Mi corazón palpitaba tan fuerte que pensé que podría romperme una costilla y, con cada paso que dábamos hacia la tienda de Luna, más difícil se me hacía respirar, pues era consciente de que lo que íbamos a ver a continuación cambiaría completamente nuestros rumbos. Lo que había empezado como una tarde normal y alegre acababa de tomar un giro inesperado, y me sentía como un lector de una novela de misterio impactado por el cambio repentino de los acontecimientos. No supe si mis tripas se revolvieron a causa de aquella situación o por la carrera hasta el pueblo después de todos los refrescos que había bebido.

—¿Luna? —Llamó Harry una vez dentro.

La tienda estaba a oscuras y no parecía que hubiese nadie aunque la puerta estuviera abierta.

—¿Luna? —probé suerte yo también, pero nadie respondió, así que me arriesgué—: ¿Melissa?

Un ruido nos sobresaltó y miramos frenéticamente a nuestro alrededor, pero lo único que oía en ese momento era el fuerte bombeo de mi corazón. Tenía miedo, pero no era la única; Harry me cogía la mano con fuerza.

—Si no lo veo, no lo creo.

Me tensé al oír una voz familiar, la misma que había oído días atrás cuando me desperté a media noche y vi a Thomas en el bosque desde la ventana de mi habitación. Me di la vuelta y forcé la vista intentando ver a pesar de la oscuridad. Yo tampoco lo creería si no lo estuviera viendo, pero parecía que Tim Miles había dicho la verdad.

—Melissa —balbuceó Harry con voz ahogada, tan sorprendido como yo.

Ella ni siquiera lo miró, lo ignoró por completo, y bajó lentamente las escaleras con sus ojos fijos en mí. Melissa era tal y como la recordaba de cuando la había visto una noche en el bosque y en los carteles: ojos como tormentas y mejillas sonrosadas. Pensaría que era una chica encantadora si no me hubiesen contado tantas cosas sobre ella.

Melissa se acercó a mí y me escudriñó sin pestañear.

—Eres igual que ella.

Parpadeé sin entender a quién se refería.

—¿Qué? —Espetó Harry.

Su mano continuaba agarrando bien fuerte la mía, sin ninguna intención de soltarme. Había pasado semanas planeando su búsqueda en el bosque y, ahora que se reencontraban, ella solo tenía ojos para mí. Advertí que su ropa estaba algo desgarrada y sucia y que llevaba las botas destrozadas.

La fijeza con la que me miraba y el hecho de que Luna no se encontrase allí me estaban poniendo nerviosa.

—Eres igual a la princesa del bosque —dijo finalmente.

Fruncí el ceño y me quedé inmóvil. ¿Que yo me parecía a quién?

—Aquí hay algo que no encaja —repuso Harry, poniéndose entre las dos para encararla—. ¿Qué haces tú aquí? ¿Por qué dices que Esme se parece a la princesa del bosque? ¿De qué la conoces si cuando llegó tu ya no estabas?

Melissa suspiró y se llevó la mano a la frente antes de mirarlo, por fin.

—Hay muchas cosas que te tengo que contar, Harry.

—No, me niego —respondió rotundamente, mientras sentía como la ira iba ganando terreno en su cuerpo—. Dime por qué me utilizaste, por qué entraste sin mí. Sabías que quería encontrar a mi padre por encima de todo.

—El destino lo ha querido así.

—¡Qué destino ni qué mierdas! Fuiste tú quien decidió dejarme tirado.

"La maldición de la princesa" Saga Greenwood #2Where stories live. Discover now