Capítulo 1 - Así comenzó

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Morgana y Antonio fueron los últimos en llegar. Los padres de las hermanas Merino habían decidido reunir a la familia para una cena íntima y familiar. Antonio le pasó su chaqueta, la de su esposa y la cartera correspondiente al mayordomo que los recibió en la puerta.

-Buenas noches señor y señora Villar- Les saludó cortésmente.
-Sebastian, déjate de señores y dame un abrazo- Morgana abrazó al mayordomo y le dio un beso en la mejilla.
-Señorita, ya basta, esto no corresponde- Le regañó con una sonrisa.
-Me conoces de pequeña, no me digas lo que corresponde o no- El mayordomo carraspeo incomodo mirando al esposo de quien antes había sido la niña regalona de esa casa.
-Por mí ni te preocupes, sé con quién me casé, si quiere darte un abrazo, te lo dará, cueste lo que cueste- Ambos hombres rieron.
-La señora con sus hermanas están en el saloncito, y el señor se encuentra en la biblioteca, acompañado por los caballeros-

Morgana besó a su esposo y se dirigió al saloncito, donde al entrar vio a sus hermanas sentadas en un sillón frente al sofá donde se encontraba su madre, la forma en la que estaban le recordó las múltiples veces que estuvieron ahí para ser regañadas. Se sacudió el recuerdo de la cabeza y con una sonrisa se unió a sus ellas, no sin antes darle un beso a su madre.

-Llegaste cinco minutos tarde- Le reprendió.
-Lo siento, tomamos la salida sur pensando que sería un viaje más expedito. Había un accidente, así que no fue una buena decisión-
-Lo importante es que ya están aquí y llegaron sanos y salvos- Dijo Minerva tomando la mano de su hermana y dándole un apretón.
-Gracias a Dios- Secundó su madre.
-Bueno, antes de que llegaras, mamá nos comentaba que conoció a las hijas de Daniela, la hija de la tía Victoria- Comentó Merlina.
-¿Hijas?-
-Sí, Daniela y su esposo participaron de la Cosecha el año pasado-
-Que bueno por ellos, Daniela siempre quiso ser madre-
-También lo querían ustedes-
-Éramos pequeñas, no sabíamos de lo que hablábamos- Se rio Minerva.
-Ya están en edad para ser madres-
-Pero no queremos- Le contestó Morgana.
-No es una cosa de querer. Es su deber. Parece que no las hubiera criado bien-
-Mamita, no te enojes, por favor- Le contestó Merlina.
-Estuve hablando con su padre. Ambos creemos que este año es el momento oportuno para que las tres se inscriban en La Cosecha-
-Eso es algo que solo nos incumbe a mi esposo y a mí- Respondió Minerva un poco molesta con la situación.
-No me hables así, estarás casada, pero sigo siendo tu madre y no me costaría nada ponerte en mis rodillas- Las tres chicas agacharon la cabeza- Este es un tema importante y claro que nos incumbe, porque es un tema familiar. Merlina, ya tienes 37 años. Te quedan tres para postular en La Cosecha antes de ser una paria social-
-Mamá, la estas poniendo nerviosa- Minerva trató de defender a su hermana mayor.
-Morgana, tu esposo es el mayor de ustedes ¿No has pensado en él? Tiene 43 años, si en dos años no tienen una familia será expulsado de la ciudad ¿Qué harás si eso pasa?-
-Mamá, ambos tenemos buenos empleos. De hecho, todos estamos trabajando en la empresa familiar. Antonio, Eric y Gregorio están colocando su mayor esfuerzo para lograr trabajar codo a codo con papá. Además de eso tenemos familias que nos respaldan. Los Merino somos reconocidos dentro de la ciudad y los Villar o los Saez o los Otero, todas son familias históricas. ¿De verdad crees que el día que decidamos ser madres y padres nos rechazaran?- Sara, la madre de las chicas, lo pensó un momento.
-En La Cosecha no importa quién eres, si no pasas el psicológico no hay niños para ti. Está decidido. Este año se inscribirán y si tengo que llevarlas de una oreja a hacerlo, lo haré-
-¡No puedes obligarnos a tener hijos!- Se desesperó Minerva.
-Bájame el tono, Minerva Merino. Ahora mismo- En ese momento, por suerte, Sebastian, el mayordomo, dio un toque en la puerta abierta y se asomó en el saloncito.
-Señora, la cena está servida- Sara le hizo un gesto con la mano y luego de repasar a sus hijas con la mirada, se dispuso a seguir a Sebastian hasta el comedor.

La cena fue silenciosa e incómoda, ni una de las chicas se encontraba con humor para dar algún tema de conversación y a pesar de que los chicos trataron de distender el ambiente, no lo lograron. Al terminar de comer, todos pasaron a la sala de estar para tomar un café, sin embargo, el ambiente seguía tenso y a pesar de que César, el padre de las chicas, trató de regalonearlas, no fue suficiente para lograr que ellas volvieran a sonreír.
Morgana apuró su café y luego, de forma disimulada, le pidió a su esposo que se fueran. Las otras dos chicas no demoraron mucho más en hacer lo mismo.

Autumn HillWhere stories live. Discover now