—Supongo que no me pediste que me casara contigo solo para convencerme de comprar un piso —bromeó Harry, alzando una ceja en su dirección con una expresión neutral. Estaba demasiado cansado como para hablar seriamente sobre hipotecas.

—No —Elliot negó con obviedad, su ceño frunciéndose ofendido —. Pero si vamos a estar casados quiero tener la seguridad de un hogar estable, no quiero seguir viviendo de alquiler en un piso cuyo casero nos puede echar a patadas en cualquier momento —explicó su postura con toda la firmeza que pudo, pero la ceja de Harry seguía levantada —. En algún momento tendremos que dar el paso.

—Elliot, no tienes trabajo —Harry se vio en la obligación de recordárselo —. Puedo intentar pedir una hipoteca solo con mi sueldo y alimentarnos de pan el resto de nuestra vida, pero no me parece una buena idea.

—Tú te encargarías de la hipoteca y yo me encargaría del resto de los gastos, incluída la comida —aseguró Elliot, batiendo sus pestañas como un cordero que no quiere ser degollado.

—¿Con el dinero que te dan tus padres cada mes? —Harry soltó una risita —. Cielo, con eso con suerte pagamos por la luz. Si dejas el club de golf quizás llegaríamos a pagar el agua.

—No —Elliot frunció el ceño, como si la simple idea de dejar el club de golf le hubiera dolido más que cualquier insulto —. Con el dinero de mi libro —sentenció, señalando hacia el portátil.

La ceja de Harry volvió a alzarse.

—Ni siquiera lo has terminado.

—Pero lo haré, cariño. Lo haré —aseguró su novio, alzando su dedo y tocando la punta de su nariz —. Y lo mandaré a todas las editoriales que encuentre y en algún momento nos dará dinero. Las novelas bélicas de ficción están vendiéndose mucho últimamente.

Harry apretó sus labios en una sonrisa ladeada y soltó una risita, levantándose de la silla e inclinándose para dejar un beso sobre la cabeza de su novio.

—Cuando vea ese libro en formato físico frente a mis ojos, entonces valoraremos las opciones que tenemos —fue todo lo que dijo, palmeando su cabeza levemente antes de retirarse a la cocina para prepararse algo de comer.

Harry realmente no creía que aquel libro llegaría a alguna parte. No era que no confiase en el talento de su novio, había leído muchas de sus creaciones y siempre le habían gustado. Es solo le parecía demasiado difícil hacerse un hueco en la industria literaria y Elliot, por muchos años que llevase escribiendo libro tras libro, nunca había conseguido ser considerado por ninguna editoral.

Esperaba que algún día aquello ocurriese, y no solo porque en realidad se sentía un poco ahogado respecto a ser el único de los dos que llevaba dinero a casa, sino porque sabía que Elliot amaba escribir y le encantaría llegar a ser reconocido algún día. Y Harry quería verle feliz.

Por alguna razón una idea surgió en su cabeza cuando estaba comiéndose tranquilamente un sandwich en la cocina, y asomó su cabeza por la puerta solo para ver como Elliot había vuelto a concentrarse en presionar teclas sin interrupción.

—Por cierto, Elli —le dijo, consiguiendo que despegase sus ojos de la pantalla para mirarle —. No voy a pasar este fin de semana en casa.

—¿Por qué? —cuestionó su novio.

—Nick tiene un viaje de trabajo y me ha invitado a acompañarle —mintió piadosamente, era por el bien de ambos. Por el bien de la relación y por el bien de la boda, no pasaba nada y Harry tenía que aprender a no sudar cada vez que mentía un poco —. A Los Ángeles.

—¿A Los Ángeles ? —su novio alzó ambas cejas —. ¿Qué pintas tu en Los Ángeles?

—Pues no lo sé, fin de semana, gastos pagados... es un buen plan. Y nunca he visitado esa ciudad.

Vegas LightsWhere stories live. Discover now