18. Palabras no pensadas.

Start from the beginning
                                    

—Y no quiero preguntar... pero tengo curiosidad —sonrío de oreja a oreja—. ¿Qué llevas de ropa interior? —me sonrojé inmediatamente mientras él volvía a su ataque de risa.

— ¡Idiota! ¡Patán! ¡Estúpido! —le grité con una sonrisa.

—Me encanta verte sonreír —dijo de forma tan relajada, como si no hubiese dicho unas palabras que hicieran detener mi corazón.

—Tengo curiosidad de algo —quería cambiar el tema.

—Pregunta lo que quieras —sonrió.

— ¿Cómo me encontraste? —realicé la pregunta que tenía rondando en mi mente desde anoche, la última vez que lo había visto, había sido mientras se iba con esa chica.

—Fácil, estaba en una de las terrazas, grité varias veces, pero estabas demasiado lejos, bajé corriendo lo más rápido que pude —miró hacia sus manos y no pude detenerme a mirar también, me acerqué, me arrodillé en frente de él y tomé sus manos entre las mías.

—Gracias —sonreí—. Lamento haberte arruinado lo que sea que estuvieras haciendo —intenté que sonara como broma, pero no salió, en solo pensar en la chica con la que estaba me hervía la sangre, aunque tampoco quería admitirlo tan fácilmente.

—No hacía nada interesante —respondió mientras hacía un leve gesto con sus hombros—, mi cita se había enojado conmigo y me dejó tirado —río, me sentí mucho más relajada y de mejor humor.

— ¿Y eso? —alcé una ceja, estaba llena de curiosidad, Thomas me miró divertido.

—Al parecer pronuncié el nombre de otra persona en el momento menos adecuado —hizo una mueca.

No pude evitar carcajearme de la risa, Thomas me quedó mirando confundido, pero ahora la que disfrutaba era yo, ya me imaginaba la cara de esa tontorrona al escuchar mi nombre de los labios de Thomas... un momento, me calmé de repente. ¿Quién dijo que él había pronunciado mi nombre? Definitivamente ya estaba enloqueciendo.

—Oye... me preocupas, vamos a desayunar afuera, debes estar hambrienta, luego te llevo a tu casa —sonríe.

—No creo que salir con esta ropa sea lo correcto ¿No tienes comida aquí? —pregunté, pero me arrepentí al momento—. Lo siento, ya estoy abusando...

—No —me sonrío e inmediatamente colocó una de sus manos sobre mi mentón alzándome el rostro para mirarlo—, le diré a alguien que prepare algo rápido —su mano se desplazó de mi mentón hacía mi mejilla, y empezó a acariciarme lenta y tiernamente. Me sentía como gelatina entre sus manos.

Cerré mis ojos un momento y sentí como la mano de Thomas se detuvo, cuando los abrí me di cuenta que su mirada decía más que mil palabras, él estaba igual de confundido que yo y no sabía lo que estaba sucediendo entre nosotros, y ambos... ambos teníamos miedo.

Ambos nos levantamos de la cama sin decir palabra, mantuve mi vista en frente y me dejé guiar sin concentrarme tanto en la persona que tenía en frente, no quería que mis pensamientos siguieran andando en terrenos peligrosos.

Al salir de la habitación de Thomas me quedé maravillada con su casa, nunca la había visto antes porque nunca me había invitado, siempre que hacía reuniones dejaba muy en claro que no me quería ver en ellas; la verdad es que tenía un ambiente muy elegante y organizado, pero a la vez lo sentí demasiado cuadriculado, era más como un museo que como un hogar.

Ambos llegamos al comedor y Thomas me ofreció un asiento, me senté y él me ayudó a acomodarme, le asentí dándole las gracias y con mis ojos seguí sus movimientos, se sentó a mi lado y notaba cierta rigidez en su cuerpo.

Corazones cruzadosWhere stories live. Discover now