Llegué casi sin aliento hasta el claro iluminado por el brillante sol de medio día solo para verla como su mirara estaba fija en el libro que tenía entre sus manos como todos los días, ella leí y se perdía del mundo, me acerque lentamente esperando espantarla, pero fue prácticamente imposible.

—llegas ... —

—tarde, lo sé —la interrumpí antes de que pidiera terminar su frase— ¿Qué lees?

—nada en particular —respondió— ¿Qué traes ahí?

—música —dije mostrando el radio mientras llegaba a sentarme a su lado— y una sorpresa para ti

—¿para mí? —preguntó tomando la bolsa que yo le ofrecí

—es una tontería —dije algo avergonzada

Ella abrió la bolsa con una sonrisa mi su cara de sorpresa al ver que adentro había fue la cosa más increíble que yo he visto, una sonrisa apareció en su perfecto rostro al ver las brochas, pinturas y el caballete plegable que había ahí.

—dijiste que pintabas —dije al ver su expresión— y pensé que tal vez pudieras volver a hacerlo

Ella no dijo nada solo dejo caer la bolsa y antes de yo poder hacer algo ella había salido corriendo del lugar dejándome completamente confundida en ese lugar; intenté llamarla, pero de un momento a otro se escabullo entre los árboles y la perdí de vista.

No entendí que es lo que había pasado, estaba completamente segura de que le gustaría mi regalo y de que era algo significativo, pero no lo fue al contrario ella aprecia algo molesta; con ese pensamiento decidí regresar a mi casa, sin embargo, dejé la bolsa con el regalo dentro pues estaba segura de que ella regresaría y la encontraría.

Mi mente estaba concentrada en lo que había hecho, tal vez fue algo que le molesto o fue algo que dije, estaba sumergida en mis pensamientos que no noté como un chico se acercaba a mí con la intensión de asustarme.

—¡buuu! —dijo justo detrás de mi haciéndome sobresaltar, al girarme vi que se trataba de Santiago.

—me asustaste —me quejé empujándolo, el chico que en ese momento tenia un cigarro entre los dedos casi se parte de risa.

—¿Qué haces tan lejos de tu casa? —preguntó

—vine al lago —dije asumiendo que como su hermana él sabía de su existencia

—¿Cómo conocen el lago? —preguntó extrañado

—no eres el único que vive por aquí —señalé

—timando en cuenta como se llena de personas todos los fines de semana, supongo que fue una pregunta tonta —dijo encendiendo el cigarrillo

—¿tu que haces aquí? —pregunté

—bueno es mi casa —se encogió de hombros —de hecho, iba camino a buscarte

—¿a mí? —pregunté aterrada de pronto de que su hermana le hubiese dicho algo.

—si, si veras —el parecía algo nervioso mientras tocaba la parte posterior de su nuca —el día de mañana hay una... cosa de una banda local y resulta que tengo dos boletos y yo.... Tal vez a ti te gustaría ir después de nuestra clase

—oh —fue lo único que pude decir, después de la platica de esta mañana con Carla esto era lo último que me esperaba— yo eeeh...

—será divertido y volveremos temprano —se apresuró a añadir.

—yo... —seguía sin saber que decir.

—solo di que sí, será divertido lo prometo —me animó Santiago.

Mil TormentasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora