Belladona

582 80 53
                                    

Él estaba a mi lado, conduciendo el automóvil por las solitarias calles de la ciudad bajo una lluvia nocturna. Mientras tanto, contemplaba las gotas de agua romperse a lo largo del parabrisas y me preguntaba cómo es que le diría a mi novio que tendríamos un bebé. Tal vez no era el momento más prudente, pero estaba obligada a hacerlo. Hoy se veía feliz... Bueno, no en realidad. Bebió unas cuantas copas de alcohol antes de echar a andar el coche, por lo que estaba algo serio. Pero al menos, no tenía el entrecejo fruncido como lo había tenido estos últimos meses. Para mí, eso era más que suficiente.

Al final, me decidí y lo hice. Sin embargo, las cosas no resultaron como lo esperaba. Recibí algo más que los insultos a los que estaba acostumbrada. Las tinieblas y la pálida luz de la luna, me dieron algo que quedaría para siempre conmigo.

—¿Qué no lo entiendes? Ése es tu maldito problema, así que resuélvelo como mejor te parezca —vociferaba mi novio bajo el capo del auto, en medio de la madrugada.

—Pero Craig... piensa...

—¿Eres sorda o estúpida? Dime, ¿de cuántas maneras quieres que te diga que no me interesa en absoluto ese parásito que llevas contigo? —gritaba con las sienes al borde de explotar.

—Craig... No deberías de hablarme de ese modo —le sugería completamente aterrada.

—¿Ahora me vas a decir cómo tengo que hablarte? —hacía su indignación más notable.

—Es que...

No me dejó si quiera terminar la oración cuando me atizó un par de bofetadas. Los golpes fueron tan fuertes que acabé estrellándome contra el tablero del coche. Las lágrimas empezaron a brotarme de los ojos y rodar por mis mejillas, donde se evaporaban con el ardor de ellas. Era más que obvio que la noticia de mi embarazo no la había tomado bien, pero... ¿Qué esperaba? Nunca le gustó usar protección, ni dejaba que yo me cuidara. Tarde o temprano eso iba a suceder.

Sí... me dolía mucho lo que hacía. Pero, ¿eso significa amar, no es así? Tenía que soportar sus continuos correctivos e insultos, porque simplemente los merecía. Él me amaba, estaba completamente segura de eso. Al principio todo era distinto: los viernes me invitaba a cenar al restaurante que yo quisiera, ahora tenía que conformarme con dos comidas al día, si es que me iba bien; antes me obsequiaba cualquier capricho que toda mujer suele tener, ahora tenía que agradecer por tener algo con qué vestirme; hace tiempo me decía: "princesa", ahora debía sentirme afortunada cuando me llamaba por mi nombre, y no por el de algún animal; anteriormente hacíamos el amor a cualquier hora del día, ahora me sentía tranquila por las noches que pasaba en casa y no en un motel revolcándose con alguna mujerzuela; hace tiempo me acariciaba el cabello hasta quedarme dormida, ahora sus nudillos y cinturones se encargaban de ese trabajo.

Sin temor a equivocarme podía decir que era un buen hombre, porque seguía conmigo a pesar de mis estupideces. Sí, solamente él toleraba el desastre que era. ¿Quién aguantaría a alguien que no le tiene listo el desayuno a las nueve de la mañana?, ¿un novio estaría dispuesto a aceptar que su mujer quemara por equivocación su camisa favorita?, ¿acaso habría un hombre que admitiera que su chica hablara sin permiso con algún desconocido? ¡Por supuesto que no! Heather, no seas tonta... Él te ama y punto.

—¿Vas a quedarte recargada ahí toda la noche? —bramó Craig, esfumando aquella nube de pensamientos.

Levanté lentamente el rostro y poco a poco me dejé caer en el respaldo del asiento.

—No me digas que te dolió porque sólo fueron un par de golpecitos, y aun así te los merecías, ¿o no?

—Sí... tienes razón.

BelladonaWhere stories live. Discover now