Capítulo 9

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<<Maldito capitán Levi.>>

  Son las cuatro de la mañana tengo que obligarme a levantar aunque no pueda abrir ni un milímetro los ojos. Pienso en faltar a su castigo y busco una excusa más o menos creíble hasta que el rostro del capitán borde me viene a la cabeza.

<<No va a decirte que no hay problema mientras que te sonríe.>>

  Pues no, él parece más el tipo de persona que al verme la mañana siguiente me golpea mientras me dice "mocosa indisciplinaba" y me envía a levantar estiércol por un mes. Así queme visto con el uniforme de la Legión y me peino el cabello con la mano para dejármelo suelo.

  Al salir, me doy cuenta de que el capitán ya está fuera de mi habitación. Está apoyado en la pared y tiene los brazos cruzados.

— Buenas noches, capitán —digo, y mi voz suena tan ronca que me doy una palmada mental en la frente.

  Nos miramos durante varios segundos y me doy cuenta de que ni siquiera parece adormilado.

— Por lo menos tienes la decencia de cumplir con el horario —dice, y se encoge de hombros—. Sígueme.

  Es una noche preciosa para quedarse durmiendo, pero me quedo callada y lo sigo. Cruzamos el patio y entramos al Edificio Principal para entrar a la oficina del capitán Ackerman. La verdad es que jamás había visto una habitación tan limpia y ordenada en mi vida: es pequeña, pero todo parece milimétricamente ubicado, los libros de la estantería se ubican por colores, el alféizar de la ventana parece recién pintado y el escritorio no tiene nada arriba más que varias carpetas apiladas.

— ¿Te vas a quedar mirando en la puerta como idiota o vas a pasar de una vez? —dice con una mirada tan fría que pienso que me he orinado en los pantalones sin darme cuenta para que me hable así.

  Dejo escapar un suspiro y me siento frente a su escritorio. La silla tiene un almohadón tan cómodo que me relajo.

— ¿Por qué eres tan agresivo? —pregunto, mientras mi cabeza se desliza hacia abajo. — He venido, ¿no?

— Porque soy tu superior y te recuerdo que estás cumpliendo un castigo por falta de disciplina —responde—. Así que compórtate como tal.

  La oficina huele a algo que no puedo definir pero que es dulce, como si fuese... limón mezclado con algo más. Es tan agradable y el almohadón parece hundir mi trasero hasta que ya dejo de existir.

— Sí... Levi —digo, sintiendo como mis ojos se cierran y el sueño me acaricia.

— Es capitán para ti, mocosa —advierte él, pero yo ya no sé si lo ha dicho en serio o si estoy soñando, hasta que golpea el escritorio y todo mi cuerpo se tambalea—. ¿Estás durmiéndote? ¿Aquí? ¿Conmigo? ¿Es jodidamente en serio?

— ¿Yo? N-no —respondo, jugueteando con mis manos—. Claro que no. Estaba... pensando.

  Cuando el capitán Levi va a acotar algo más, se detiene y pone los ojos en blanco como si fuera inútil. Se sienta frente a mí y me extiende la pila de hojas.

— Tienes que rellenar las hojas con las carpetas numeradas —informa—. Lo haremos entre los dos hasta que no quede ni una sola. Me importa una mierda si te quedas sin desayunar, pero hay que terminarlo hoy. ¿Me entendiste, mocosa?

Lo miro con una mezcla de aburrimiento y cansancio.

— Sí... —estoy a punto de llamarlo por su nombre hasta que recuerdo que puede volver a castigarme. — capitán.

Las alas de la libertad [1] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora