—¿Quién era la otra chica?

—Mi amiga más cercana, se llama Kristal. —Me reí—. Ella no quería bailar...

—Ah, se nota —me interrumpió rodando los ojos y después mirando lo poco que quedaba de su barra de granola, después me miró a mí—. Quiero decir, tú lucias profesional, ella la pobre intentaba demasiado, como a esas nerds que siempre viven atrapadas y se les concede libertad por primera vez en la vida.

Yo ante eso me reí, alto, me dio un genuino ataque de risa, en parte era cierto, Kristal y yo éramos una de las mejores en la academia, pero ella no sabía menearse apropiadamente.

—Te queda lindo el rubio —me dijo de repente.

Miré las puntas de mi cabello. —Gracias.

Me había teñido el pelo el sábado, un día después de ver a Roger Bernard, la verdad era que estaba muy reciente y el color estaba vivo y lindo todavía.

—Bueno entonces hicimos el video y lo vimos varias veces, —Me alejé de la orilla y empecé a deslizarme suavemente por el hielo otra vez, sintiendo cada deslizamiento como un ave que aletea sus alas después de mucho tiempo de estar en el nido—, concluimos que era muy divertido, nos gustaba.

Tania abrió los ojos, pero no en una forma de sorpresa, sino para darme a entender que me escuchaba.

—Lo vimos una y otra vez, y yo estaba muy orgullosa, digo, llevaba desde los trece haciendo videos de mí bailando pero nunca uno había salido tan... bien.

Movía las manos mientras patinaba y miraba a los arboles cubiertos de nieve. Mi rostro expresaba confusión, cambié la mueca y la dirección.

—¿Hay más videos como esos? —Tania parecía sorprendida mientras se levantaba para quitarse la nieve del trasero.

—Los había. Mi mamá tomó las videocasetes y los destruyó, —Me alcé de hombros—, dijo que no quería correr riegos.

Tania abrió los brazos con las palmas extendidas, y al mismo tiempo alzó sus hombros mientras con una expresión de obviedad y confusión me preguntó:

Lo que el hielo ocultóWhere stories live. Discover now