Capítulo 24

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Tarareó una melodía mientras suturaba aquella herida, dando los últimos puntos.

—Ya, como nueva —sonrió, quitándose los guantes.

—No es momento para hacer este tipo de comentarios, doctor —le dijo en un tono bajo la muchacha que estaba junto a él.

—Es una chica joven, se pondrá bien —pronunció despreocupado.

—¿Ha visto a su bebé? Es una niña preciosa, y es como ella.

—Sí, son una dulzura —sonrió—. Bueno, dile a su pareja que ella ya está estabilizada —le dijo en un tono tranquilo, mientras controlaba que todo estuviera en orden—. Sólo fue un mal susto.

—De acuerdo, doctor.

Kiha había perdido mucha sangre, debido al desgarro que había sufrido al dar a luz a la niña. Y aunque la ambulancia tardó en llegar, gracias a Boit se había salvado.

Porque la chica no sólo había perdido muchas sangre, sino que había quedado sin oxígeno por la fuerza y forma inadecuada de respirar.

Le habían tenido que poner oxígeno a ambas, mientras las trasladaban en la ambulancia. Y para tranquilidad de Boit, habían logrado estabilizar a las dos.

El muchacho se encontraba en neonatología, donde la pequeña Umie estaba en una incubadora, escuchando su llanto de "gatito" que lo desesperaba.

Lo único que quería, era entrar allí y tomarla en brazos, para poder calmarla.

Una enfermera se había acercado a él, informándole con una suave sonrisa, que Kiha ya se encontraba mejor, y que pronto llevarían a la bebé con ella.

***

Escuchó un llanto a lo lejos, que poco a poco la fue trayendo en sí. Era un bebé, e intentó abrir los ojos, sin poder conseguirlo. Sentía su cuerpo entero pesado, entumecido.

Se quejó, moviendo con dificultad la cabeza, y escuchó a alguien caminándo hasta ella.

—Kiha ¿Estás despierta? —preguntó en un tono suave.

—¿Boit? —murmuró.

—Sí ¿Cómo te sientes?

—C-Cansada... Muy cansada.

—Pues, aquí hay una preciosura que quiere verte —pronunció bajo, acostando con cuidado a la niña entre su brazo y pecho.

Kiha giró su rostro, y se obligó a abrir los ojos, sólo un poco, para poder ver a esa pequeña criatura junto a ella, que se estaba quejado.

—U-Umie.

—Sí —sonrió emocionado—. Kiha, ella es hermosa, perfecta.

—Oh, hijita —le dijo apoyando su mejilla contra la frente de la niña—. Estás aquí, estás bien mi amor.

—¿Quieres que te ayude a sentarte?

—Sí, por favor —pronunció ya más animada.

Boit colocó a la niña sobre el pecho de ella, que inmediatamente comenzó a llorar, y la ayudó a sentarse, colocando los almohadones detrás de su espalda.

—Ya, ya mi amor —le dijo en un tono suave, abriéndose el camisón para darle el pecho—. Tranquila.

Cerró los ojos con dolor, en el momento en que la niña se prendió de su pecho. Y es que no sabía si es que su cuerpo estaba muy sensible, o es que dolía así la primera vez.

—¿Te duele mucho?

—Bastante —jadeó con los ojos cerrados.

Boit le acarició suavemente la cabeza, su cabello.

—Me asustaste mucho, Kiha. Estuviste sin respirar durante unos minutos, y por un momento... Creí que te perdería, que nos dejarías solos.

Ella abrió los ojos, y observó a la bebé, que estaba tomando uno de sus dedos, y con los ojitos cerrando, tranquila, amamantándose.

—¿Qué es lo que te causó miedo? ¿Que yo muriera? ¿O qué eso supusiera cuidar sólo de mi hija?

—Que tú murieras, no volver a verte. Qué Umie tuviera que crecer sin su mamá, siendo tan pequeña.

Ella respiró profundo, y lo miró a los ojos.

—Gracias, Boit.

—No tienes que agradecerme —sonrió.

***

Bajaron del auto, y Boit tomó con un brazo a la bebé, y al otro lo pasó por la espalda de Kiha, ayudándola a caminar hasta su casa.

Fueron hasta la habitación de la castaña, y la joven madre se acostó, aún adolorida. Habían pasado cuatro días, pero su cuerpo no se recuperaba por completo.

Boit le entregó a la niña, y luego fue a entrar su bolso y el de la bebé, que habían quedado en el taxi. Regresó con una gran sonrisa, y observó cómo Kiha la amamantaba, hablándole.

—¿Sigue dormida?

—No, está despierta —sonrió, mirándola a los ojos.

Boit se acercó a la cama, y observó a su hija, sonriendo con ternuras. Su cabello era negro azabache, y sus ojos eran negros, tan negros, que tenías que mirarla muy fijo para distinguir sus pupilas... Características que eran propias de Giel.

—Ella es tan hermosa.

—Sí, es una bebita preciosa —sonrió Kiha, tocando uno de sus cachetitos.

—¿Cómo te sientes?

—Adolorida, aún me duele mucho el cuerpo... Y me duele cuando orino.

—Sí, el médico me explicó que tuviste un desgarro —le dijo afligido—. Fuiste muy fuerte, Kiha, una mamá muy fuerte.

—Y tú... Estás siendo un papá ejemplar, eres todo lo que Umie necesita.

—Intento ser lo mejor para esta belleza —sonrió mirando a la niña—. Y para ti, no creas que sólo lo hago por nuestra hija.

—Boit... Lamento todo lo que pasó —pronunció en un tono bajo—. El haberte dicho que te fueras de la casa, el tratarte mal. Yo no fui buena contigo.

—Kiha, lo que haya pasado, ya no importa.

—Sí, pero-

—En serio no me importa —repitió—. Yo ya no pienso en eso, y espero que tú tampoco lo hagas.

***

Calentó un poco de agua, y luego la colocó en el biberón, para después agregarle unas cucharadas de fórmula. Kiha estaba tan cansada, que no quería despertarla.

Umie se había despertado con hambre, llorando. Lo agitó un poco, y luego comprobó su temperatura, antes de dársela a la niña.

Fue hasta su habitación, y se sentó en la cama, observando a la niña, que también lo estaba mirando.

—¿Quieres que te cuente una historia? —sonrió suavemente—. Había una vez un hombre, que deseaba volver a su hogar, y ver a su familia. Él los extrañaba mucho, pero al volver, nada fue como esperaba. Sus padres ya no sentían lo mismo, pues habían pasado veinte años desde que se habían visto. Y la mujer que creía amar, descubrió que sólo era cariño. Pero, no todo fue malo para ese hombre —pronunció con ternura, tocando el cabello de la bebé, que fue cerrando sus ojitos—. Conoció a una mujer hermosa, fuerte, independiente, que logró llenar el vacío de su vida. ¿Y sabes qué? Esa mujer le dio el regalo más hermoso de la vida, una hermosa bebé que nombraron Umie.

...

Último capítulo, más el epílogo 💔

KihaWhere stories live. Discover now