x. Estoy loco por ti

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—¿Vas a hablar con ella? —me dijo Iron Man. Yo negué con la cabeza—. ¡Vamos, hombre! ¡Pero si me está matando la tensión sexual!

Todos los chicos que se habían vuelto a acercar rieron ante el comentario y yo rodé los ojos.

—Cállate —mascullé—. Discutimos esta mañana antes del desayuno, no creo que quiera que le agüe la fiesta.

Steve me miró con pena mientras le daba un trago a la cerveza. Bruce me puso una mano en el hombro y me lo apretó.

—Bueno, bueno —dijo Stark—: cambiemos de tema entonces.

Pasamos la siguiente hora hablando de cualquier cosa y haciendo competiciones de chupitos. La verdad es que me vino bien distraerme, pero enseguida nos emborrachamos todos y el alcohol me trajo de vuelta a Aeryn. La gente comenzó a irse hacia las cuatro, y Los Vengadores acabamos en los sofás, riéndonos de gilipolleces que decía Stark. Estab sentado al lado de Wanda y Visión, y comenzó a amargarme el hecho de que Natasha, Steve y Aeryn estaban sentados frente a nosotros. Sabía que ella no había bebido nada y estaba completamente sobria, pero aún así me sonrió cuando nos miramos. Aparté la vista inmediatamente y me miré las manos.

Seguimos hablando otro par de horas más, y a las seis, comenzó a salir el Sol. Teníamos una reunión con Fury a las cuatro de la tarde, y todos comenzaron a irse a la cama, pero yo no tenía sueño. De alguna manera, el alcohol (que poco a poco se iba de mi cuerpo) me dio la valentía suficiente como para acercarme a Aeryn. La seguí a los ascensores, ya que nuestras habitaciones estaban en la misma planta, y nos metimos dentro del ascensor de la izquierda y apreté el botón de nuestro piso.

Mientras comenzamos a subir, la miré de reojo. Deseaba agarrarla y besarla, mas me contuve. El vestido le quedaba de infarto y los tacones dejaban ver lo bonitas que eran sus piernas.

—Sé que me estás mirando —alcé la mirada de su cuerpo y la clavé en sus ojos color pradera—: soy Los Ojos, ¿recuerdas?

Sonreí cínicamente y me acerqué a ella dentro del ascensor. Este se paró, pero ninguno de los dos salió de él cuando se abrieron las puertas.

—Créeme, lo recuerdo perfectamente.

Ella no dijo nada durante un momento, y me aventuré a poner la mano sobre su mejilla. Me quemó la palma al tacto: había deseado ese contacto durante demasiado tiempo. La dejé ahí mientras ella cerraba los ojos, disfrutando de la caricia, y volvía a hablarme.

—Ah, ¿sí? ¿Has estado pensando en mí?

Sonreí y le acaricié el labio. Dios, quería besarla.

—No ha habido día desde que te fuiste que no haya pensado en ti —le confesé.

Ella me sonrió y salió del ascensor, haciéndome seguirla como un perrito abandonado. Se quitó los tacones y los dejó frente a su puerta. Ahora volvía a ser más bajita que yo, y no pude evitar pensar que era adorable. Se irguió y me miró de nuevo, desafiante.

—¿Así que ya no me odias?

Me revolví el pelo y me volví a acercar a ella.

—Fui un estúpido. Lo siento.

—Sí, lo fuiste.

Se apoyó contra la pared, al lado de mi puerta, y mi corazón empezó a latir desbocado. Recordé lo bien que se habían sentido sus labios entre los míos aquella noche, bajo las estrellas, y no pude evitar desear otra cosa que no fuera repetir aquel beso. Así que se lo dije, porque no sabía si esperar me garantizaría aquella oportunidad de nuevo.

—Quiero besarte —le solté sin más.

Se apartó el pelo de la cara, y me pareció ver que le temblaban las manos de anticipación.

—¿Te lo impide alguien?

Así que, tras su respuesta, me lancé con el impulso del alcohol que se desvanecía de mi cuerpo y coloqué las manos a cada lado de su cabeza, como en las películas. Bajé la cabeza hacia la suya poco a poco, y pude sentir cómo sus manos se colocaban en mi cuello, atrayéndome hacia ella con impaciencia.

—Dios mío, te he echado de menos, Ryn.

Y tras eso, la besé con hambre e impaciencia, como si sus labios fueran el agua que mi desierto corazón llevaba tiempo esperando. Nos devoramos durante minutos, jadeantes y hechos un horror de sentimientos, mientras abrazaba su pequeño cuerpo entre mis brazos.

Había esperado aquel beso durante tanto tiempo que me dolía el corazón. Quería gritar y aullar, pero me limité a acariciar su cara mientras nos calmábamos tras el beso.

Entonces comencé a llorar, sin poder evitarlo.

Ella cogió mi mano y entramos en mi habitación. Me sentó en la cama y se sentó en mis piernas mientras se escondía en mi pecho. Lloraba porque por fin, ella estaba aquí, conmigo. No podía contenerme más.

Sentí cómo dejaba besos en mi mejilla y me acabe calmando.

—¿Estás bien, Robin?

Le sonreí y le acaricié el pelo.

—Si, perdona —era tan bonita—. Te he extrañado mucho, eso es todo.

—Ya lo sé.

Se inclinó de nuevo sobre mí y me volvió a besar, y acabamos echados en mi cama, yo sobre ella, besándola con cuidado.

Después de un rato, empujó mis hombros y me levantó un poco.

—¿Estás bien? —le pregunté mientras ella me apartaba y me hacía sentarme a su lado.

—Por supuesto —reía.

Entonces, cogió mi mano derecha y la puso junto a su brazo, en la cremallera de su vestido.

—¿Qué...?

—¿Me ayudas a desvestirme?

Jadeé con sorpresa, pero obedecí, mientras se quitaba el vestido delante de mí. Observé su cuerpo con timidez, como si fuera un adolescente inexperto que nunca se había acercado a una chica. Lo que pasaba es que nunca me había acercado tanto a una chica como Aeryn.

Se echó sobre mí y me besó el cuello mientras reía.

—Ryn, ¿estás segura?

Me temblaban las manos sobre su cadera desnuda, pero el tacto sobre su suave piel me daba una energía que no había sentido nunca.

—Nunca estado tan segura de algo en mi vida: te amo, Clint.

Le agarré el cuello y sonreí mientras la volvía a besar.

—Estoy loco por ti —le besé la frente y la giré para estar sobre ella mientras me quitaba la camisa—. Yo también te amo, Aeryn Boudreau.

FELT IT ━ Clint BartonOù les histoires vivent. Découvrez maintenant