4. Avances

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Extrañamente hoy se había convertido en un dia diferente. La rutina seguía siendo la misma, me desperté y tras asearme a las 10:27 Wodahs llamó a mi puerta avisandome de que el desayuno estaba listo. Pero lo que se había vuelto diferente era el ambiente que creamos los dos viejos enemigos y nuevos aliados ese día en el castillo.

Las pesadillas no habían cesado, y tampoco tenían motivo para ello. En realidad, hoy habían sido más intensas, aunque no entendí qué hice para sentirme peor. Tampoco quise buscarle un significado y simplemente salí al salón principal.

Me senté en frente de Etihw y mi hermano nos trajo el desayuno a ambos. La dios, como acostumbraba a hacer diariamente, sacó tema de conversación.

–¿Y que tal has dormido?– una pregunta inocente a ojos de cualquiera, pero entendí sus verdaderas intenciones y por una vez fui sincero, de nada servía mentir a estas alturas.

–Bastante mal, pero contradictoriamente me siento más descansado, ¿Y tú?

–Hoy he dormido bien, aunque otra vez me ha costado conciliar el sueño.

La dios sonreía levemente, lo más seguro que de forma inconsciente pero yo me di cuenta y sólo lo ignore. No quería que por mi culpa serenase el rostro, me agradaba ver esa nueva parte de ella más despreocupada, aunque sabía que no era su personalidad al cien por cien, pero era un comienzo.

–¿Quieres ir a dar un paseo por el Jardín Gris, Etihw?– pregunté de manera amable.

Wodahs dejó caer la jarra que traía con zumo de arándanos y palideció. Entró con intención de ofrecernos algo de beber y me asusté un poco al ver como reaccionó.

–Hermano, ¿Estás bien, te encuentras enfermo?– le pregunté preocupado al ángel a la par que me levantaba a socorrerle– te dije que si te encontrabas mal me lo dijeras, que te ayudaba con tus tareas.

El peligris no salía de su estado de shock, ¿Llevaría varios dias con la salud en mal estado? Me sentía peor porque solo me había preocupado por mis problemas de los cuales no tenía derecho a quejarme sin darme cuenta de las personas a mi alrededor que lo estaban pasando mal.

–Kcalb... Debería preguntarte eso a tí, ¿Acaso acabas de proponerla un plan?– inquirió Wodahs asombrado, entonces se dió cuenta de su impertinencia y se disculpó.

–Ayer estuvimos hablando un poco y puede que haya tenido misericordia– comentó Etihw burlona. Me molesté un poco, no era que me diera aires de grandeza, sino que era difícil lidiar con ella.

–¿Acaso pretendes que años de guerra sean olvidados con un plato de tortitas, un par de flores y una conversación sobre qué tiempo hace?– exclamé irritado.

El ángel se puso a la defensiva, pero la carcajada que soltó la dios nos dejó perplejos a los dos. Yo me fui afuera, a cualquier sitio menos cerca de ellos.

–Kcalb... Espera un momento...– entre risa y risa junto con alguna lágrima que se le saltaba, trató de frenarme en vano pues sólo la ignoré. Me había sentido tremendamente insultado y no iba a detenerme para seguir siendo humillado de esa forma.

Estaba por salir por la puerta del castillo cuando la dios me agarró del brazo y tiró fuertemente de mí. Estaba jadeando y los ojos los tenía aguados todavía.

–Con calma... Que hace mucho... Que no entreno...–me pidió la pelinegra. Decidí escuchar lo que sea que tuviera que decir, esperando que terminara rápido para poder irme. Ya sentía un nudo en la garganta y me estaba empezando a agobiar.– No te lo tomes a mal, Wodahs sólo estaba sorprendido nada más, entiendele.

–¿Qué le entienda? Os estáis riendo de mi en mi jodida cara y pretendes que le deje tan tranquilo, no creas que es fácil para mi tener que superar todo esto, intento tener iniciativa y parece que he cometido un crimen.

–Precisamente porque siempre me decías que no a los planes que yo proponía, le ha sorprendido que hayas hecho tú uno.

Me solté de su agarre y me di la media vuelta, no iba a tolerar que siguieran metiéndose conmigo de esa manera.

–Oh venga ya, no seas tan orgulloso, solo le ha tomado desprevenido, y te pidió perdón– trató de picarme Etihw. Estaba tremendamente avergonzado y no me atrevía a mirarla a la cara– Y por cierto, me encantaría ir a dar un paseo por el reino contigo, dame cinco minutos que me cambie de ropa y vamos si quieres.

No podía decirla que no, al fin y al cabo la idea la tuve yo asi que simplemente asentí y esperé a su regreso pacientemente.

La dios apareció con su habitual ropa y su túnica. Se acercó sonriente a mí y simplemente esperó a que tomase la iniciativa.

–Bueno, tu me guías a donde quieras ir.

Dimos un paseo saludando a los civiles que nos miraban asombrados, pues no era común vernos tranquilamente charlando sin estar gritandonos o amenazandonos de muerte.

Acabamos yendo por un camino que llevaba a una zona floreada tras haber visitado el parque de manzanas y haber recolectado alguna para comer más tarde. Estaba pasando un día bastante agradable con Etihw, cosa que no pensé que diría en toda mi vida.

De la nada, un ángel chiquito apareció y corrió a abrazar a la dios de este mundo. Por lo pequeño que era solo podía llegarla hasta la rodilla.  Apretó con fuerza las telas de su vestido arrugandolas y, con una mirada de desprecio se dirigió a mí.

–¿Qué la estás haciendo a dios, demonio estúpido?

–Hey pequeñín, eso no está bien, pídele perdón ahora mismo.

Etihw trató de obligar al niño a disculparse, pero el crío se rehusaba a ello. Esto era habitual teniendo en cuenta que las heridas no habían sanado y obviamente tardarían mucho en cicatrizar, pero había dolido y mucho más de lo habitual. Era triste pero el pequeño avance que realizamos se vio opacado por la opinión sincera de un niño que estaba sufriendo todas las consecuencias de nuestro orgullo y negligencia.

–No te preocupes pequeño, si yo ya me iba, no quiero incomodar– traté de seguir apaciguado, y antes de que Ethiw dijera nada la pedí un favor– Acompañale a casa, debe estar perdido.

Ella sabía que eso era mentira, era una zona bastante concurrida, pero no objetó nada y solamente asintió mientras agarraba de la mano al niño y se iba.

Yo me senté en un banco, observé mi reflejo en el agua cristalina del océano y me angustié. Tenía la misma imagen de rey asesino que todos conocían y, aunque mi manera de vestir había cambiado, sentía que no estaba completo. Quería alejarme todo lo posible de mi pasado.

Entre lamentos, cogí un gran mechón de mi largo pelo y con una pequeña navaja que tenía encima siempre, me lo corté. Las largas melenas que antes eran un símbolo de mi poder ahora no eran más que un doloroso recuerdo que me acompañaba allá a donde fuera.

Y sin poder evitarlo, sin quererlo, deseando que terminase ya, los recuerdos de toda la gente que murió por mi culpa volvieron a acechar.

[Otra vez más, el vals de las torturas vuelve a sonar.]

El vals de las torturas [Etihw X Kcalb]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora