Capítulo 13: Simon

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Regresar a la casa sin que notaran mi ausencia fue lo más sencillo de todo. Tanto Robert, como Hilary, estaban profundamente dormidos, y jamás se enteraron de mi aventura nocturna. Sonreí con picardía, pues no tenían idea de que había estado horas fuera del edificio, y probablemente nunca lo sabrían. En poco tiempo, me acosté en mi cama. Todo había sido demasiado sencillo...

A la mañana siguiente, desperté sobresaltada al oír muchas voces provenientes del comedor. Había otra persona en la sala además de Hilary y Robert. Me acerqué para saber quién era nuestra visita, y por qué no había sido notificada de ésta. Me asomé con cautela para poder ver lo que sucedía sin que ellos lo notaran.

— ¿Cómo que se adelantó? Te esperábamos para la semana que viene— gritaba Robert. Fruncí el ceño. Parado en el medio se encontraba un adolescente. Parecía mayor que yo, pero no era demasiado alto. Su pelo castaño estaba corto, y sus ojos eran de igual color. Llevaba ropa casual: unos bermudas a cuadros, y una camiseta suelta color blanco. ¿De dónde venía? ¿Quién era?

— Sí, hubo un error. En el correo que ustedes recibieron decía catorce de Julio, pero en realidad era el siete— se excusaba el joven con cansancio.

— Hijo, está bien... pero realmente nos tomaste por sorpresa— dijo Hilary acercándose para abrazarlo. Al ver que él se disponía a dejar las maletas en su habitación, regresé a toda prisa a la mía. Al fin conocía al hijo del que tanto hablaba la pareja, y sin embargo, él no me conocía a mí. Apostaba a que sus padres ni siquiera le habían comentado nada sobre mi presencia. Qué sorpresa se llevaría...

— ¿Rachel, estás despierta?— preguntó Hilary entrando. Me senté sobre la cama dispuesta a oír qué era lo que deseaba decirme.

— Necesito que vayas a la tienda de al frente, y me compres todo lo que hay en esta lista— susurró ella tendiéndome una hoja de papel, y otorgándome unos cuantos billetes. ¿Qué clase de forma de sacarme de su casa era esa? Era evidente que me querían fuera de allí, al menos por un tiempo.

Asentí sin rechistar, y, a los pocos minutos, me encontraba en las abarrotadas calles nuevamente. Mientras caminaba, me perdí en mis propios pensamientos. Había algo en ese chico que me llamaba la atención, y no tenía idea de qué. Comencé a imaginármelo de nuevo creando una imagen en mi cabeza. No había nada extraño en él, ¿por qué sentía que había algo que no estaba notando?

Los empujones que la gente me proporcionaba al cruzar el semáforo me devolvieron a la realidad. Llegué a la tienda, y busqué todo lo que indicaba la lista: leche, pan, harina, galletas, cereales... Tardé en encontrar todo, pero lo logré. Cuando ya había metido los alimentos en el carro, me dirigí hacia una de las vendedoras para pagar. Poco a poco ella cargó todos los precios en una computadora y los sumó. Una vez que el resultado final se me fue revelado, no estaba del todo sorprendida. Pagué, y emprendí el camino de regreso al departamento.

Mientras caminaba a cuestas arrastrando una bolsa pesada detrás de mí, alguien pasó a mi lado con tal rapidez, que me hizo perder el equilibrio y caer. Desde el suelo pude ver como alguien se alejaba en una patineta a lo lejos. Maldije para mis adentros, y recolecté todo. Por suerte, no faltaba nada.

Una vez de vuelta, dejé la bolsa con las cosas en la mesada de la cocina, y me dispuse a presentarme ante el muchacho. Lo busqué por toda la casa, pero ya no estaba.

— ¿Dónde está su hijo?— le pregunté a Robert, quién se estaba preparando para ir a trabajar.

— ¿Cómo sabes que él está aquí?— devolvió intrigado.

— Los he oído hablar— dije exasperada.

— Él salió— me informó con sequedad. ¿Se había ido? No había podido presentarme siquiera. Comencé a enfadarme. ¿Por qué se empeñaban tanto en que no lo conociera?

Sunlight (ya disponible en físico)Where stories live. Discover now