Carta No Entregada

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La llovizna que caía sobre Lima durante aquella noche era tal que Noemí podía tomarlo como ejemplo a la hora de sustentar porqué odiaba el invierno. El llanto incesante de las nubes la había agarrado desprevenida en su camino desde el hotel hacia su casa y, para colmo de males, la acera se ponía cada vez más resbaladiza mientras que el agua comenzaba a empozarse sobre las grietas y los huecos de la pista, formando pequeñas lagunas tan turbias como el techo de nubes que cubría el firmamento de la capital desde junio hasta septiembre de cada año.

Noemí se alejó lo más que pudo de la vía de asfalto deteriorada, ya que temía que algún maldito hijo de puta pase a toda velocidad con su automóvil y salpique con regulares cantidades de lodo a su colorida vestimenta de marca; sin embargo, pronto algo llamó su atención a no muchos metros del edificio de cinco pisos de donde había salido junto a su enamorado, y no provenía exactamente del lado seguro de la vereda.

Se aproximó raudamente y cerciorándose de que no había carro alguno a la vista, se agachó para rescatar del charco lo que parecía ser una hoja de papel doblada en cuatro, pero arrugada como si le hubiera resultado inservible a quien escribió o dibujó sobre ella. Ni ella misma terminó entendiendo porqué había hecho eso, pero extrañamente la había invadido una insaciable curiosidad que la obligó a desdoblar el folio que en realidad era una carta, la cual no leyó hasta ponerse a salvo de una ambulancia que con sus sirenas escandalosas y a toda velocidad pasó por la pista desatando una salpicadera de lodo que, por fortuna, solo atentó contra su metálica blancura. Fuera de peligro, Noemí volvió a desplegar la misiva simplona y comenzó a leer las líneas escritas con tinta negra que misteriosamente no se habían dañado gravemente por el contacto con el agua:

"Para Noemí de Gustavo: No sabes cuánto tiempo he esperado que llegara este momento, que si bien es cierto no es lo mismo que una conversación cara a cara, por lo menos me permite expresar lo que he venido callando hasta ahora. No sé si te habrás dado cuenta, pero desde la primera vez que te vi me llamaste demasiado la atención; no lo puedo explicar con exactitud, no encuentro palabras para ello, pero sinceramente algo dirigió mis pupilas hacia ti, solo hacia ti de entre las demás que nos acompañaban en aquella noche. No sé si fue tu piel blanca, tus labios rojos cual jugosa granada, tu cabello largo oscuro como tus pupilas que se abren desde el ocaso como las flores nocturnas y tu cuerpo de niña que pareciera aún desconocer el resultado del cuadrado de la suma de la pasión y el roce de los cuerpos; o tu dulzura, tu amabilidad, la curva de tu sonrisa, tu tierna voz, tu candor y tu opio, lo que hizo que me gustaras a primera vista, sin antes saber tu nombre. Es un misterio más por resolver.

Pero pronto me enteré que ya había un dueño en tu corazón y con el dolor de mis sentimientos tuve que quemar en el fuego oscuro del olvido mis estrategias de conquista para consolarme con el papel de tu mejor amigo; todo con tal de estar tan cerca de ti como Mercurio lo está del sol. Y así fue que, en contra de mi voluntad, te ayudé muchas veces a solucionar los problemas con tu ex enamorado, aquel que solo se sentía feliz teniéndote desnuda en una cama mientras que yo solo me muero por hacerte el amor contemplándote de la misma forma que el astro rey contempla a la Tierra sin tocarla, pero regalándole calor. Te ayudé, porque amar también es verte feliz aunque no sea conmigo.

Sé que soy un chico raro, que parezco anticuado por mi forma de vestir y mis gustos, y que no tengo ni el abdomen marcado ni los bíceps desarrollados; pero tengo un corazón que busco salvar de la oscuridad con tu luz, con la luz de tu forma de ser. Soy consciente de que nunca antes he conocido lo que es el amor verdadero y que por ello voy por la vida como un sediento perdido en el desierto, pero te puedo asegurar que si me concedes una oportunidad ahora que estás soltera, no te fallaré porque el amor no se halla en la moda ni en la belleza física; sino en aquel órgano que vibra incansablemente como la cuerda de una guitarra al tocar una bella canción.

¿Te gustaría ser mi enamorada? Esperaré con ansias al día de mañana para recibir tu respuesta. Firma: Gustavo."

Cuando apenas acabó de leer toda la carta, Noemí quedó completamente quieta, pálida y helada como si el frío de la noche hubiera cristalizado directamente sus huesos. Gustavo, a quien ella consideraba como su mejor amigo, siempre la había amado en secreto, mas lo peor no era eso, sino que seguramente estuvo presente allí mismo donde ella había recogido la carta y de seguro la vio entrar, con quien en ese momento había dejado de ser su ex enamorado, al hostal. Tuvo que haber sido así, puesto que de otro modo no se podía explicar que la carta estuviera doblada, arrugada y desechada al borde de la pista. Noemí reanudó su caminata sobre la acera resbaladiza y así como una curiosidad insaciable la invadió, comenzó a formarse un nudo en su garganta. De pronto un patrullero recorrió la vía de asfalto deteriorada con la misma prisa que la ambulancia y con las sirenas encendidas.

Carta No EntregadaWhere stories live. Discover now