Capítulo: 3

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¿Por qué Tsuruga-san la cargaba como una bolsa de papas para llevarla de nuevo ahí? ¿Es qué no estaba cuerdo y no le importaba los rumores que después acarrearían sus acciones?

Kyoko estuvo lleno de vergüenza, pero lo que más la invadía era un temor a las palabras que no quería oír. ¿Es qué él se empeñaba a romperle el corazón para así liquidar por siempre las esperanzas inexistentes de una correspondencia a sus sentimientos? ¿No podía solo ignorarla y hacer de oídos sordos y mente desmemoriada?

¿Feliz? No había pedido una respuesta a sus palabras, sin embargo él lo había hecho sin su consentimiento. En realidad, todo lo que hacía, lo hacía sin su consentimiento, la obligaba a quedar a solas con él; lo hacía aun igual después de sus suplicas, de sus pataletas;  aun así estuviese escondida, con el rabo entre las piernas, hecha un ovillo, sin mirarlo, siendo una cobarde, pero una cobarde para evitar que su corazón se rompiese en más que mil pedazos.

Lo odiaba, en ese momento sí que lo estaba odiando.

— Como senpai estoy muy decepcionado de los modales que me estás mostrando.

Oír su jugada sobre ser el senpai, la enervó de tal modo que descubrió su cabeza, pero lo que nunca se imaginó, era no verlo a él, sino a su copia frente a ella. Sus ojos solo tenían que bajar un poco, y podía ver la figura del actor, acuclillado, agachado, pero aún muy visible a la vista. Un metro noventa no era cosa simple de ocultar tras un sofá.

— ¿Hablaríamos con la verdad si nos miráramos a los ojos? Prométeme, Mogami-san, no te escaparas de mi. Dime que me dirás la verdad, dime que seguiremos hablando como hace rato. Grítame, repréndeme, háblame, justo como hace unos minutos, con los sentimientos descontrolados que se reprimen en tu corazón.

Sus ojos estaban tan amplios como platos, al verlo y escucharlo así, moviendo a su replica como si estuviera hablando, diciéndole a que siga con su rugir, con su dolor, con su enojo. Justo como lo describía, unos sentimientos descontrolados que no supo guardarlo en su malsano corazón, que no tuvo más remedio que gritarlo a un muñeco sin vida, uno con su rostro, pero uno que sabía no dolería tanto con sus respuestas como lo haría así con el mismísimo y verdadero Tsuruga Ren.

Quedó en silencio durante un buen rato.

— Tsuruga-san... Por favor... —su voz estuvo cerca de quebrar— Por favor... No me obligue a esto... 

— No. Por favor, Mogami-san, no me obligues a pretender que todo esto no haya pasado —siguió moviendo el muñeco. Lo bajó durante un rato, y después éste apareció con una expresión de dolor, poniendo una mano en el corazón.

Por un momento, verlo jugar con ese muñeco, hizo a Kyoko sacar una pequeña risa. Apretó sus labios, y frunció el ceño.

— No lo estoy obligando —respondió—. Es usted quien lo está haciendo.

— No me dejas opción —esta vez mantuvo el muñeco arriba, pero con sus dedos quitó su máscara y puso una que caracterizaba al Emperador de la Noche—. No me dejas más opción, que encerrarte en esta habitación, y tenerte aquí por las fuerzas, señorita—vio que él había dado un vistazo de reojo, y entonces midiendo el espacio, hizo que el muñeco extendiera los brazos hacia ella, para tomar su rostro entre sus manos— Eres muy obstinada, Mogami-san, quiero oírte seguir, quiero seguir con nuestra discusión... Esto aun no ha terminado —dijo lo último con tono sensual.

Kyoko se sonrojó e hizo a un lado los no tan grandes brazos de Ren.

— No haga eso...—murmuró— ¿por qué lo hace?... No utilice sus dotes de playboy para— se tapó la boca al notar lo que soltó inconscientemente.

— Sigue. Dime lo que estoy haciendo —dijo extendiendo de nuevo un brazo para acariciar la mejilla de la joven. 

— E-Eso... ¡Eso! —exclamó haciéndolo de nuevo a un lado— ¿Qué es lo que está haciendo, Tsuruga-san?... Usted...Usted...—su voz se fue apagando— Usted ya tiene a Kana-san. Ya deje de jugar conmigo.

La mano de Ren se quedó inmóvil, y después de unos segundos lo bajó, y subió con el colocado rostro de enojo.

— Nunca jugaría contigo, Mogami-san. ¿Y quién es esa Kana? Dime quien es que no la conozco —meneó su cabeza, con los brazos cruzados.

— No se haga el tonto —murmuró algo molesta—. Es esa mujer con quien...con quien se ha besado. Todo Japón lo sabe...

Su máscara cambió al de uno incrédulo. 

— ¿Besar? ¿Besar a...a esa mujer mayor llamada Kana?... Mogami-san, creí que tenías la vista aguda como la de un águila. ¿No has visto mi rostro? ¿No viste mi rostro estando por convertirse en algo como...? —cambió su expresión al de uno shockeado— Fue así, observa. Así fue mi expresión cuando me tomó desprevenido. ¿Entiendes? —el rostro fue rápidamente cambiado al de uno serio—. Cielos, no tengo nada con esa mujer.

Kyoko entreabrió los labios, sin poder articular algo en respuesta. Sus palabras ahondaban por medio de sus oídos e iban directo a su cerebro. Fue una negación tan simple, pero abstrusa para su mente que se había embrollado con toda esa historia sobre su amante.

— Pero...—musitó.

— No creas en esas fotos, ni creas en la prensa, cree en mí... —calló súbitamente, y retiró su máscara seria para poner una de avergonzado— Debe ser el karma, ¿no?... No tengo el derecho a reprenderte, poniendo mi cara de indiferencia y frialdad por esa foto... esa foto tuya...que también andas con ese... —su voz se tornó algo oscura, pero entonces suspiró, no por medio del muñeco, sino del verdadero Tsuruga Ren que estaba acuclillado en el piso. Kyoko se había vuelto roja al escucharlo exponer lo que ella había dicho antes al muñeco— ¿También hay una con puchero? —Le oyó decir en voz muy baja con sorpresa— Lo siento mucho, Mogami-san —dijo inclinando el torso del muñeco hacia adelante—. Fui un tonto... —cambió la cara al que tenía los cachetes rojizos e hinchados en un puchero— Actué como el tonto que soy, un inepto... Cegado por los celos, siendo absurdo... No estoy más que arrepentido —su cabeza se había agachado bruscamente en un gesto de bochorno.

Kyoko se quedó boquiabierta por todo lo que oyó, pero solo una palabra seguía rondando en su mente.

— ¿Ce-Celos? —tartamudeó, cubriendo después su boca con ambas manos.

El muñeco  alzaba su cabeza y asentía dramáticamente. 

— Celos al verte con ese...tu amigo Fuwa... temprano en el Darumaya... Porque es solo tu amigo..., ¿verdad?

Sus mejillas hinchadas desaparecieron y una sonrisa falsa y deslumbrante había aparecido en su lugar.

Kyoko tragó en seco.

— ¿Nos has visto...en...

— Sí —asintió repetitivamente con la cabeza—. Llegamos temprano y los hemos visto... Pero ahora no quiero hablar de Fuwa mientras estemos aquí solos... No quiero escucharte hablar de él, ni defenderlo...

Ren dejó el muñeco a un lado del sofá, y entonces se levantó del suelo lentamente. Kyoko, boquiabierta y con los ojos bien amplios, alzaba el rostro, mirándolo a él esbozar una sonrisa seductora. El emperador de la Noche, parecía no importarle el horario vespertino. 

— Dime, Mogami-san... ¿Qué pensamientos impuros surgen cuando estoy cerca tuyo?

...

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Continuará...







Sentimientos descontroladosWhere stories live. Discover now