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El cuerpo del concubino ciego era como un pedazo de trapo, tendido en el suelo. Sin parar, suspiraba y jadeaba por la boca.

Xiao Bao lo observaba mientras este abría y cerraba la boca con dificultad, por lo que acercó la oreja. Una voz débil recorrió sus oídos. Y entre más escuchaba, mayor era el miedo; abriendo los ojos como platos.

Después de un rato, su expresión se transformó en una de profunda tristeza, y murmuró, —amo...

Su voz no se hubo desvanecido cuando se escuchó el estruendo del rozar metálico.

Xiao Bao se asustó. Alzó la cabeza para encontrarse con la fuente del sonido. No se había percatado del momento en que la puerta de la celda se abrió. La larga cadena de hierro había sido arrojada al suelo. Dos o tres guardias acarreaban desde el túnel, baldes de madera rebosantes de agua.

No pudo más que agarrar fuertemente su manga al enderezar la espalda, —¿¡qué es lo que quieren!?

El jefe de los guardias le escupió, —¡y a ti qué te importa! ¡Largo!

Xiao Bao se paró y bloqueó la puerta, —Su Majestad no ha dado la orden. ¿¡Qué es lo que pretenden hacer!?

El guardia alzó la pierna y asestó un golpe seco en el abdomen de Xiao Bao. Este soltó un sonido lastimoso en el instante que cayó, se hizo un ovillo en el suelo después de que se golpeara con fuerza contra la pared de piedra caliza.

Una vez que lo patearon, los guardias entraron en la celda. Haciendo uso de su fuerza física, alzaron y vertieron todo el contenido de los baldes; echaron el agua desde la cabeza y recorrieron todo el cuerpo del concubino.

Tendido sobre su estómago, Xiao Bao gritaba entre siseos, —¡deténganse!

Los labios del concubino se pusieron de un color púrpura verdoso; ya le era imposible moverse; como una muñeca de trapo, en el piso, y retorcida. Con determinación, Xiao Bao sostuvo su cuerpo, arrastrándose y rogando con voz acongojada, —una vez el amo se desmayó por empaparse en el bosque de bambú, ¡el médico real le advirtió que no debía pasar de nuevo, ya que podría perder la vida si volvía a recaer por su anterior dolencia!

Los guardias fingieron no escuchar nada. Uno a uno, los baldes de agua congelada fueron arrojados sobre el rostro del concubino, sobre su cuerpo. Xiao Bao soportó el dolor y fue a gatas para entrar en la celda. Su cuerpo delgado y débil impidió la tormenta de agua; y temblando como nunca, protegió al concubino entre sus brazos.

El guardia enarcó la ceja y le asestó a Xiao Bao una patada. Este apretó los ojos, soportando el dolor en su espalda, permitiéndole golpearla en varias ocasiones. Mordiéndose el labio inferior, abrazó con más intensidad el cuerpo del concubino ciego.

El joven monarca estaba sentado en su silla con diseño de dragón en el estudio imperial. Su expresión era fría e indiferente.

Había pasado por una etapa de ira, y ahora su rostro era el mismo de siempre, calmado y apacible. Una única pizca de tristeza se retenía en su mirada.

Un miembro de su séquito le habló en un susurro, —Su Majestad, el príncipe hace su llegada.

Con el rostro arrugado, Rui Ze entró a la habitación, aferrándose al doblez de su ropa, y con tranquilidad dijo, —hermano mayor.

Comportándose con extrañez, el emperador observaba el documento oficial entre sus manos, sin siquiera levantar la mirada.

—Rui Ze comprende que, aunque lo que voy a decir no sea del agrado del hermano mayor, no lo puede dejar así. Justo en este momento, el concubino ciego está encerrado en la prisión, y sé que el hermano mayor se siente incómodo con eso. Si hizo algo malo, sólo repréndalo sin ser demasiado duro con él. ¿Por qué tiene que llevar esto hasta este grado? Después de todo, al único que le dolerá será al hermano mayor, ¿o no? El hermano vive con el miedo de que huya, así que de ahora en adelante manténgalo vigilado todo el día, y si no funciona, átelo a una cadena, para que el resto de su vida no pueda escaparse.

El concubino ciegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora