Los besos de Otabek eran rudos, pero tenían algo más, ahí detrás. En esos movimientos que lo aturdían había una implícita necesidad, como si fuera algo que había estado guardándose por mucho tiempo, muy profundo en su corazón y que tenía tanto tiempo ahí oculto y creciendo que ahora no había forma de pararlo, como una fuente de agua que había encontrado su cauce y no pensaba separarse jamás de ese camino. Así sentía Yuri a las manos de ese tonto kazajo, que recorrían ahora sus costillas con tanta fuerza que podía sentir cómo sus huellas dactilares se marcaban sobre su piel tocando a veces suave temiendo que se desvaneciera, a veces con tanta fuerza que le faltaba la respiración y deliciosas corrientes eléctricas se extendían por su columna concentrándose en su latiente miembro.

Pudo respirar mejor cuando esos labios ajenos abandonaron su boca y se dirigieron a su cuello para recorrerlo con esa adictiva lengua dejando un camino húmedo hasta su clavícula que parecio provocarlo de tal manera que fue atacada con multiples mordizcos que estaba seguro dejarían marcas.

¡Demonios! Estaba demasiado sensible por la larga abstinencia, la ruptura amical y la situación con su abuelo. Otabek no tardó en darse cuenta de ello cuando sus labios envolvieron su pezón izquierdo, sacándole un sonoro gemido que sorprendió a ambos. Yuri no era ruidoso, no generalmente y tampoco lloraba, porque no había nada más vergonzoso que un tipo llorando en medio de una follada, pero ahí estaba rompiendo todos los protocolos de una pareja sexual cool, estaba seguro que la sensibilidad no era solo en lo físico.

Un pequeño grito aún más vergonzoso fue arrancado de su garganta cuando el estúpido Altin se deslizó un poco más abajo recorriendo su abdomen con múltiples besos y mordidas. Su mano derecha también descendió hasta tomar entre sus dedos la erección rojiza y húmeda del rubio quien mordió su labio y sorbió su nariz avergonzado, pero eso no lo detuvo cuando tomó su frasco de loción y la empujó torpemente hacia el mayor quien solo le dedicó una sonrisita burlesca por su forma de actuar. Yura le hubiera gritado un par de cosas junto a sus mejores insultos, pero con su voz ahogada entre sollozos y gemidos no iban a sonar como un regaño decente.

El kazajo se separó de él por un momento, se puso de rodillas sobre la cama manteniendo la distancia entre ellos. Yuri cesó sus lloriqueos y calló los reclamos de su mente por cómo las manos cálidas de su acompañante habían dejado su miembro sin atender justo cuando estaba empezando a ver pequeños puntitos danzantes frente a sus ojos. Otabek no se movió de su sitio, se mantuvo sentado ahí como si fuera una estatua, sin expresión alguna, aquellos segundos se le hicieron eternos para el rubio y nuevamente le invadieron las ganas de llorar ¿Se estaba arrepintiendo? Esa era la única explicación que podía darse a sí mismo.

Luego de lo que pareció una eternidad, una pequeña sonrisa nació entre los labios del mayor y luego se paró haciendo que el corazón de Yuri de un vuelco amenazando con romperse un poco más. Estuvo tentado rogarle que se quedara aunque fuera solo esa noche, de prometerle que no diría nada y de llorarle de frente. Había dejado morir la esperanza junto con el primer beso con Otabek luego de esa incómoda confesión y estaba tratando de sobrellevarlo a pesar de verlo a diario en la universidad junto a Val-señoritaperfecta. Podía rogar si eso le daba aunque sea una noche con el kazajo, solo una a la cual aferrarse en sus recuerdos para hacer más llevadero el dolor que sentía en el pecho, porque no podía pedirle que se quedara con él si es que tenía a aquella chica a su lado que era comparable a haber ganado una medalla de oro o algo así.

Los planes de Otabek eran otros y lo supo cuando, una vez de pie frente a él, se quitó la camiseta con la misma rapidez con la que se deshizo de sus prendas faltantes hasta que llegó a su bóxer. El menor quiso llorar de felicidad al verlo hacer eso, aunque contuvo sus lágrimas o buscó camuflarlas. Se sentó sobre sus rodillas frente al moreno y por sí mismo deslizó lo que aún quedaba de su vestimenta en ese magnífico cuerpo esculpido por el gimnasio interdiario, lo hizo con tal lentitud que el kazajo dejó escapar un suspiro de alivio cuando su miembro por fin quedó libre de tela para luego patearla fuera, junto con su ropa y la de Yuri, iba a ser un problema ubicarla cuando tuviera que vestirse entre tantas cosas tiradas por el piso, pero al menos se consoló sabiendo que no la iba a perder porque era completamente negra a diferencia de la ropa interior con estampados de superhéroes que usaba su rubio amigo. No pudo pensar otras estupideces pues una sensación cálida se extendió por todo su cuerpo obligándole a cerrar los ojos al mismo tiempo que empujaba sus caderas hacia aquel húmedo y gratificante lugar que le estaba regalando tanta satisfacción.

Simon Says [OtaYuri]Where stories live. Discover now