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Christopher sintió un pequeño peso sobre su cabeza. Molesto, intentó quitarlo con sus propias manos, hasta que pudo darse cuenta de que era un delgado brazo.

—Oliver, te he dicho que no duermas conmigo otra vez —contestó girándose para alejarse del pequeño pelirrojo a su lado.

—Pero yo quiero dormir contigo, Chris, ¿por qué no me dejas? —pronunció triste a la vez que un puchero se formaba en sus labios. Se abrazó aún más al cuerpo de Christopher, posicionando su cabeza en el pecho de este.

—Es incómodo, ambos somos hombres —estaba consciente de que no era una gran excusa, pero sentirlo todos los días tan cerca de él no le agradaba del todo—. Además, somos...

—¡No digas eso! —el pequeño de ojos verdes cubrió con sus manitos los labios de Chris, mostrando una mueca de desagrado.

—Somos hermanos, Oliver —dijo el castaño después de quitar las manos sobre su boca.

Luego de realizar aquella acción, se levantó de su cama para dirigirse al baño. Procuró cerrar la puerta con llave, ya que anteriormente Oliver solía entrar cuando él se estaba bañando y lo observaba hasta el momento de ingresar con él en la ducha. Algo que le perturbaba de sobre manera y a pesar de que le había mencionado esto a su padre, él no había hecho más que pedirle comprensión a su hermano menor, ya que apenas tenía cinco años y sólo quería atención, cariño, cercanía de parte de algún familiar. Siendo Christopher el único objeto de su admiración debido a que Lucas sólo se enfocaba en su trabajo en la empresa.
La manilla de la puerta se agitó rápidamente cuando acabó de realizar sus necesidades básicas. Sabía que era su hermano, pero no estaba dispuesto a verle.

—¡Christopher, abre la puerta!

No se inmutó. Simplemente abrió la llave del agua, se quitó sus prendas de vestir e ingresó a la ducha, sin prestarle la mínima atención a los incesantes golpes en la puerta.

—¡Déjame estar contigo! ¡Por favor!

Cerró sus ojos mientras el agua corría por su cuerpo y enseguida se sintió más relajado. Como si las gotas que rodaban desde sus hombros fueran una cura.

—¡Te lo pido! ¡No quiero estar solo! No me dejes solo...

Lo último se escuchó apenas como un murmullo, pero en su mente hizo click de manera brutal. Sujetó su cabeza con una mano, intentando frenar aquellos agudos dolores que venían acompañados de flashes repentinos y demasiado distorsionados para discernir de que trataban. La palabra "soledad" era como un aguijón que desataba una vorágine de recuerdos, a los que no le parecían para nada agradables. Decidido, cerró la llave para dirigirse hacia la puerta. Al abrirla pudo apreciar un pelirrojo escondiendo su cabeza entre sus rodillas y en cuanto pudo darse cuenta que Christopher estaba allí, levantó su cabeza dejando ver unos ojos cristalizados, a punto de derramar grandes lágrimas. Luego, la mirada del menor pasó a enfocarse en otro lugar que no era su cara, sino en su intimidad, pero el castaño no pudo haberlo captado hasta notar un sonrojo en las mejillas del niño. Aunque esto no le impidió levantarse del suelo alfombrado de color azul marino y correr a abrazar a su hermano, ciñéndose a la cintura de éste, sin preocuparle que se encontrara húmedo por su interrumpido baño.

—Quédate conmigo —escondió su cabeza en el abdomen del castaño, dispuesto a permanecer allí lo que fuera necesario.

—Está bien —se alejó de Oliver, pero el niño volvió a reducir la distancia entre ellos y lo empujó, haciendo que Christopher perdiera el equilibrio, cayendo al suelo con el pequeño sobre él.

El castaño frunció el ceño ante el repentino atrevimiento de su hermano, no le gustaban esas muestras de cariño. A pesar de ello, el menor beso la mejilla del contrario, para luego reír inocentemente.

Lazos Benévolos © | Libro #15 | SAGA MALDITAWhere stories live. Discover now