Le habían dicho del veneno inmortui, en un tiempo atrás eso se creía imposible. Gran error. Como el gran ancestro que era no podía permirtirse fallar; menos en ese momento.

– Encontraron una mansión a tres kilómetros. –Ichijou iba corriendo a su lado, ambos habían ido todo el camino en silencio. Luego de unos momentos, el rubio se había detenido por unos momentos, luego que volvió a acercársele para darle aquella noticia.

Silencio nuevamente. Sus pies hacían un leve contacto con el suelo y volvió a despegar con rápides, se repetía con el otro pie e iba a en una serie incontable.

– Kaname-sama –Seiren se había puesto al otro lado– he detectado una activida extraña cerca de aquella mansión. Además, hay presencia de licántropos.

– Entiendo.

– ¿Qué haremos?

– Entrar por el subterráneo –saltando de rama en rama, iba Shiro acompañado de dos chicas más– hay una entrada que se conecta con el sótano de la casa. Eve vivía antes ahí.

Una de las chicas, la venía con un vestido negro encima que poseía un tajo sobre el muslo y tirantes muy finos, con el cabello totalmente recogido en una cebolla había hablado. Sus ojos rojos estaban tan vivos y excitados debido a la cacería, y el rasgo felino de los mismos le daban su toque oscuro.

– Mis hermanas y yo usábamos para entrar y salir sin que mi padre lo notara. Esa casa ésta maldita y una vez cada tres años repetía un fenómeno anti-natural sobre un radio de cuarenta kilómetros. –un leve acento ruso había sido marcado en la voz– Las personas tenía miedo de pasar cerca, comenzaba con el olor a muerte, luego niebla y para terminar habían personas que no tendrían que estar ahí.

– ¿Zombies? –la chica de a lado rió.

– Inmortales. –Kaname hizo callar a la mayoría– Lo que hay en esa casa es un fenómeno espejo, repite acciones pasadas que fueron ancladas allí. Hubo un tiempo en que personas como Rido, lo hacían; realmente no sé el propósito pero lo hacían.

Hubo un momento seco.

– ¿Eso es posible?

– Lo es y se pueden anclar varios lugares en uno sólo. Yo sabía que ésta casa tenía línea directa con la casa abandonada de los Kuran, pero no tenía idea de que también estaba relacianado con el cementerio de vampiros.

   * * *

– ¡No mates a Yuuki! –en un tiempo atrás, se hubiese sorprendido de haber dicho eso pero en fin, lo había dicho. Rizu estaba a pasos de agarrarla, realmente deseaba que muriera pero en esas condiciones no era justo y ella misma no tendría el placer de matarla.

– Purasangre.

Con una mirada de cansancio, siguió luchando por safarse de los grilletes, aún si lograr demasiado. Trató y trató, apenas había resbalado un tanto, tendría que dislocar las muñecas para sacarlas de ahí.

– ¡Con un demonio!

Dislocar la primera. No sólo sería la muñeca, parte de su mano estaría quebrada en varios huesos. No era precisamente lo que planeaba pero si no tenía de otra, ¿qué más podría hacer? Tenía que hacer rápido y tiro de una. Crack, crack. Huesos rotos.

Salvar a Yuuki, grandísima idea.

– Aguanta Yuuki. –bufó Shiori probando con la segunda muñeca. Crack. Primer hueso roto, al fin y al cabo, resultó más fácil que dislocar.

Cerró los ojos, pasarían unos minutos antes de que pudiese arreglarse las extremidades. Cinco como máximo. En tanto, Yuuki estaba ahí, observando horririzada a Rizu, aún no entendía por qué ella iba tan despaciosa.

– ¡Basta!se le había cortado la voz.

Yuuki había sacado ambas manos de los grilletes con tal rapidez que no habría sido necesario romperse los huesos para sacarlas con facilidad. Tenía ambas manos descansando a sus costados, con un gesto rápida, buscó algo entre la falda de su vestido y sacó a Artemis de ella.

Mis sables.

Ella los había dejado al igual que el emblema de la familia. Le dolía en el alma tan profundo como si le estuvieran estrujando el corazón. Maldita sea.

– No la mates. –murmuró Shiori.

Transcurrió una milésima de segundo y ni bien, Rizu había corrido hasta tener a Yuuki a unos metros, con más que horror e impotencia, Shiori evitó ver como una de las dos terminaría muerta ahí.

– ¡Purasangre!

– ¡No!

El gritó de Yuuki había chocado varias veces a su cabeza, rebotaba una y otra vez como una pelota de básquet pero a alta velocidad transformándose en zumbido. Madera, cadenas. Crack, crack. Rizu había ido al suelo.

De un segundo a otro, todo el ambiente se había transformado por completo. El aire olía a algo apetitoso, dulzón y probablemente humano, muy humano; un dulce aroma. Cabellos rizados y rubios, un rostro pacífico, cálido; labios rosas; respiración, circulación, digestión. Un humano.

Y ahí estaba, en el lugar donde había caído Rizu estaba una chica totalmente diferente. Una que parecía estar sumida en un sueño profundo, su corazón latía con tanta suavidad y delicadeza.

– ¿Qué demonios...? –aprovechó que sus manos se habían puesto en su lugar para ir junto a ella y reclinarse, cargó su rostro en sus manos y la observó. Las facciones idénticas, las mismas de Rizu. Era ella– ¡Rizu! –alzó la voz en un intento de despertarla.

– Hmp...

Shiori miró hacia Yuuki.

– ¿Qué le has hecho? ¿¡Qué le has hecho!? –gritó mirando acusadoramente a Yuuki.

– Yo... ni... yo misma lo sé.

– ¡Mald...! –la puerta se abrió de golpe. Ahí estaba él, nuevamente Rido se asomaba por el umbral con la sonrisa torcida típica de él.

– Eso, mi querida Shiori, se llama restricción. Es un don único que reciben los purasangre, en éste caso, Yuuki lo hizo.

Impotencia. Odio. Ella no se iba a quedar atrás.

Requiem for a Vampire KnightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora