Parte 34

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¡Dedicado a las chicas del club!

Las adoro, chicas. Me matan de risa! 😊😊😂😂

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¿La boda se canceló? ¡Oh Dios! ¿De verdad? Pero luego lo recuerdo y disimulo.

— ¿La boda? ¿Cuál boda?

— La boda de Elena Lincoln y Christian Grey.

Encojo los hombros tratando de fingir que no sé de lo que habla, pero mi hermano solo rueda los ojos por mi actitud.

— ¿Cómo sabes tú de Christian? Nunca te hablé de él.

— ¿Crees que no lo recuerdo? ¿Nuestro primer viaje a Detroit? ¡Hablaste del tipo durante 3 o 4 meses!

— Oh.

— Si Ana, Christian esto, Christian lo otro, Christian aquí, Christian allá...

— ¿Entonces sabías que era él?

— Por supuesto, actúas bastante raro cuando estás cerca de este Christian. Tenía que ser él.

— Bueno, ahora me siento más tonta y avergonzada. Gracias Isaac.

— Para eso son los hermanos. Mejor dime, ¿vas a ir a Montesano con Papá y mamá?

— No lo sé, supongo que podría quedarme unos días y luego ir a disfrutar de mis vacaciones.

— No me digas – dice en un tonillo de burla.

— ¿Quieres que te ayude en la empresa, si o no?

— Eres una excelente hermana – se ríe – ¿me ayudas desinteresadamente? ¿Sin esperar a que cierto chico venga a buscarte? ¡Eres tan buena!

— Lo sé, soy genial, ahora largo que quiero dormir.

Mi hermano se ríe una vez más y sale cerrando mi puerta. Me dejo caer en mi cama dispuesta a dormir con tranquilidad después de tan excelentes noticias.

El problema ahora es la ansiedad y la incertidumbre. No he querido salir de la casa, recuperé mi móvil que seguía en el cajón junto al teclado de juguete y esperé.

Y esperé. Y esperé. Lunes, Martes, Miércoles y Jueves. Pasar todo el día en la oficina de Isaac hizo poco por distraerme, sin mencionar el tiempo que pasé mirando fijamente al ascensor.

— Banana, vámonos ya.

— ¿Ya es hora?

— Si – José hace una mueca de fastidio – ¿Mañana a qué hora nos vamos?

— ¿Cómo? – digo confundida.

— A Montesano... ¿Tus vacaciones? ¿Tus papás quieren verte? – dice como si yo fuera tonta.

— Oh si, mañana al medio día – suspiro – creo que es lo mejor.

José asiente y ambos nos despedimos de Marla. Son cerca de las 6 de la tarde, pero no es que tenga mucha prisa por llegar a casa.

Bajamos en el ascensor hasta el estacionamiento. Camino por delante de mi amigo, que viene comiendo un panecillo de chocolate.

— ¿No te cansas de comer?

— No estoy corriendo – frunce el ceño.

— Eres un idiota, José.

Antes de que lleguemos al auto, una sombra se mueve a nuestra derecha y canina directo a nosotros.

— ¡Niña estúpida! ¡Todo es tu culpa!

Elena Lincoln se dirige directo a mi, furiosa y señalándome. Me detengo cuando se interpone en mi camino, con José a mi espalda.

— Lo sabía, perra estúpida, ¡no pudiste alejarte de mi novio! ¡Te lo advertí!

— No me hable así, y para que lo sepa, ¡yo no lo busqué!

— ¿Ah si? ¿Y quieres que te crea? ¿Qué le prometiste? – arquea la ceja – ¿Te acostaste con él? ¿Te metiste con mi novio? ¡Zorra estúpida!

Levanta su mano y golpea con furia mi mejilla. Tan pronto como reacción, la empujo para que se aleje y se tambalea hacia atrás.

José se lanza sobre ella pero lo empujo para que retroceda. Esto es entre Elena y yo.

— ¡Christian es mío! ¡Nadie me lo va a  quitar! ¡Nadie! ¡Mucho menos tú que eres una cualquiera, él es mi prometido!

José me sujeta por los brazos para alejarme, pero es Elena la que comienza a retroceder. Rebusca entre la gabardina oscura que lleva sobre su impecable traje.

— ¡Yo no hice nada! ¡No me acosté con él y no tengo la culpa de que se haya negado a casarse con semejante loca!

— ¡Te vas a arrepentir! ¡Niña estúpida!

— ¡Pues quédatelo! Oh no... – me burlo – ¡Él no te quiere!

Un brillo metálico hace que mi corazón deje de latir. Sin siquiera pensarlo, Elena Lincoln empuña su revolver hacia mí y dispara.

Instintivamente me reclinó sobre José, que me sujeta más fuerte haciendo que ambos caigamos al suelo.

Desde donde estoy, puedo ver a Elena Lincoln corriendo hacia la salida del estacionamiento a toda velocidad. José gruñe algo a mi espalda.

Estoy en shock. Siento dolor en el pecho y en la espalda, pero no estoy segura de si es por el golpe o por el maldito disparo.

José se retuerce, así que me muevo para mirarlo de frente. Está sudando y sus gestos de dolor me sobresaltan, la mancha de sangre sobre su camiseta blanca es enorme. Pero ¿es sangre mía o de él?

Intento gritar para pedir ayuda, pero no hago más que gruñir por el dolor. Luego todo se desvanece como si estuviera soñando.

Cuando vuelvo a abrir los ojos, unos hombres con uniforme blanco me hablan pero estoy tan aturdida por el estruendo que no los escucho. Intento levantarme, pero estoy amarrada.

Al otro lado, Isaac está junto a mí y pasa su mano con ansiedad por mi cabello mientras me habla, pero de nuevo no lo escucho. ¿Y José? ¿Dónde está José?

Observo cómo si se tratara de una película cómo los paramédicos me bajan de la ambulancia y me llevan por un pasillo. O eso creo, porque solo distingo paredes blancas.

Mi brazo arde y duele, así que comienzo a gritar pero me inyectan algo en el otro brazo y me desvanesco al instante.

Cuando despierto, ya estoy en una habitación blanca con olor a desinfectante. ¡Oh, Dios!

— ¿José? ¿Dónde está José?

— Tranquila querida – una enfermera me habla – ¿Cómo te llamas? ¿Sabes en dónde estás?

— Me llamo Ana, y supongo que en un hospital. ¿José está bien?

— ¿José? ¿El chico que estaba contigo?

Asiento hacia ella, mientras termina de anotar algo en una carpeta junto a mi cama. Exhala antes de voltear para mirarme.

— ¿Rodríguez, cierto? Él aún está en cirugía. Si estás de acuerdo, voy a dejar pasar al chico en la sala que está volviendo locas a mis enfermeras. ¿Es tu hermano?

— Si, ese debe ser Isaac.

— Entonces me retiro, Ana. Si necesitas algo, pulsa aquel botón.

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Hola hola!

Cómo va todo? Rumbo al final de la historia!

Las leo!

Por Amor ❤️Where stories live. Discover now