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Su pie resonaba en la habitación a medida que lo hacía chocar contra el suelo sin poder ocultar el nerviosismo que le provocaba aquella situación. Solo esperaba que funcionara el plan y su padre se tragara aquel espectáculo que estaba por montar. 

—Chris, si quieres puedo pedirle ayuda al guardia —él castaño suspiró. No podía hacer eso, sería demostrar debilidad a los ojos de su madre y que no podía realizar una simple tarea encomendada por ella.

—No te preocupes. Estoy bien —mintió mordiendo el interior de su mejilla. Agradecía que la puerta estuviera cerrada para no tener que mostrar su patético rostro al pelirrojo.

—Tienes miedo —aunque odiara admitirlo, Oliver estaba en lo cierto—. ¿Quieres que cante esa canción rara? 

—Sí... Por favor —comenzó a tararear una canción que siempre le hacía sentir en calma, pero que hasta el momento no sabía su razón. Se levantó de su posición original para sentarse en el suelo, recostándose contra la puerta mientras escuchaba con sus ojos cerrados como Oliver cantaba "I believe in angels". Cuando el menor terminó de hacerlo, gracias a sus memorias recuperadas, fue capaz de entender el porqué amaba aquella canción y le traía tanta tranquilidad escucharla—. Mamá... Mamá solía cantarla cuando yo era pequeño, aunque luego todo cambió. Aun así, Noe siempre se mantenía cantándola, haciéndonos sentir serenos a todos. Amaba escuchar su voz... ¿Por qué lo hice, Oliver? ¿Por qué tuve que hacerlo?

Las lágrimas bajaron por su rostro sin que pudiera retenerlas por más tiempo. ¿Qué podía hacer al respecto? De nada servía arrepentirse de sus pecados, por mucho que lo lamentara, eso no traería de vuelta a sus hermanos. Mucho menos todos los años en los que provocó sufrimiento a su madre por la pérdida de sus hijos.

—Yo lo lamento... Yo no quería, debes creerme, por favor —su voz se había vuelto inestable, parecía estar luchando por hacer comprensible su voz a través de las lágrimas y quejidos—. Sé que no puedo ser perdonado por mucho que me arrepienta y tampoco volver atrás el tiempo... —cubrió su boca en un vano intento de ocultar sus sollozos, pero la voz de su hermano pequeño no había hecho presencia en ningún momento y eso era una causa de alarma para él—. Oliver... ¿Estás ahí? Hey, dime que sigues ahí, por favor, yo...

Sus palabras fueron interrumpidas por el sonido de una llave ingresando en la cerradura, haciendo que por instinto, Christopher se alejara de la puerta. Pensaba que el pelirrojo había ido a buscar ayuda, pero la persona que había abierto la puerta no era nadie más que su propio padre, quien mantenía una sonrisa satisfactoria al verle en ese estado tan débil y deprimente. 

—Me alegra que te estés disculpando de verdad con tu hermano —el castaño menor estuvo a punto de fruncir el ceño en confusión ante aquellas palabras—. Me causaba extrañeza que Oliver no contestara a mi llamado y cuando subí las escaleras me percaté que estaba arrodillado al lado de tu puerta mientras le implorabas su perdón. Aquellos que tienen el coraje de pedir perdón, recibirán el regalo de ser perdonados. Comienzas a trabajar mañana, hijo. 

Y sin más se retiró de la habitación, no esperó una respuesta de parte de Christopher o que este se levantara del suelo. Apenas logró analizar la situación, se cubrió la boca con su mano intentando ahogar sus risas, Oliver seguía en estado de shock pero ingresó a la habitación del castaño para averiguar el porqué de sus risas. 

—¿No te diste cuenta, Oliver? —el pequeño negó moviendo su cabeza, el ojiverde mayor rió aún más y secó sus lágrimas con el borde de su camisa—. Estábamos intentando llevar a cabo el plan de que papá me dejara salir de la habitación y volviera a la empresa, ¿cierto? —el pelirrojo asintió—. Pues lo hemos conseguido y ni siquiera he tenido que actuar disculpándome contigo.

—¿Entonces por qué llorabas? —el niño no había entendido del todo la situación.

—Era por otra situación, una que sí me arrepiento de verdad porque el peso de ese pecado me seguirá por toda la vida —la momentánea alegría se había esfumado al recordar aquello. Una pequeña mano se deslizó hasta alcanzar la suya, agradecía que él estuviera a su lado, aunque ya no estaba seguro de si seguir llamándolo su hermano.

¿Podría contarle la verdad detrás de sus acciones a Oliver? ¿Podía decirle que estaba siguiendo el plan original de su madre para acabar con su padre? 

—Lo siento... —susurró de manera inaudible al mismo tiempo que besaba la cabellera rojiza. Sólo esperaba que el pequeño pudiera perdonarlo por traicionarle, no le había dicho la verdad sobre lo que haría y cómo eso le afectaría.


Lazos Benévolos © | Libro #15 | SAGA MALDITAWhere stories live. Discover now