18. Palabras no pensadas.

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La habitación de Thomas era un lujo, pero el baño, el baño era de reyes

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La habitación de Thomas era un lujo, pero el baño, el baño era de reyes. Había una tina gigante y al lado una ducha casi del mismo tamaño, dos lavamanos y demasiados espejos. El baño era espacioso y olía a naranja, me quedé embobada un rato mirando y oliendo todo como si fuera de otro mundo.

Decidí no tardarme y apresurarme, aunque me costó, no dejaba de desear meterme en la tina, pero deseché la idea y me metí en la ducha, no quería aprovecharme de la amabilidad de Thomas, además de su paciencia. Suspiré y dejé todo encima de unos percheros, me quité el vestido rojo y la ropa interior y me metí a la ducha, necesitaba relajar mis músculos, así que usé agua fría. Pegué un pequeño grito cuando esta impactó en mi piel, me lavé el cabello y usé el champú de Thomas.

Mientras masajeaba mi cabeza y absorbía el olor que desprendía el champú, mi mente se puso a maquinar en todo lo que me estaba pasando, todo era confuso y solo tenía algo decidido: Cam podía irse al carajo.

No estaba dispuesta a ser el juguete de nadie, mi relación con Cam había llegado a su fin, aunque me dolía demasiado, era imposible olvidar tantos años de felicidad y amor, porque yo lo amaba a él, y estaba segura que él también me amó a mí, pero ese amor ya había acabado, y de las dos partes; mientras el agua recorría mi cuerpo me di cuenta que todo no era culpa de Cam, también era mía, quería revivir lo que estaba muerto, lo que se había acabado. Estaba acostumbrada a él y su compañía, y me apegué a él hasta más no poder.

Decidí salir de la ducha cuando vi mis dedos arrugados por el agua, me sequé y me vestí rápidamente, me toco ajustar demasiado el elástico de la pantaloneta para que no se me cayera junto con la ropa interior de Thomas, la camisa también me quedaba grande y me llegaba a mitad del muslo, parecía una indigente.

Amarré mi cabello con la coleta que siempre traía en la muñeca y vi mi reflejo en el espejo, tenía unas ojeras horribles y mis ojos seguían hinchados por tanta lloradera al igual que mis labios, y mi nariz estaba un poco roja. Pero al menos, ya no tenía maquillaje corrido.

Cuando salí del baño me encontré a Thomas sentado en la cama, tenía el cabello mojado y supuse que ya se había bañado. Apenas me vio noté como intentaba aguantar una carcajada y me fue imposible no fulminarlo con la mirada.

—No te rías de mí —gruñí, tomé la toalla mojada y se la lancé enojada—, no había mucho que elegir en tu closet.

—No estoy diciendo que te veas mal —alzó las palmas en modo de paz—, digo, te ves muy deseable —y no aguantó más, se echó a reír hasta que se le humedecieron los ojos.

— ¡Idiota! —volví a gruñir, pero él seguía retorciéndose de la risa—, en vez de reírte ayúdame a encontrar una bolsa para meter mi ropa...

— ¿Quieres conservar eso? —dejó de reír de repente y frunció el ceño—, déjala en el baño, haré que la tiren.

Asentí un poco contrariada con su cambio de humor.

Corazones cruzadosUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum