Capitulo ocho

552 34 5
                                    

Mi espalda estaba apoyada contra el frío mármol de la pared del hospital. Sin conseguir cerrar los ojos volteo a mi derecha ,Simon estaba sumido en un profundo sueño del que nadie podría hacerlo despertar. Se encontraba mal sentado sobre el incómodo asiento con su brazo izquierdo posicionado en la parte posterior de su cabeza y el derecho descansando sobre su estómago , acompañado de unos molestos ronquidos que seguramente despertarían a medio hospital en cualquier segundo.

Miro la hora: 7:39 am.

Suspiro con frustración y me froto las sienes. Ladeo mi cabeza hacia la izquierda, Shawn parecía el más cómodos de los tres. Su cuerpo pequeño encajaba a la perfección en aquellos asientos de plástico.

Cerré los ojos nuevamente para intentar dormirme de una buena vez. Pero al ver que no lo consigo, me levanto de mi asiento y me dispongo a caminar por el largo pasillo del hospital. Sé que sonará un poco rudo, pero por mi los doctores podrían irse al diablo. Saben perfectamente que la gente se preocupan por sus seres queridos y ellos se limitan a contestarte con monosílabos y a hacerte esperar en esos incómodos asientos durante horas y horas.
Me asomo a la habitación en la que mi madre se encuentra, pero para mi sorpresa la puerta estaba abierta. Frunzo el ceño confundida y me acerco a la enfermera de turno. Cuando le pregunto por mi madre ella se limita a asentir con la cabeza y a humedecerse los labios para contestar:

-¡Oh! Lo siento mucho querida, la han trasladado a Terapia Intensiva-su sonrisa de comercial me dan ganas de estrellarla contra la pared que tengo a mi lado. ¿Es que a nadie se le había ocurrido avisarme por lo menos?
Suspiro con pesadez y me paso una mano por la frente. La enfermera desaparece por el pasillo alisándose su bata.

Me doy media vuelta y me vuelvo a los asientos. Me siento y cubro mi rostro con las manos, suspiro una y otra vez. Siento como una mano me golpea por encima de las mías. Sobresaltada me vuelvo hacia mi izquierda por donde provenía el golpe y observo a Simon estirándose en su lugar.

-¿Por qué has hecho eso?- le pregunto
-¿El qué?
-Golpearme en la cara.
-Oh. Te veías muy quieta, sólo quería alterarte para confirmar mi teoría de que no te habías convertido en estatua.
-¿Qué?
- So - me mira con una mirada juguetona y yo no puedo evitar reír al escucharlo decir semejante estupidez.
Simon es la persona indicada para este tipo de situaciones, definitivamente no podría haber elegido un mejor amigo.

Mamá SolteraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora