—La cosa es que los ingleses ponen terrones de azúcar a su té para endulzarlos. Sabe como la Luna, así que hemos adoptado esa tradición como nuestra casa. A mamá le encanta—continuó hablando el chico, imperturbable, mientras elegantemente depositaba verduras en su arroz con los palillos.

Jimin reprimió un escalofrío. El parecido entre sobrino y tío era demasiado como para negarlo. Ambos alfas estaban jugando un intrincado ajedrez donde era imposible saber cuál de los dos iba a ganar. Parecía incluso una elegante pelea de gallos, donde cada uno pensaba muy bien dónde asestar la estocada. Por el bien de Jimin, el abuelo tenía que ganar cuanto antes (no quería tener que cocinar el desayuno sin poder sentarse a la mesa ni una semana más), pero se notaba que Yoongi, a pesar de ser más joven, sabía jugar muy bien sus piezas.

Pestañeó cuando oyó la voz grave del sobrino.

—Beta—llamó Yoongi, sin siquiera echarle una mirada—, trae azúcar.

¿Ni siquiera un "por favor"? Ese idiota...

—No—contestó Jimin de inmediato, ganándose una mirada ofuscada de su abuelo.

Yoongi, en tanto, volteó su cabeza y le dirigió una mirada incrédula y seca.

—¿Cómo has dicho, beta?

Jimin respiró hondo.

No... no se diga más—murmuró, mirando fíjamente a su abuelo, con una voz peligrosamente endulzada.

Fue hasta la cocina, sintiendo la afilada mirada de Yoongi en su espalda. A esta velocidad, el joven alfa iba a entregarlo a las autoridades en menos de lo que cantara un gallo. Eso hacían con los betas que eran rebeldes, y si seguía así, Yoongi pronto iba a enterarse de que Jimin era todo menos un beta común y corriente. Él sabía y podía hacer todas las cosas que un beta con dueño no podría hacer.

Como sentarse a la maldita mesa a comer.

Se puso de puntillas para alcanzar el azúcar que estaba en lo más alto de la despensa. La dejaban ahí porque no la usaban mucho, quizá solo para cocinar unos dulces que Hyuna le había enseñado a preparar y que el abuelo pedía cada tanto a Jimin que le preparara. No se los cocinaba mucho, porque el hombre ya estaba viejo y debía cuidar su salud pero, de vez en cuando, insistía lo suficiente como para que Jimin se pusiera a cocinarlos.

Cuando el rubio volvió a la mesa y dejó el azúcar sobre ella, Yoongi ya había perdido el interés en él y lanzaba miraditas al abuelo, como dispuesto a mover sus piezass otra vez. Entonces, dijo:

—Las ventas del negocio han aumentado mucho, ¿lo sabías? Mamá debe habértelo contado, siempre me dice que te escribe esperando que le respondas.

Jimin tuvo que ocultar una sonrisa tras su mano. Había que reconocer que Yoongi era increíblemente cabezota y perseverante. Observó cómo este último colocaba dos terrones de azúcar en su té. No pudo evitar fruncir el ceño. ¿Realmente sabía bien así? Claro, el azúcar era exquisito por sí solo, pero las hojas del té hacían que el brebaje tomara distintos sabores y aromas. ¿El azúcar no destruiría aquello?

El alfa vertió un poco más de agua en su taza, la tomó entre sus manos y bebió un sorbo, haciendo un ligero sonidito de gusto.

Jimin arrugó la nariz, en completo desacuerdo. Podía saber bien, pero... Ni siquiera se dio cuenta de haber avanzado unos pasos hacia la mesa cuando ya lo había hecho.

—Esos ingleses no deben saber apreciar el sabor del buen té—dijo, sin pensarlo y sin poder detenerse porque, obviamente,  jamás se había detenido. Llevaba años manifestando sus opiniones, años en que el abuelo Min solo lo instó a leer, a escribir, a pensar...

The scent of your skin || Omegaverse || Taejin-YoonminМесто, где живут истории. Откройте их для себя