Capitulo uno

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Capitulo uno

-Mamá, ¿dónde estás?-me llamó Shawn

-Aquí, en la cocina-le respondí

-Mamá, te habla la abuela al teléfono-me avisó mientras me lo tendía.

-Muchas gracias , cielo. Ve a jugar, yo te aviso cuando está lista la cena.

Con mi mano coloqué el teléfono entre mi mejilla y el hombro derecho para seguir cocinando.

-¿Mamá?

-Hola , querida. ¿cómo has estado?

-Pues no sé si llamarlo “bien”, tengo un dolor de espalda que me está matando.

-¿Has ido al médico?

-Claro que lo he hecho, me recomendó ir a un masajista para quitar las contracturas, pero no he tenido tiempo. El trabajo, la casa, Shawn.

-¿Por qué no pides una cita? Yo me quedaré con el pequeño, si te parece.

-Te lo agradecería mucho, mamá. Dime, ¿cómo has estado?

-Bastante bien, de hecho. Ya casi no necesito ayuda para ponerme de pie-rió.

-Eso es excelente, mamá.

-El doctor Boomer dice que si sigo como hasta ahora, en par de años podría hasta correr una maratón-ambas soltamos una carcajada.

-Me alegra oír eso. No sabes lo feliz que me hace.

-Mamá, tengo sueño-mi pequeño se acercó a mi vestido  y tiró de él mientras se frotaba los ojos. Yo sólo le acaricié la cabeza tiernamente y volví a la llamada con mi madre.

-Madre, te llamo mañana luego de programar la cita con el masajista. Shawn ya quiere irse a la cama y todavía no le di de cenar.

-No te preocupes, mi niña. Ve tranquila, te amo.

-Yo te amo más mamá. Adiós-y dicho esto colgué la llamada.

Siempre me hacía bien hablar con mi madre. La amaba incondicionalmente. La amaba por ser como era. Siempre ser preocupaba más por el resto que por ella misma, y eso a veces me perturbaba.

-Ven cariño, mamá te ha preparado algo delicioso-le sonreí a mi hijo de un año y medio. Lo tomé en brazos y lo senté en su pequeña silla junto a la mesa al lado mío y con el televisor encendido con un canal infantil para Shawn puesto.

Comencé a darle poco a poco su comida haciéndole el típico “avioncito” para incentivarlo a comer. El niño gustosamente y con una sonrisa aceptó la cuchara que le ofrecía. Me encantaba ver como fruncía los labios para adentro dando a entender que le gustaba.

Le acaricié su mejilla. Miré sus ojitos celestes, eran hermosos y brillaban como las dos estrellas de nunca jamás. Me sonreía con la boca bien abierta y podía notarse que todavía los dientes estaban creciéndole. Pasé mi mano por su cabecita, sacando algunos pequeños nudos de su castaño pelo.

El bostezo que dio me indicaba que era la hora de llevarlo a la cama. Lo tomé en brazos, Shawn se agarraba de mi cuello y eso me daba mucha ternura. Lo llevé a su cuna, la cual estaba al lado de mi espaciosa cama, sólo por precaución. Dejé su pequeño cuerpo sobre el colchón y le di un sonoro beso en su frente. Él apenas tembló al contacto, y por alguna razón eso me causó gracia. Pero procuré no hacer mucho ruido para no despertarlo.

Volví a la cocina para limpiar los trastes. Después me fui al baño, donde me lavé la cara y los dientes. Me amarré el cabello en una cola de caballo alta para no pasar calor durante la noche y luego fui a la habitación para colocarme mi pijama. En mi mesa de noche visualicé mi viejo portarretrato. Él y yo nos sonreíamos con nuestras frentes unidas y disfrutando de un hermoso día de campo. Lo extrañaba. Pero debía aprender a vivir con ello.

Mamá SolteraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora