Capítulo 2: El Préstamo.

Comenzar desde el principio
                                    

—¿Qué haces aquí? —preguntó Jungkook en cuanto estuvo seguro que nadie podía escucharlos.

—No sabía que quien sería mi jefe es tu padre...

—Él no es tu jefe. —se apuró a decir, interrumpiéndolo.— Si vas a trabajar en esta hacienda, tu jefe soy yo.

Taehyung enmudeció ante la intensidad de sus palabras. Podía jurar que contenían un toque lujurioso, y no podía esperar otra cosa luego de aquella sesión de sexo fogoso e inolvidable. No solía ser el pasivo con cualquiera, pero esa vez Jungkook había sabido dominarlo como todo un experto, teniéndolo muerto de placer debajo suyo.

—Él me contrató para ser el nuevo domador. —posó su mirada en el corral, donde los vaqueros hacían hacer ejercicio a los caballos.— Se que tengo que ser realmente bueno para poder quedarme, pero confío en mis talentos, por eso estoy aquí. Necesito el trabajo. —regresó su vista sobre el azabache, notando que ahora posaba de brazos cruzados, analizándolo de arriba a abajo con total descaro.— ¿Siempre te ves así de intimidante? ¿O probablemente no esperabas volver a verme en la vida?

—Acá no puedo darme el lujo de ser flexible, esto está a mi cargo. Y no, realmente no esperaba verte de nuevo. —admitió.

—E imagino que no quieres que se sepa...

—Imaginas bien. —dio unos lentos pasos hacía Taehyung mientras observaba su alrededor, como queriendo asegurarse de que nadie estuviera viendo.— Así que mantén cerrada esa linda boquita que tienes. —susurró, lo suficientemente cerca como para que el castaño pudiera escucharlo a la perfección.

Taehyung relamió sus labios secos, sintiéndose repentinamente nervioso con su cercanía. Comenzaba a pensar que no era tan buena idea trabajar ahí si Jungkook estaría así de intenso siempre que se cruzaran. Pero necesitaba con urgencia ese dinero. Quizá podía aguantarlo un tiempo, al menos hasta que se aburriera de hacerse el coqueto.

Aunque no se quejaba.

—Lo hare. —asintió Taehyung. Nadie tenía porque enterarse, después de todo era su vida privada.

Jungkook esbozó una sonrisa de satisfacción en su rostro, con una pizca de alivio: —Eso me gusta. Y con el trabajo quiero ver que tan bueno eres.

—Te mostrare que soy bueno montando... de nuevo. —y le lanzó una mirada coqueta que Jungkook no pudo rechazar, escapándosele una risita mientras se fijaba que nadie les estuviera prestando atención.— Trae algún caballo que creas te demuestre lo bueno que soy en esto.

—El mío. —dijo de inmediato, entrando al establo. Taehyung lo siguió, llegando hasta donde estaba aquel caballo negro y enorme. Era una belleza. Parecía feroz y salvaje, muy parecido a su dueño, de hecho.— Se llama Lucifer.

—Que original.—no pudo evitar burlarse.

—Es mío y nadie más sube a él. —ignoró las risitas de su nuevo empleado.— Si eres tan bueno, a ver si puedes con él. —se alejó lo suficiente como para que Taehyung trabajara cómodo, y también donde pudiera mirar sin nadie estorbando.

Taehyung no tardó en poner a prueba sus conocimientos. Tantos años de vivir en el bosque con la comunidad gitana del pueblo y de domar caballos salvajes que encontraban tenia que servir de algo. Y efectivamente así era, pues luego de contacto visual y dejar que el caballo lo oliera, no tardó en poder acariciar su hocico, dejando su frente sobre la del animal un momento.

Los caballos no eran como cualquier otro animal. Requerían de muchos cuidados y era difícil ganarse la confianza de uno, o como mínimo su respeto para no verse como una amenaza.

Paraisos Prohibidos | KookTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora