Capitulo 9

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Harry no había tenido la intención de ser tan sincero.
Mia arrugó la nariz.
–¡Vaya! ¿Tan molesta te resulto? –aunque lo dijo medio en broma, Harry la notó dolida.
Harry se sentó en la cama, al lado de ella.
–Mia, Silver Glen ya no es tu hogar –la verdad podía doler, pero debían afrontar la realidad–. Has tenido un mal bache, pero pronto lo superarás. Eres muy inteligente y en nada de tiempo encontrarás un trabajo adecuado a tus habilidades. Me alegro de poder ayudarte, te lo debo. Pero los dos sabemos que tu estancia aquí es transitoria. Yo, por mi parte, tuve una relación con una mujer que solo estuvo de paso por aquí y acabó mal. No me gustaría repetir la experiencia.
–Todo un discurso. ¿Te importaría ir directamente al fondo del asunto?
–El fondo del asunto es que te deseo.
Harry le acarició el brazo, consciente de que lo que sentía por Mia era diferente a lo que había sentido por otras mujeres. Además del deseo sexual, sentía una especie de... ternura; pero no era solo eso, era algo más. Mia formaba parte de su pasado, le había ayudado a ser el hombre que era ahora.
Mia se sentó en la cama con la espalda recta.
–Podría decepcionarte, el sexo no es mi fuerte.
–Creo que, dadas las circunstancias, no me quejaría. No lo digo por presumir, pero es posible que no hayas acertado al elegir a los hombres con los que has estado.
–Hombre. Solo ha habido uno.
–Ah, sí, el profesor. Bueno, puede que no sea tan inteligente como él, pero este tema me lo conozco bien.
–¿Estás seguro, Harry?
De nuevo la notó vulnerable.
–Éramos amigos y espero que aún lo seamos. Pero lo que siento por ti ahora... es diferente. Me gustaría ver adónde nos lleva. Normalmente, Harry solo necesitaba un par de copas, una luz tenue y una mujer dispuesta para tener un romance. No obstante, con
Mia le parecía importante decirle antes lo que pensaba.
Por otra parte, tanto análisis no parecía estar haciéndola muy feliz. Con intención de darle tiempo para echarse atrás si así lo quería, Harry , muy despacio, le puso las manos en la nuca. Bajó la cabeza. En ese punto, las mujeres solían cerrar los ojos, pero no Mia, que le observó con fascinación.
–A veces me desconciertas –confesó él titubeante. –¿Por qué?
–Me parece que me estás analizando.
–¿Por qué dices eso?
Harry notó frustración en la voz de ella.
–Eres la única genio que conozco. No me hago idea de lo que pasa por tu cabeza –Harry no sabía por qué estaba hablando con semejante franqueza. Además, veía que era lo peor que podía hacer con Mia.
A Mia le tembló la barbilla.
–Soy como cualquier otra mujer, Harry. Me duele mucho lo que has dicho.
–Perdona.
–Olvídalo todo y haz como si acabaras de conocerme en un bar cualquiera, pero no en el Silver Dollar. Imagina que hemos estado coqueteando y que estamos deseando acostarnos juntos.
En ese momento Harry comprendió lo que ella quería: necesitaba sentirse una mujer normal y corriente. Mia no era una mujer normal y corriente, pero él la estaba haciendo daño al no demostrarle lo mucho que la deseaba. Su intención había sido protegerla.
Harry le subió la camiseta, obligándola a alzar los brazos, y se la sacó por la cabeza.
–¡Qué bonita eres! –murmuró.
Mia tenía la piel blanca y suave, sus curvas eran el sueño de cualquier escultor. Pero no era de mármol, sino de carne y hueso, suave y cálida. Con los ojos fijos en los de ella, le cubrió los pechos con ambas manos.
Mia, por fin, cerró los ojos.
De repente, Harry se sintió como un niño en una tienda de caramelos, sin saber qué probar primero. Empezó por los delicados párpados de Mia, bajó por la perfecta nariz y acabó posando los labios en los de ella. La sensación fue electrizante.
Mientras le masajeaba los pechos y le pellizcaba los pezones, le devoró la boca con la suya. Sus lenguas se enredaron, sus respiraciones se mezclaron. Mia, con una pasión que igualaba la suya, le rodeó el cuello con los brazos.
Harry había supuesto que Mia se mostraría tímida, pero no fue así. Por su parte, se sintió perdido. Mia era una mujer intensamente femenina, aunque hacía poco por mostrar sus encantos. Apenas la había tocado y ya había endurecido.
–Mia...
–Quítate la ropa, Harry. Métete en la cama conmigo.
Mia no podía creerlo, por fin estaba con Harry. Había soñado durante años con ese momento, pero la imaginación no podía compararse con la realidad. Harry tenía la piel ardiente, los músculos pronunciados y duros. Le acarició con deleite. Harry era suyo; quizá solo por una noche, pero suyo.
Perdió algo de confianza en sí misma al verle completamente desnudo. De pie junto a la cama, con los brazos cruzados y los hombros derechos, Harry proyectaba determinación y una inconfundible intención de dominar la situación. El miembro erecto sobresalía del liso y musculoso vientre.
Mia tragó saliva.
–Eres un hombre espectacular –dijo ella con voz queda.
Harry tiró de ella hacia el borde de la cama y le quitó los
pantalones del pijama y las bragas.
Mia era una mujer adulta y no carecía de experiencia, pero necesitó valor para someterse al escrutinio de Harry estando completamente desnuda. Su vientre ya no era liso, y tenía alguna que otra estría.
Pensó que ese era el momento en el que Harry iba a meterse bajo las sábanas con ella, pero él volvió a sorprenderla. Con suavidad, le agarró ambas manos y la hizo ponerse en pie. No era especialmente baja de estatura, pero al lado de Harry se sintió diminuta e indefensa.
La maliciosa sonrisa de Harry la hizo enrojecer.
–Tócame, Mia. Por favor.
Darse cuenta de que Harry la deseaba tanto como ella a él le dio seguridad en sí misma. Se puso de puntillas y le besó, acariciándole los dientes con la lengua. En el vientre sintió el movimiento del miembro de él. Se lo agarró con una mano y lo apretó suavemente. Harry apretaba la mandíbula y el sudor le cubría la frente.
Mia echó la cabeza hacia atrás y le miró a los ojos. –¿Era eso a lo que te referías?
–Maldita sea, me habías dicho que esto no se te daba bien.
Mia apoyó el rostro en el pecho de él y sintió los latidos del corazón. Le rodeó la cintura con los brazos y sintió que algo maravilloso había nacido entre ambos.
–Esto es solo el aperitivo –susurró ella–. Pero no te ilusiones, Harry puede que fracase en el acto final.
Harry se echó a reír.
–Por favor, Mia, esto no es un examen. Además, se supone que soy yo quien tiene que darte placer esta noche, no a la inversa. Ya te tocará a ti en otro momento. Ahora, cielo, relájate.
Harry la alzó en sus brazos, la tumbó en la cama y también se acostó, entrelazando sus grandes y velludas piernas con las de ella, más pequeñas y pálidas. Aunque sujetaba parte de su peso con las manos, Harry la aplastaba contra el colchón, provocándole a ella una respuesta primitiva.
–Me gustas así, duro y desaliñado.
Harry le acarició la garganta con la nariz.
–Ya veremos si dices lo mismo mañana después de que te marque. De haber sabido que íbamos a estar así, me habría afeitado. Mia ladeó la cabeza y le miró fijamente.
–¿Vas siempre tan despacio? Aunque no es que me queje. –Está bien, doña impaciente, ¿tienes preservativos a mano? –¿Eh? No...
–No te preocupes, yo sí. Deja que vaya a por unos preservativos –Harry se levantó de la cama–. ¿No te vas a echar atrás?
Mia se cubrió con una sábana.
–No, no me voy a echar atrás.
Harry se fue corriendo y volvió en un abrir y cerrar de ojos.
Después de dejar unos cuantos preservativos encima de la mesilla de noche, le dio uno a ella.
–¿Quieres ponérmelo tú?
–No, gracias –respondió Mia, dudando de que esa pequeña goma pudiera cubrir el pene de Harry.
Pero Harry se colocó el preservativo sin problemas y se acostó junto a ella.
–Córrete un poco.
–Estás helado –protestó Mia.
–En ese caso, caliéntame.
Esas fueron las últimas palabras que pronunciaron antes de
entregarse por completo al placer físico. A pesar de tener los pies fríos, el resto del cuerpo de Harry ardía cuando se colocó entre sus piernas lanzando un gruñido. Ella le rodeó la cintura con las piernas y alzó las caderas a modo de invitación.
No obstante, Harry no se introdujo en su cuerpo. Con una erección caliente y firme, le acarició la entrepierna. Un profundo placer se apoderó de ella. Un placer que había anticipado, pero lo que no había imaginado era la súbita emoción que la embargó. Le dieron ganas de llorar, pero contuvo las lágrimas, no quería que Harry las interpretara equivocadamente.
Harry era una persona muy querida, era especial, se merecía el amor de una mujer. Le resultaba incomprensible que su exnovia le hubiera dejado; quizá, algún día, se daría cuenta de su equivocación. Aunque, posiblemente, no habían estado hechos el uno para el otro.
La Mia adolescente aún vivía en las profundidades de la Mia adulta. La tímida y retraída chiquilla que adoraba al rebelde Harry ahora deseaba al más estable Harry.
–Te quiero dentro –murmuró ella.
Las pupilas de Harry se dilataron.
–Tus deseos son órdenes para mí, Mia –respondió Harry  bajando la frente hasta tocar la de ella.
Al instante, con un empellón, Harry la llenó. Jadearon al unísono. Mia tragó saliva.
seca. –Así está mejor –logró decir ella con la garganta completamente
Harry le mordisqueó el cuello y se quedó quieto, permitiéndola absorber el efecto de la posesión. El sexo de ella le había recibido con entusiasmo, los músculos internos acariciándole.
El vello del pecho de Harry le cosquilleó el pecho. Le gustaba la sensación. La copulación con Harry tenía una cualidad especial, elemental, terrenal...
Harry movió las caderas y profundizó la penetración. Después, comenzó a moverse despacio, haciéndola gritar de placer. La habitación olía a piel cálida y a ardiente sexo.
–Abre la boca, cielo.
Mia obedeció y Harry le metió la lengua en la boca, imitando con esta el movimiento de sus caderas. La doble posesión la consumió. Enfebrecida y desesperada, le arañó la espalda, sin darse cuenta de lo que hacía.
–Sí, por favor... por favor... –susurró ella.
Harry le dio un empellón tras otro, sin cesar, sin vacilar.
–Vamos, Mia, córrete –jadeó él.
Y Mia lo hizo.
Harry la abrazó mientras ella se retorcía y gritaba. Sentir el orgasmo de Mia, observarla en ese estado de éxtasis, le exaltó, a pesar de haberse negado a sí mismo ese placer hasta el momento. Le estaba resultando casi imposible contenerse, pero quería verla disfrutar.
Cuando Mia, con los ojos cerrados, se quedó quieta, él se salió de ella y le susurró al oído:
–Has gritado mi nombre. Mia abrió los ojos.
–No es verdad.
–Sí.
Bromear con ella era divertido. Pero eso no era lo que quería en aquel momento.
–Pronto te dejaré dormir –le prometió Harry , aunque no estaba seguro de lo que había prometido.
Harry se tumbó boca arriba y se colocó a Mia encima. Después, tras colocar el miembro en el sexo de ella, volvió a penetrarla.
Mia, con súbito arrebato, abrió la boca.
–¡Oh!
Harry arqueó las caderas, subiendo y bajando con movimientos
rítmicos y potentes. Mia se agarraba a sus hombros, el cabello le caía por el rostro y los pechos se le balanceaban.
Harry subió la cabeza y le mordió un pezón. Mia gimió. Y cuando los músculos internos de Mia le presionaron el miembro, perdió el control. Con movimientos frenéticos, se lanzó a la consecución de un sublime placer...
Unos brillos amarillos le nublaron la vista. Un incontrolable temblor le dejó sin fuerzas. Un calor insoportable le paralizó la entrepierna y alcanzó la cima del éxtasis con un grito.

Una oportunidad para amar |HS|Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon