Capítulo: 5

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— Siempre fuiste tú, Mogami-san... Te amo.

Por la turbación de esa repetida frase, Kyoko había alzado accidentalmente su mirada a él, quedándose muda y petrificada. Las palabras volaban con un eco sobre el aire, daban vueltas alrededor de su cabeza; y la mirada de él, la tenía hechizada. Sus ojos marrones directos a los de ella, sus labios, plácidos, inmóviles...

De entre esos labios, las palabras salieron como si fuera lo más simple, pero a la vez de lo más íntimo, algo afectivo, algo que le era difícil aceptar.

Te amo... Fue como un suave susurro. En tan solo dos palabras, la fuerza que desataba, era inmensa. Y oírlo por segunda vez, era...

— ¿Mogami-san?

Kyoko tenía los labios entreabiertos y temblorosos. Sus ojos se volvieron hacia las manos de él que sujetaban las suyas. En su pecho, las palpitaciones eran aceleradas y desenfrenadas, que creía poder verlos con sus propios ojos, cerca de explotar.

Retiró sus manos bruscamente, poniendo una sobre su pecho, y apretándolo contra su blusa, como si así pudiera calmar a su corazón.

Bajó su mirada, sin poder aguantar.

— T-T-T-T-T-T-T-T-T-TSURUGA-SAN...

Ren abrió grande los ojos, al escuchar repentinamente su chillido, alto y entrecortado.

— POR FAVOR... NO ME MIRE MÁS.

El peso de sus palabras, atinaron como una grande roca contra la cabeza de Ren. Ya le era acostumbrado escuchar ese tipo de hirientes rechazos, pero no esperaba que la respuesta a su confesión, fuera un apartamiento de sus manos, una evasión a su mirada, más esas palabras de bofetadas.

Algo tardío, retiró la palabra rechazo de su mente. Kyoko no había rechazado su confesión, y conocía bien que las reacciones que podía sacar de ella nunca eran las esperadas.

— ¿Y por qué no quieres que te mire? —preguntó viéndola dar un respingo al poner sus brazos a sus costados.

Percató que su rostro era un tomate rojizo, queriendo ser ocultado, pero no se alejaría; no quería que se diese de nuevo un inesperado intento de fuga.

— E-E-Es malo... —tartamudeó ella primeramente en voz muy baja, pero entonces su voz salió en un chillido alto y lleno de bochorno— ES MALO... PARA MÍ CORAZÓN... ¡S-S-S-SIENTO QUE EN CUALQUIER MOMENTO ESTALLARÁ!

Ren se quedó inmóvil, sus ojos no pestañeaban, quedando en un estado parecido al éxtasis total. Pero como era su hábito, su rostro se limitó a estar inexpresivo, solo segundos, porque evidentemente, una felicidad que rebosa la capacidad de sus límites, no era posible ocultar.

Una arrebatadora sonrisa surcó sus labios, y solo percató de ello después de un largo rato.

Ladeó la cabeza, y tosió fingidamente, volviendo después su mirada a ella.

— No va a estallar... —certificó con tono apacible—. No puedo dejar de mirarte, y tampoco quiero que dejes de hacerlo.

Tomó su barbilla entre sus dedos, y la instó a que lo mirará.

— Mírame, por favor —pidió una vez más al ver que ella no cedía.

En cuanto sus ojos dorados se encontraron titubeantes con los suyos, fue su propio corazón el que latió desbocado.

¿Qué era lo que le iba a decir después? Ya no lo sabía. Siquiera recordaba cuál era su objetivo al hacer que lo mirará. Sus ojos habían bajado a su boca, y siquiera estaba consciente de que su cuerpo se movía, y se aproximaba a ella, tentado de probar una vez más esos deliciosos labios.

Sentimientos descontroladosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora