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Gabrielle

—Sube a tomar algo —pidió Gus a Jaq, cuando paró delante de nuestro bloque.

Mi amigo había ido en taxi para poder beber, dijo, así que volvimos a casa en el coche de Jaq, al que no presté ninguna atención. Solo quería meterme en la cama y olvidarme de que Lorcan había insinuado que me acostaba con su padre. ¿De qué iba? ¿Qué clase de persona celosa patológica podía pensar algo así?

—No sé si es buena idea —se disculpó Jaq, aunque había bajado de su coche tras aparcar dónde le señaló Gus.

—Así te devuelvo tu vestido, no creo que el señor Millerfort quiera que me lo quede... —le invité, tratando de no dejar translucir mis emociones.

Ahora que estaba molesta con Lorcan no quería quedarme su estúpido vestido. Ni siquiera me quedé a comprobar si me seguían, antes de echar a andar hacia el portal. Sin embargo, tuve que esperar a Gus, porque yo no tenía llaves en aquel ridículo vestido y no eran horas de llamar a mi familia, porque seguramente me mandasen de paseo.

Comprobé en las escaleras que Jaq venía con nosotros, aunque un poco cohibido. Gus abrió la puerta de su piso y yo fui directa a su habitación a cambiarme. Elegí una camiseta de su cajón. Di con una blanca que llevaba en rojo la frase: «no soy perfecto, pero tú menos» y me pareció apropiada.

Salí del vestido con mucha dificultad y aún más cuidado. No quería tener que trabajar para un Millerfort nunca más, así que mejor no seguir acumulando deuda por rompérselo. Me puse la camiseta después de colgar el vestido en una percha y miré los zapatos largo rato. Era gracioso que combinasen con las letras rojas de la camiseta, o eso pensé como excusa para no quitármelos. Me gustaban demasiado. Y, para colmo de males, eran los mismos que había robado aquel día...

Salí con el vestido en la mano y lo colgué en el perchero junto a la puerta, para que Jaq se lo llevase al irse.

Gus había sacado tres vasos de chupito y una botella de whisky barato. Yo me bebí el mío sin respirar y le acerqué el vaso para que lo llenase de nuevo. Luego me senté a su lado y subí los pies, tacones incluidos, al sofá.

—¿Puedo quedarme a dormir? Me he dejado mis cosas en la oficina con mi ropa... —le pedí.

—Sabes que sí.

—Podemos ir a por tus cosas, si quieres —me ofreció Jaq.

—No te preocupes, lo recogeré mañana.

—¿Qué te ha pasado con el señor sonrisas? —me interrogó Gus.

Yo me bebí el chupito de un trago de nuevo, para no responder.

Luego eché un vistazo a Jaq. ¿Podía criticar a su jefe delante de él? Seguramente no. Ni siquiera estaba segura de por qué había venido con nosotros en lugar de irse con Lorcan. Es decir, no me molestaba, pero tampoco me parecía lógico.

Jaq era un hombre atractivo, de cierta manera. Parecía algo más mayor que nosotros, de treinta y pico largos, quizá. Además, tenía una nariz demasiado grande y algo torcida, por lo demás, siempre iba tan elegante como Lorcan y, aunque no era muy alto, sí que era musculoso. Era muy agradable también, no había dudado en ayudarme desde el primer momento y sentía que me había mimado más que al resto de modelos, aunque no entendía mucho el motivo.

—Puedes criticarle, no saldrá de aquí —aseguró él, al ver mi indecisión.

—Me ha acusado de acostarme con su padre... El muy idiota —me quejé con un resoplido, antes de acercar el chupito de nuevo a mi mejor amigo.

Me lo llenó menos esta vez y yo le miré fatal.

—¡¿Qué dices?! —me gritó Gus.

El alcohol empezaba a subírseme mucho, porque se me aguaron los ojos de nuevo y me sentí muy tonta. Pero es que había sido humillante. Más que cuando me había pillado probándome los zapatos, más que cuando me pilló tratando de colarme en su despacho para devolvérselo. Aquello había sido un insulto en mi cara.

Cuando robes un zapato - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora