➳ Prefacio ➳

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Los grandes bosques de Gélida rebosaban de altos pinos cubiertos en nieve, de montañas tan altas e imponentes a la lejanía; Se rodeaba de ríos congelados y caminos cubiertos en escarcha. Un lugar en donde el invierno era eterno.

Los días eran blancos y fríos, húmedos en momentos y secos por las noches. Quedarse sin la protección de un abrigo durante las temporadas más violentas, podrían causar una fuerte y violenta hipotermia. Solo aquellos quienes llevaban el hielo en la sangre eran aquellos que no se resentían contra el frío.

En los días calmos de otoño, la brisa se tornaba más y más fría conforme la noche se acercaba, el cielo grisáceo mostraba los indicios de un atardecer. Así, entre los árboles altos y de troncos maduros, dejando un rastro en la nieve de sus propias huellas, lo miró a la lejanía paseando por la nieve.

El lobo se mantenía atento, lo notaba; como siempre mantenía la cabeza en alto mientras sus pisadas eran casi imperceptibles; su aliento era el único ruido que se oía de él, respirando agitado tras haber corrido por toda la extensión de los jardines desde casa. Sus orejas se movían en señal de tratar de escuchar a su alrededor, siempre alerta. Su ágil olfato se aseguraba de que ninguna presencia indeseada se acercara.

Era su instinto... proteger.

Louis alzó el mentón y con una voz delicada y aguda, le llamó en voz alta:

—Ollie —. El lobo huargo volteó a ver inmediatamente a su dueño una vez que su nombre fue pronunciado. Enseguida, el animal se acercó con premura hasta el chico delgado que le sonreía, peinó su corto pero esponjoso pelaje con sus frágiles manos, pasando sus dedos a través de sus orejas que eran de un tono marrón rojizo. Ollie se volvió dócil bajo su tacto de inmediato y no tardó en sentarse frente a él para protegerlo.

El lobo era pequeño para tratarse de un raza huargo, pues a penas y le llegaba a la altura del pecho, cuando el que pertenecía a su padre era al menos dos veces más grande. Aun así, a Louis le gustaba más el tamaño de Ollie, era más ágil y rápido. Y aún podría protegerlo de cualquier humano que osara con acercársele, ya fuera un alfa o no.

Louis se sentía seguro con él.

—Lord Tomlinson —, escuchó que le llamaban desde varios metros atrás.

Los guardias ya comprendían que no debían acercarse tanto al muchacho si su lobo estaba cerca; Ollie estaba instruido para atacar a todos los extraños si Louis no comandaba que se detuviera. Mantener una distancia prudente era lo ideal. Pero de todas formas, Ollie se encontró gruñendo y tensándose para cuando su amo se dio la vuelta.

— ¿En qué puedo servirle, Ser Peyton? —pronunció de manera fuerte y clara, posando la mano sobre el lomo de Ollie como señal de tranquilidad. El animal volvió a sentarse con gracia pero no dejó de estar firme al mirar al caballero.

El hombre de mediana edad y barba espesa, miró a su lord con ojos cansados pero sinceros. Era el caballero más importante de su casa y su padre lo había dejado al cuidado de su familia cuando marchó a la capital de Gélida para pelear en La Guerra De Las Casas. Sabía que si venía personalmente para comunicarle algo, seguro se trataba de un asunto serio, así que se tensó.

Sintió su pecho endurecerse.

—Se trata de su padre, mi Lord —, comentó con emoción. —Ha vuelto.

Louis suspiró de alivio.

(...)

Dragonscale [l.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora