Litost

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Holi! Estoy aquí con un capítulo corto, pero supongo que necesario.
No sé, ya no sé nada.
Solo espero que os guste.
Vuelvo a escribir, antes de perder la práctica ;)

Rechazó el que pudo haber considerado su primer cigarro a los diecisiete años.

Lo hizo bajo un manto de estrellas que decoraba la noche de una terraza de vistas fantásticas y rodeado de varias familias que, implicadas únicamente por compromiso, visitaron a su mejor amigo para felicitarle por su cumpleaños.

Lo hizo porque se sentía observado, sus padres merodeaban por el lugar. Pero ahora también comprende que fue el joven más envidiado de la noche, y es que la chica que se lo tendió tenía mil ojos puestos en su perfecta silueta ceñida por un vestido rojo deslumbrante. Y aún así, se negó, y la sorprendió sin mera intención.

Obvió el deseo de la nicotina en su boca cuando aquella prenda, junto con algunas propias, decoraron el suelo de una de las estancias del hogar de su amigo, y ahora obvia el nombre de la susodicha, pues ni se acuerda si acaso era de nacionalidad española ni tampoco si en algún punto de la noche le hizo saber los lazos que le unían a Roi.

Más tarde se contuvo respecto al alcohol.

Aún estando encerrado, prácticamente sin aire puro, en aquel tugurio de mala muerte, algo de cordura conservaba Luis a sus diecinueve, que se mantuvo en sus trece y regresó a la residencia universitaria con una cantidad de alcohol, no demasiado llamativa, derramada en sus venas.

Y hoy día envidia a ese chaval.

Ahora Luis tiene que afrontar la situación con una filosofía distinta, se obliga a hacerlo tras años de ausencia ajena e incorporando nuevas técnicas y factores en su día a día. Algo que implica la presencia de la catalana que no se ha molestado en conocer personalmente, y quisiera evitar tratar en el ámbito profesional.

Pero no puede contener las lágrimas cuando sus ojos las desalojan hacia el manantial que inconscientemente son sus mejillas por momentos. Logra acaparar el agua que vaga en dirección a su barba, pero también se ve en la tesitura de rogarle unos minutos a Aitana, que al ser consciente de su estado de nervios y desesperación, no duda ni prejuzga al prestarle un tiempo de descanso.

La opresión que siente en el pecho le impide al aire introducirse en sus pulmones y, en un lugar así y en compañía de la chica del flequillo, no puede observarse más desprotegido e indefenso.

Logra deshacerse del ejercicio, recula y alcanza los zapatos con facilidad, pues se encuentran a escasos centímetros de la alfombra en la que yacían. Mete el pie en ellos y obvia cualquier formalismo, sabiendo a ciencia cierta que ella, aún estática, observa todos los movimientos mediante los cuales se desenvuelve y con bastante eficacia y velocidad.

—¿Me permites uno de estos? —le interpela él, exhausto, cansado, y con las facciones terriblemente irritadas. Lo hace con el paquete de tabaco en la mano zurda y la restante en el pecho, orientada hacia el nudo de la corbata que empieza a destensar. Todo indica que el joven se encuentra a segundos de explotar, quizá, en un nuevo llanto— Aitana.

El nombre de la chica del flequillo se desliza de los labios de Luis en un ahogo similar a un sollozo. Ella, que presta atención a todas las terminaciones nerviosas del chico, observa que sus piernas tiemblan levemente y que el pecho ajeno sube y baja desorbitadamente, por lo que se decide a dejar pasar aire cuando abre la ventana y le cede sitio junto a esta última, a la que se aventura casi vencido por el dolor que se ha instalado en su pecho desde hace varios minutos.

En estos instantes estaría tratando la ansiedad de su paciente a manual, pero observa que en una segunda calada este cierra los ojos con fuerza, por lo que en esta primera ocasión prefiere observar cómo logra su calma interior, y si se acerca a captarla o no.

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⏰ Last updated: Jul 16, 2019 ⏰

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