24

10.2K 1.7K 260
                                    

El joven monarca dejó el documento oficial que sostenía en la mano y, lentamente, se recostó en el asiento imperial.

Afuera hacia viento; por la ventana observaba con la mente en blanco las hojas mecerse con el viento, recordando la primera vez que viese al concubino ciego.

En aquella ocasión no hacia tanto calor como hoy, el sol era cálido pero agradable. El angosto camino empedrado del palacio frío estaba completamente rodeado de maleza, creciendo incesantemente, extendiéndose hasta llegar a la puerta del patiecillo del concubino. En ese momento, un suave viento se hizo presente, llevándose consigo las flores de distintos colores; levantó su manga para cubrirse el rostro y a través de los múltiples pétalos danzando, diviso una silueta en el patio.

Ropa sencilla pero prolija; cabello negro; entre la lluvia de pétalos, sonriendo ligeramente.

El emperador cerró los ojos, aquel recuerdo se apareció débilmente ante él.

Hubo un instante en que vislumbro la imagen del concubino ciego en el aguacero, dentro del bosque de bambú. Cubierto desde la cabeza a los pies de lodo, con las mejillas pálidas, inmóvil.

Sabía que el concubino era afable, con voz suave y que podía sonreír de primeras a un desconocido. Pero también sabía que a él le trataba fríamente, que sus palabras no eran verdaderas y que sin razón alguna se enojaba con él.

Y si le preguntaba la razón permanecería en silencio, con la mirada vacía y los ojos grandes.

Era como si nadie se pudiese acercar a él.

Sin embargo, amaba a Yu Li y a Rui Ze.

Al parecer solo era indiferente con el mismísimo emperador.

Frunció el ceño y de la nada, con un rápido movimiento los documentos oficiales que permanecían en la mesa fueron a parar al suelo.

Jue Yu empujó la puerta y entró, no pudo contener la risa al ver al emperador en un ataque de ira, —¿qué pasa?

Aún sin contar con un título honorable o emblema alguno era capaz de ir y venir dentro del palacio a su antojo como si se pasease en un jardín. Hasta el punto en que los guardias imperiales no le impedían pasar porque no se enteraban de que estaba allí.

El emperador levantó la vista y sin venir al caso le contestó, —recuerdo, que hace mucho tiempo, tu kung fu aéreo era el mejor de entre todos los hermanos.

Jue Yu entrecerró los ojos, sin responder al comentario.

En realidad no tomaba en serio a la familia real, jamás mostró interés ya fuese por los conflictos internos o por la lucha de poder dentro del palacio. Solamente tenía en la mira sus desenfrenados días de libertad, cómodos y relajados, de este modo podría caminar sin prisa por el camino azul y verde de la montaña.

Aunque su infancia estuvo llena de enfermedades siguió a su padre para practicar artes marciales. En esa época, Qi Sheng ya era un estudiante de su padre, de ahí que pudiera considerarlo como su hermano mayor bajo la misma enseñanza. Pero un día, un hombre llevó a un niño de más o menos su misma edad a la montaña porque quería que su padre fuese su maestro.

Él accedió y estuvo de acuerdo en ser su maestro.

En ese momento, Jue Yu no era consiente de los antecedentes de aquel niño, solo sabía que su nombre era Rui Xuan.

Después supo por su propio padre que era un príncipe y que el hombre que le llevó a la montaña era de hecho el mismo emperador.

Una vez que el antiguo emperador falleciese, Rui Xuan subió al trono y se convirtió en el nuevo emperador.

El concubino ciegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora