—Nos contaron que estabas de vuelta y no podíamos perdernos a la escritora favorita del pueblo —explicó con énfasis, Gisela mientras aplaudía sin motivo ni razón. Tal vez era algo que hacía siempre—. No podemos creer que seas tan famosa. ¡Nos tienes que contar todo!

Entendí que estaban buscando de mi y me quedé en silencio pensando que era lo que iba a hacer. Mi mente recordó todas las veces que esas chicas me habían vuelto loca o directamente la cantidad de oportunidades en las que me habían hecho llorar. Fui infeliz por culpa de esas chicas, sufrí y creé inseguridades que incluso en ese momento sentía. Laura había sido mi amiga del barrio, aquella con la que podía contar en todo momento, pero cuando nunca estuvimos juntas en el colegio. Ella iba a un colegio especial en donde todos eran incluídos, llevaban guardapolvo y podían peinarse como querían. ¡Hasta tenían las uñas pintadas! En cambio yo me la pasaba con el cabello super atado, pollera en pleno invierno y vivía con esas ricas del pueblo que solo me hacían sentir mal.

Ahí estaba el momento que tanto había deseado cuando era niña. Finalmente me miraban, admiraban y querían ser mis amigas. ¿Iba a vengarme por todo lo que me habían hecho sufrir? ¿Iba a demostrarles que yo estaba hecha de otro modo y que no las necesitaba? Quise hacerlo, pero finalmente terminé entregándome a lo que más deseaba en el mundo. Ser aceptada.

—No saben lo lindo que es vivir en Nueva York —solté con total ego y ellas sonrieron divertidas, dispuestas a escuchar todo lo que tenía pensado decirles.

—Te esperamos hoy en el bar de siempre en Avenida Massey —dijo Yanina cortando con mi momento de estrellazo. Yo solamente me dediqué a observarla y comprendí que ella también quería ser la estrella. Había estirado una de sus manos para detener mi charla y noté al instante que fue para mostrarme un enorme anillo que tenía en uno de sus dedos. Me estaba diciendo algo: ella tenía mejores cosas que contar.

Acepté, conocía el bar, quedaba en la misma cuadra que el anterior al que había ido con Julian y cuando pensé en eso observé a Maria José. No me miraba a los ojos, estaba cruzada de brazos observando hacia el interior de la casa. Me puse frente a ella y levantó la mirada para enfrentarme, estaba segura que ella sabía que había tenido una cita con su ex. Su expresión no me sorprendió, seguía siendo la misma fría de siempre y se la notaba obligada. No quería estar ahí, me daba cuenta a kilómetros de distancia por más que Yanina y Gisella quisieran demostrarme lo contrario. Nuestras miradas se cruzaron y en ningún momento me bajó la mirada, haciéndome a mi bajarla como cobarde. No había hecho nada malo, pero sentía que le había fallado aunque no sabía exactamente la razón.

Yanina hizo un gesto y las tres me saludaron, unas con más ganas que otras, para marcharse por donde suponía que vinieron. Me quedé en la puerta, observando sus cuerpos perfectos caminar por las calles que antes había recorrido llorando por culpa de ellas.



—No entiendo porque vas a encontrarte con personas que te hicieron llorar.

Obviamente Julian no entendía la gravedad del asunto y quería molestarme a toda costa. Me había perseguido toda la tarde sabiendo que iba a salir y me acosaba en cada rincón de la casa, ya ni me preguntaba que hacía en algunos lugares. Estaba sacando de la valija otro vestido negro que no era de la suerte, pero para mi todos lo eran y unos zapatos asesinos rojos que amaba. Lo observé a Julian, levantando una ceja y demostrando que quería cambiarme.

Él, en cambio, se cruzó de brazos dándome a entender que no iba a moverse. Parecía no querer moverse y amagué a caminar hacia el baño, aunque él se puso en mi camino impidiendome pasar. Estaba acorralada en mi habitación una vez más, tenía que empezar a buscar soluciones en vez de quedarme atrapada.

Odiaba cuando hacía eso, cuando me dejaba atrapada entre él y su cuerpo porque sabía que estaba planeado. Era parte de su manera de ser, era mi personaje creyendo que yo era parte de su novela y haciendo esas cosas que cualquier personaje femenino amaría. Lo observé a los ojos, dispuesta a no perder una vez más y a ser capaz de derribarlo con solo mi mirada. No podía dejarme vencer por el personaje de mi novela, yo no era así. Tenía que demostrarselo.

—No entiendo cual es tu problema —le respondí levantando el mentón porque era alto, mucho más alto que yo. Julian dio un paso más hacia mi y pude sentir el calor de su cuerpo cerca del mío, demostrando que era real. Estaba frente a mi, el personaje de mi novela que deseaba desesperadamente y que no podía darme más que eso. Deseo. Vestía una bata y mi pijama, que no me había sacado en ningún momento, pero el vestido en mis manos era mi escudo—. ¿Cual es tu problema? Son mis compañeras de secundaria, solo voy a pasar un momento con ellas.

—Desde que llegaste lo único que has hecho es tratar de tener una relación con tus compañeros de secundaria —trató de hacerme ver algo que no tenía sentido. Era obvio que iba a tratar de reencontrarme con gente luego de mucho tiempo. Era lo divertido de volver al pueblo, duh—. Y lo único que te has llevado son decepciones. Tu crush es un rata, uno es un ladrón de la ciudad y luego tienes a tres falsas queriendo ser tus amigas porque tienes muchos seguidores en instagram.

—¿Y cuál es el problema? —volví a repetir, furiosa. Volví a dar un paso más, enfrentándolo por completo y haciendo que nuestros cuerpos se tocaran. Su pecho chocaba con el mío, haciéndome respirar al mismo tiempo y por un momento creí que iba a hacer algo con aquel roce leve. Quería tanto que a veces me nublaba la vista.

Una de sus manos subió a mi rostro y tomó mi barbilla con la mano abierta, manteniendo mi mirada firme por más que quisiera escapar. Me latía el corazón y era una tontería, pero me costaba pensar con tranquilidad en ese momento. Estúpido personaje de un libro. Yo misma lo había creído y yo me estaba muriendo por él. Su mano libre logró colarse entre mi bata, casi abriendola un poco y fue hasta mi cintura, acariciando la piel que el pijama dejaba ver por quedarme corto.

Tragué. Realmente hacía calor. ¿El verano en Argentina era tan caluroso?

—Sabes cual es el problema, no son reales —me dijo finalmente haciéndome temblar con lo ronca que era su voz en ese momento. Me había detenido en sus ojos, pero me perdí un rato mirando su boca que nunca me había resultado tan interesante. Me imaginé besándolo, simplemente estirandome para conseguir alcanzar su boca y todo lo que venía después, que por un momento me importó muy poco mis ex compañeras—. Solo buscas la atención de gente que no te merece. Estás perdida y lo único que haces es perderte mal. Su amistad no es real.

Algo en mi se rompió cuando dijo aquello, porque si bien era verdad, no quería escucharlo. No necesitaba que alguien me dijera qué cosas pasaban en mi vida, que era real o no, que merecía o no. Aquello me molestó y rompió un poco la burbuja en la que Julian me había metido. Moví mi cabeza con un rápido movimiento y logré que él me quitara las manos de encima.

—Tu no eres real y mira en donde estamos.

Julian se mostró confundido, como si algo no hubiese salido bien de su discurso y me dejó irme cuando pasé a su lado. Resultó ser bien fácil escaparme de él y mientras iba a cambiarme al baño, no volví a mirar atrás.




¡Tengo un nuevo capitulo de Shirley! Lamentablemente tardé por muchas razones, pero no creo que sean de interés para la novela. La novela participa de los Wattys, así que si les gustó no se olviden de votar y comentar que ayuda un montón :) Muchas gracias por estar ahí!

El karma de Shirley [YA EN LIBRERIAS]Where stories live. Discover now