7. Aseo

282 22 8
                                    

Dos semanas.

Hacía dos semanas desde que Etihw y yo compartimos la tarta y desde entonces no habíamos pasado tiempo a solas. No después del tan bochornoso momento en el que nos encontramos y era tanto el miedo a sentirme vulnerable otra vez que no estaba preparado para afrontarla.

Recuerdo cuando llevábamos un buen rato sin hacer nada, siendo incapaz de mirarla a la cara. Algo en mí me decía que Etihw estaba llorando y yo era un simple estorbo pero, por algún motivo que aún no logro comprender, no me pude levantar, mi cuerpo se sentía completamente paralizado.

No fue hasta que Wodahs llamó a la puerta informándonos de que la cena estaba lista que me levante para irme. Susurré un simple "hasta ahora" y salí sin siquiera mirarla. Y ese fue el último contacto que tuvimos.

Ni su típico buenos días matutino, ni su pequeño plan para tratar de entablar una mínima conversación o, si tenía suerte, dar un paseo por los alrededores del castillo. Nada.

Todos aquellos que estuvieron más o menos atentos a nuestro avance se sorprendieron de este gran salto hacia atrás, ¿En qué momento la dios desistió en sus intentos para congeniar con lo bien que iba? No lo sabían, y eso trataron de averiguar. Primero fueron a sonsacarle todo a Etihw, recibiendo muchas largas por su parte sin obtener lo que buscaban, y después lo intentaron conmigo.

Wodahs entró en mi cuarto. Creo que fue la primera vez que lo hizo desde que comencé a vivir aquí. "Qué ha pasado" preguntó severamente, estaba preocupado y no iba a endulzar las cosas cuando ambos sabíamos a qué había venido.

"No quiero culparte, pero es difícil no hacerlo". Eran unas palabras que sonaron terriblemente dolorosas. ¿Era mi culpa que ambos compartiéramos ese momento de sinceridad tan sofocante? Nadie podía culparme, pero todos lo hacían, y la verdad es que era entendible.

No dije nada, continué recogiendo el escritorio donde tenía varios libros esparcidos y entré en el baño dispuesto a darme una ducha. El ángel comprendió la indirecta y sin añadir nada más se fue por donde vino y con ello, nadie tocó el tema otra vez.

Ahora me encontraba ordenando la habitación. Tampoco tenia ganas de ir a bailar, realmente llevaba varios dias donde apenas salía de mi cuarto para no encontrarme con ella, porque si, la evitaba.

La puerta se abrió suavemente alertandome por el camino, pero me relajé al darme cuenta de que simplemente eran mis molestas gatas buscando atención.

-¿Qué habéis hecho?- cuestioné autoritario, sabía que hicieran lo que hicieran si no se sentían acorraladas, no iban a confesar, pero nunca estaba de más intentarlo.

-No hemos hecho nada, señor Kcalb.

-Señor Kcalb, nada hemos hecho.

Suspiré, necesitaba respirar de una vez si no quería volverme loco, y ellas eran mi pequeña solución. Sentado en el sofá, se posaron encima de mi regazo y las comencé a acariciar suavemente. A Ater le gustaba que la rascara detrás de las orejas mientras que a su hermana, Arbus, la acariciase con delicadeza el lomo. Parecían realmente adorables e inocentes. Quién diría que estas dos bolas de pelo son unas cabronas que se dedicaban a trastear e incordiar.

Necesitaba esto y no lo sabía hasta ahora. Se sentía muy bien poder bajar la guardia y no sentir que en cualquier momento alguien va a invadir mi espacio personal. Pero esa paz duró relativamente poco.

-La comida está casi lista, Kcalb.

Suspiré, las dos mininas ladearon la cabeza dándome a entender que no sabían porqué estaba asi, aunque en el fondo sabia que ellas entendían mi frustración. Esperé a que se apartasen y me levanté sin mucha prisa tampoco. Miré mi reflejo en el espejo y casi me asusto al verme. Tenía el pelo enredado entero, unas ojeras enormes que se veían a kilómetros y demostraban que llevaba tiempo sin dormir bien y sentía que había adelgazado más de lo que me gustaría.

El vals de las torturas [Etihw X Kcalb]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora