-Prólogo-

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Prólogo

31 DE OCTUBRE —— 16:32 pm ...

—¡Señor!— Uno de los conserjes del hotel Lincoln se encontraba corriendo por los pasillos del Lobby buscando a su jefe para darle una horrible noticia.

La desesperación del chico por encontrar al señor Plain era lo suficientemente grande como para que todos los huéspedes del hotel lo miraran raro, sin entender que acababa de ocurrir algo terrible que podría llegar a ser la ruina para el hotel más prestigioso y reconocido del país.

Para el empleado, los pasillos parecían eternos mientras que en otros momentos —en donde trabajaba tranquilamente— se le hubieran hecho muy cortos y rápidos a su destino.

Miles, era el nombre del conserje. El segundo de una familia de cuatro, que dependían de que él trabajara en ese hotel para mantener su beca en la universidad además de llevar comida y medicinas a su hermana que decaía en una rara enfermedad de descomposición de los tejidos óseos de su débil cuerpo.

Sabía Miles que tenía que informar de la monstruosa escena que acababa de presenciar, pero al mismo tiempo no quería hacerlo, el motivo; sería despedido junto con todo el personal del hotel. Un daño así jamás podría repararse tan rápido, el hotel cerrará sus puertas y ya no tendría trabajo.

El hotel fue su mejor aliado en tiempos de desesperación, no podría estar otros tres meses sin empleo, tendría que también pagar algunos materiales de la universidad, seguir comprando las medicinas, no podía ser despedido. En su interior, rogaba que el señor Plain encontrará una solución viable que no perjudique a ambas partes.

El blanco y gris de las paredes le mareaba la vista, hasta llegaba a cansar después de que ya has estado trabajando y trasladándose con esos colores por seis meses. Los cuadros abstractos eran los mismos en todos los pisos, tenían colores neutros pero en todos habia algo de color; rojo.

Y tal vez algunos expertos del arte hubieran dicho que eran cuadros que representaban la alegría en un lugar sombría y lúgubre. Pero Miles ya no lo veía así. No después del incidente que acababa de tener lugar en el cuarto de las calderas.

Frenético por no hallar al señor Plain, su mente maquinaba en mil escenarios en los cuales iba a encontrar a su jefe en su oficina, sentado en su silla de cuero enfrente a su escritorio con su vaso de vodka representativo de él, pero en este caso tendría algo diferente en esa escena.

Con el corazón acelerado por tantas imagines que su mente traicionera le presentó, cruzó la última puerta que lo llevaría a la puerta que hace seis meses no había tocado, esperanzado de no encontrar a la persona que lo contrató, como al chico de las calderas.

Las manos temblorosas y sudorosas de Miles tomaron la manija de la oficina girando la perilla dando el acceso al interior del cuarto. Unos ventanales con marco de acero que dejaba entrar la luz dorada del hermoso sol de Toronto, le daban una sensación agradable a este día tan umbrío. La decoración era elegante y minimalista sin contar que tenía un muy buen gusto en arte, los sillones eran de lino gris que adornaban bien el espació sobrante de la oficina.

El señor Plain era un hombre elegante y alto aunque muchos no lo pensaran por su estado; era paralítico. Antes de comenzar su carrera como director de hoteles, tuvo un accidente automovilístico junto con su esposa, lamentablemente ella no logró salir del vehículo en llamas, los bomberos no llegaron a tiempo y para el señor Plain el estar paralítico era un diario recordatorio de que perdió al amor de su vida. Pero ¿Qué puedo haber hecho él?, ¿Cómo él iba a saber que ese deslave iba a ocurrir y se llevaría a una persona muy importante para él además de su libertad? ser esclavo de esa silla de ruedas.

Miedo en el piso 22Where stories live. Discover now