34. Nicolas Flamel

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—¡Leyla!

Suspiro. Él está conmigo en esto, tengo que contarle.

—Mira —le digo, gesticulando con las manos mientras hablo—, tuve cierta… eh… conexión con él. No, no creo que haya sido Legeremancia, tan sólo sentí algo, una chispa. Nada para preocuparse. —Él frunce el ceño. Claramente sí piensa que debe preocuparse por ello. —Hice en la clase un par de cosas que no debí haber hecho, lo admito, pero no me metí en problemas por ello. Y le pedí hablar con él, en privado.

—¿Perdiste la cabeza?

—No, no, me parece una muy buena idea. Escucha, él no intentó nada contra mí, y simplemente creo que tiene algo para decirme. ¿Qué tan malo puede ser eso?

—Lo suficiente como para tener que mantener todo en secreto —razona él—. ¿Por qué tanto misterio si no fuera algo de lo que nadie debe enterarse?

—Buen punto —digo—. Anótate un tanto en el tablero.

—¿Entonces?

—Puede ser que tenga algo… grave para decirme. Pero de algún modo terminaré enterándome, y no quiero que pase más tiempo. Además, lo enfrenté, se lo dije de cara y salí ilesa. Ya quiero acabar con todo este misterio sin sentido.

George clava su mirada en la mía, la sostiene.

No parpadees, Leyla, ¡gánale!, me anima mi infantil voz interior. Por primera vez soy más madura que ella. (O tal vez por segunda vez, luego del “Chu chuuu, chaca chaca chaca” al imitar el Expreso de Hogwarts).

—Está bien —dice él luego de un rato—, creo que fue arriesgado, pero te salió bien. ¿Entonces mañana hablarás con él?

—Sí. Supongo que después de clases, ya que los viernes no tengo más Pociones.

—Hablando del viernes —dice—, yo te prometí algo.

Y cómo olvidarlo. Estuve prácticamente toda la semana pensando en cuándo volvería a mencionar la salida que él había propuesto.

—¿Ah, sí? —me hago la tonta, y le sonrío—. ¿A dónde quieres ir, al final?

—Tengo una sorpresa pensada.

Se queda callado, así que supongo que no piensa contarme más. Vaya, y yo que quería acabar con el misterio…

Veo que por el orificio de entrada pasa Harry, con cara de preocupación.

—Espero que Wood no lo haya destrozado con sus nervios —dice George, mirándolo—. Tiene el síndrome de capitán sobrepasado, ¿sabías?

—Iré a ver cómo está.

Vuelvo a la mesa ratona donde Hermione y Ron siguen jugando al ajedrez, ahora con Harry sentado también en el sillón.

—¿Por qué esa cara larga, Potter? —le digo de forma cariñosa. Hermione y Ron miran con interés, abandonando la partida.

—Snape será árbitro en el partido contra Slytherin.

Genial. Lo último que necesitábamos era más Snape.

Por la tarde, poco antes de la cena, vuelvo a la habitación de las chicas, con Hermione pisándome los talones.

—Quiero que me expliques en qué andas —exige por decimocuarta vez.

Resoplo.

—Herms, por favor, tengo sueño… —digo como excusa, y me arrodillo frente a mi baúl para buscar un pergamino en el que hay un dibujo a medio hacer. Lo dejo sobre mi cama y tomo mi pluma y mi tintero para terminar el boceto—. Solo quiero esperar hasta la comida para llenarme el estómago y luego irme a dormir. Ya casi no me queda energía.

Leyla en Hogwarts: La piedra filosofal | (LEH #1)Where stories live. Discover now