Capítulo diecisiete: la biblioteca.

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El viento golpeaba con fuerza la ventana de la biblioteca. El pronóstico había indicado que se avecinaba una fuerte tormenta así que, salvo Emma, todos habían decidido irse a casa a estar a salvo para cuando llegara.

A pesar de que el miedo la había consumido prácticamente por completo, estar en su casa significaba pensar en una única cosa. Theo. No podía dejar de recordar cada palabra del informe, cada palabra que había sentenciado a la persona con la que se estaba encariñando, cada palabra que lo declaraba culpable.

Así que decidió que la biblioteca sería su lugar seguro, como siempre. Al menos durante unas horas, hasta que pudiera despejar la cabeza y volver a casa. Lo suficientemente grande como para que sus pensamientos se dispersaran y sólo pudiera pensar en su trabajo de historia, que quería sacarse de encima en cuanto antes.

La señora Morgan estaba sellando formularios cuando le sonrió ampliamente en cuanto entró por la puerta. Era como que la esperaba ahí, sabía que sería la única que pasaría su día estudiando. Emma sabía lo que estaba en juego cada minuto: era consciente de que estaba siendo parte de una de las universidades más prestigiosas del país y no quería arruinarlo. No podía. Y si eso significaba estudiar cuando todo el mundo descansaba, eso era lo que haría.

Emma dejó sus cosas en una de las mesas y se dirigió hacia las inmensas hileras de libros. Las conocía de memoria, así que no le costó demasiado encontrar el libro que necesitaba.

Y en cuanto volvió a la mesa y se sentó en su lugar, una extraña sensación recorrió todo su cuerpo.

«Creo que me he arrepentido, ¿puedes venir a buscarme?» le envió a Jay, y dejó el teléfono en sonido por si él la llamaba.

Al cabo de unos minutos, cuando ya había leído el primer capítulo del libro, oyó caer un rayo, el cual produjo un fuerte ruido. Miró hacia sus lados, buscando a la señora Morgan para ver si ella también se había asustado, pero ella no estaba ahí. Y de nuevo la sensación recorrió su cuerpo desde su estómago y llegó a su garganta. ¿Adrenalina o miedo?

Volvió a concentrarse en su libro, leyendo cada párrafo con más atención para poder dejar de pensar. Creía que, si todo su cerebro estaba focalizado en el libro, no pensaría en otra cosa.

Otro trueno resonó en el cielo, esta vez más fuerte que el anterior. Odiaba los ruidos que no le permitieran oír lo que sucedía a su alrededor porque así no lograba tener el control de lo demás. Si el trueno no hubiese sonado con tanta fuerza, probablemente hubiera podido oír los pasos que habían comenzado a acercarse a ella.

Miró a su alrededor por instinto, y en cuanto lo hizo decidió que hubiese sido mejor no haberlo hecho. Comenzó a escucharlos, por fin. Pero no había nadie, nadie que pudiera estar caminando junto a ella, nadie que pudiera ser el dueño de los pasos. Risas.

Volvió a concentrar la vista en su libro, pero pronto esto se volvió más difícil de lo que esperaba. Las luces se apagaron de pronto, dejando el lugar a oscuras de no ser por la tenue luz que entraba por los ventanales. Una risa fuerte, aguda y pícara. Una risa que paralizó su cuerpo, una risa que la hizo entrar en pánico. Se quedó quieta en su lugar casi por un minuto entero, utilizando su vista panorámica para poder tener un pronóstico de lo que sucedía a su alrededor. Finalmente, decidió dejar su libro a un lado y levantarse, afrontándose al terror que estaba viviendo.

Los pasos se detuvieron y las voces se callaron en cuanto lo hizo. Lo que estaba a punto de hacer era, probablemente, una de las cosas más idiotas que había hecho en la vida, pero se dirigió hacia las repisas llenas de libros. Dedujo que de aquel lugar venían las risas.

La forma en la que había comenzado a llover era atroz. Las gotas caían con demasiada fuerza contra el vidrio y en pocos segundos las ventanas se abrieron de par en par. Entraba el viento frío por ellas y Emma sintió cómo se colaba por debajo de su ropa, atravesaba su piel hasta llegar a sus huesos.

El piso de madera comenzó a crujir, con un eco que resonó en toda la sala. Las luces comenzaron a encenderse de a poco, pero quedaron a medio camino. Titilando, intentaron mantenerse encendidas, pero no lo lograban. Volvió a chequear su celular, rezando para que su hermano hubiera respondido ese mensaje. Nada. Sus manos se dirigieron hacia su abdomen, hacia sus costillas, y sintió como cada músculo se contraía debajo de su piel. Los nervios.

Dando una bocanada de aire, llegó hasta la primera hilera de libros, y cuando estuvo a punto de asomarse, el miedo se incrementó. Algo le decía que asomarse era la peor decisión de todas. Y tal vez lo era. No tener el control de las situaciones la volvía inútil, incapaz de poder resolver las cosas por sí misma. Una nueva oleada de frío recorrió su espalda.

Caminó un paso hacia delante, asomando primero su cabeza y luego el resto del cuerpo. No había nadie, pero volvió a sentir los pasos a su alrededor. Continuó caminando hacia el resto que le quedaba.

Hasta que comenzó a pensar con realidad. ¿y si me encuentro con alguien? ¿Qué haré, exactamente? Pero no, no podía dejar que el miedo la paralizara de nuevo. No podía dejar que el miedo se apoderara de su cuerpo.

Dos pasos más adelante, se asomó por el segundo pasillo y el alivió recorrió su pecho con tanta fuerza que comenzó a sentir calor. todo irá bien.

—Frío —susurró una voz sobre su oído. Se le hacía familiar, estaba segura de que la había escuchado antes. Pero en esa situación, llena de miedo, no sabía si era su imaginación la que le estaba jugando una mala pasada o su instinto intentando mantenerla a salvo. Dio dos pasos más hasta llegar a la tercera hilera. Vacío—. Vamos, Emma, sé que puedes hacerlo mejor.

La voz continuaba incitándola a que descubriera qué había en la próxima hilera de libros, aunque algo en su cuerpo lo impedía. Sus manos comenzaron a sudar a pesar del viento frío, sus piernas temblaban y la respiración se le había acelerado. Intentó controlarla, como le habían enseñado que debía hacer ante el miedo. Respiró con profundidad tres veces y sus nervios se fueron.

Di un paso más, y esta vez, cuando llegó a la hilera número cuatro, vio un cuerpo negro acercarse a ella. 

IMPIUS. (español)Where stories live. Discover now