1998

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Los risos dorados de su amigo a su lado se volvieron a mecer con el viendo, dejando que cada imperfección se borraste con las constantes ráfagas. La lluvia cayendo nuevamente en sus paraguas rotos por la fuerza del viendo, mojando sus cabellos y ropas.
Viendo como único escape un templo que se cruzaba en su camino a la escuela.

Sintió la pequeña mano del chico soltar el paraguas, dejándolo caer en el mojado piso solo para sostener la suya con fuerza. Entonces sus cabellos se volvieron a humedecer juntos a sus ropas solo usando sus pequeños estuches escolares para protegerse de las lluvias, incluso si el trayecto era corto él sentía a sentimientos vivos la mano tibia y un poco húmeda en la suya fria como toda una eternidad.

—No nos mojaremos aquí —Recuerda, él susurro, tambien recuerda como su cuerpo tembló del frío que estaba tomando. Estaban mojados de pies a cabezas.

Su cuerpo se arrimó más al suyo, sintiendo el poco calor volver a adueñarse de ellos de a poco.
JiMin subió sus manos a su pecho, sintió picar sus dedos en un fuerte deseo de abrazar al chico pálido a su lado. En cambio YoonGi leyó sus pensamientos, atrapando su delgado cuerpo en un abrazo amistoso, de esos en los que solo sientes que todo esta bien. Compartiendo el escaso calor de sus cuerpos mojados mutuamente. Sonriendole al pecho de YoonGi cuando este apoyo su barbilla en sus cabellos.

Su corazón bombeando a mil por segundo, sintiendo irse el alma del cuerpo cuando su barbilla fue elevada por los delgadas y fríos dedos, sus ojos se iluminaron con un brillo desconocido para el mayor. Vio toda una galaxia en los oscuros y esperanzados ojos de su menor, compartiendo más emociones de las que eran debidas. Pensó, mil y un veces cual era el verdadero significado de todo aquello. Si estaba siendo castigado o no, por querer besar los labios de un hombre en vez de los de uns mujer, si de verdad era un castigo o un regalo querer hacerlo.
Dios no había creado al hombre para estar con otro hombre, Incluso después de mucho tiempo seguía pensando lo mismo. Tal y como sus abuelos habían acusado hace años a sus padres, no quiendo llevar a cabo algo que él no conocía.

Ellos solo eran adolescentes dejándose llevar por un pecado desconocido y un mar de emociones color amanecer. Algo que de verdad era un regalo y no un castigo, aunque no lo supieran, aunque nadie se los diga, aunque ellos mismos no lo crean.

Sus labios se unieron, siendo el peor de los castigos aquello parecía verdaderamente el postre que faltaba al final de sus cenas. Tan dulce y prohibido, algo que de verdad querían volver a sentir. Una y otra, y otra vez. Porque aquel tiempo en que sus labios estaban unidos sintieron todas las emociones del otro, sintieron un calor desconocido pero al mismo tiempo conocido para todos.

Entonces los brazos del chico rubio viajaron por todo el pecho del castaños, llegado a su cuello. Divagando en miles de mares azules y amaneceres que nunca antes había sentido, sensaciones, galaxias y estrellas nuevas por conocer.

Doly

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