Capítulo 3

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—Vine tan rápido como pude —Salto del sillón al ver entrar a Nicolás.

Me acerco rápidamente a él y le doy un abrazo echándome a llorar descontroladamente. Él me abraza más fuerte y siento como mi propio cuerpo se relaja ante esta muestra de afecto. Nicolás aparte de ser mi jefe ha sido mi amigo y confidente durante muchos años, siempre ha estado ahí para mí, estuvo conmigo hace cuatro años y lo está también ahora, para mí, para nosotras.

—Esto tiene que parar. —Me aparta suavemente de sus brazos y me mira atentamente—. No pueden seguir así, un día de estos ese cabron las va a matar.

Me separo de sus brazos y vuelvo a sentarme en el sofá.

Sé que tiene razón, me lo dijo la primera vez que le conté. Pero no es tan fácil. El hombre que nos ha estado haciendo esto es demasiado poderoso, demasiado importante como para ir a la policía. Y no solo eso, la primera vez que nos hizo esto nos advirtió que no le dijéramos a nadie, que si alguien se llegara a enterar mataría a toda nuestra familia y que nos iba a hacer mirar cuando lo hiciera, todo para aprender que no debemos desobedecerlo.

—Sé lo que estás pensando. —Levanto la cara—. Ya te dije que yo puedo protegerlas.

Se arrodilla frente a mí agarrándome las manos.

—Si él es poderoso e importante yo lo soy un millón de veces más —dice con la confianza que lo ha caracterizado desde hace años.

Por un momento me lo creo, pero sé que no es tan fácil.

—Me propusiste eso mismo hace cuatro años y te voy a decir lo mismo que te dije en ese tiempo. —Lo miro con seguridad, la que no tengo—. Sé que puedes protegernos, pero solo a Madison y a mí, no a nuestras familias, y él no piensa matarnos, nos lo dijo, pretende mantenernos vivas para su disfrute personal. Y aparte, no puedes proteger a mi familia. Podrías llevarte a la familia de Madison a algún lugar recóndito, una isla desierta o algo así, pero a la mía no, por alguna razón que todavía no te voy a decir, te pondría en peligro. Y si le digo a mi familia, sobre todo a mi madre, no me va a creer.

—¿Por qué no puedo saber la razón por la que tu familia corre el mayor peligro? Y no te puedo creer que tu mamá le vaya a creer más a alguien que no es nada de ella que a su propia hija.

Ignoro la pregunta y miro al suelo con amargura al recordar a mi madre.

—Como se nota que no conoces a mi madre. Ella nunca me quiso, no desde que vio que yo nunca iba a ser la niña perfecta que ella quería. Que nunca iba a ser la mujer llena de Botox, esposa de un multimillonario y que finge tener la vida perfecta ante la prensa solo para que su esposo no sea acribillado por esta. —Paro de hablar para calmar la rabia que me producen estos recuerdos—. Otros niños eran mas hijos de ella de lo que yo fui y seré jamás. Ahí tienes el caso de Damien. Él siempre fue perfecto y todo lo que deseaba mi madre. Lo sigue queriendo más que a mi.

Nos quedamos en silencio. Me recuesto en el sofá pensando en mi familia, si es que se le puede llamar así. Mi madre que siempre me reprochaba el ser diferente al resto de niñas hijas de familias acaudaladas. Mi tío que siempre decía estar de mi lado y lo único que hacía era que yo me rebelara contra mi madre, todo para que me castigaran; le encantaba que me enviaran al ático todo un día, se reía a través de la puerta y me decía que porqué le había seguido la corriente, que por qué no tenía carácter. Mi tía que era, o es, la típica vieja chismosa, y que siempre le contaba a mi mamá lo que yo hacía, por muy insignificante que fuera: haber comido una galleta sin permiso, entrar con los zapatos llenos de lodo y ensuciar el impecable pasillo que era nuestra casa, acariciar un perro que, según ella, estaba infectado con rabia.

En esa casa parecía que todos estaban en mi contra, cada uno contribuía a que mi vida fuera un infierno. Mi padre ¡oh! Mi padre querido, el único que hacia mis días un poco soportables, el único que parecía no maldecir mi existencia. En los días en que estaba triste y llorando sola en mi habitación, él llegaba con un tarro enorme de helado de vainilla con chispitas de colores y nos poníamos a comer juntos en mi habitación. Otros días cuando mi madre me regañaba frente a él, me alzaba en brazos sin mediar palabra y me sacaba de esa infernal mansión, me llevaba al zoológico, al parque o a cualquier lugar que me hiciera olvidar.

A pesar de todo lo que mi madre, mi tío y mi tía me hicieron sufrir durante doce años, no voy a dejar que les pase nada malo, no voy a permitir que el psicópata de Damien acabe con sus vidas y mucho menos con la de mi padre. Familia es familia, así me hayan hecho pasar una infancia horrible, y no van a lastimar a mi familia mientras yo esté en este mundo.

—Tiene que haber algo que podamos hacer.

La voz de Nicolás me devuelve al presente. Me levanto como un resorte del sofá. Demasiado sufrimiento por hoy. 

—No puedo involucrar a mi familia, la policía ni a ninguna persona. Madison y yo tenemos que resolver esto solas, sin involucrar a nadie. Tú eres el único que sabe lo que nos pasó porque confiamos en ti, pero necesitamos que nadie más se entere. Él tiene muchas influencias en todo el mundo y puede mandar a matar a una persona solo con chasquear los dedos.

Se sienta en la camilla y le aparta el cabello de la cara a Madison con gesto tierno.

—Al menos vénganse para mi casa. Allá estarán más seguras, les pondré protección las 24 horas del día, lo que sea necesario…

Estoy negando con la cabeza antes siquiera de que haya terminado.

—Estoy segura que él nos tiene vigiladas, si nos ve viviendo en tu casa y con guardaespaldas a todas horas va a sospechar y tarde o temprano se va enterar de que tú sabes.

Sabe que tengo razón porque se queda callado. Veo que reprime la rabia al verse atado de manos en esta situación, él que está tan acostumbrado a tener todo bajo control, se ve imposibilitado al no poder hacer nada.

—Tarde o temprano ese bastardo pagara por todo —dice con la mandíbula apretada.

Se levanta de la camilla y me mira, yo asiento con la cabeza aunque no esté tan de acuerdo. No creo que podamos salir tan fácilmente de esta.

—Necesitamos sacar a Madison de aquí. —Me coloco la chaqueta de la sudadera y me acerco hacia Madison.

—¿Por qué no la podemos dejar acá?

—Porque no confió en el doctor que la atendió. Cuando llegamos le pregunté que si no le iban a hacer exámenes de violación y me dijo que no, que no era necesario, que cuando ella se despertara ya nos contaría que fue lo que paso y que no sería necesario hacer exámenes.

Frunce el ceño y analiza lo que acabo de decir.

—¿Estás insinuando que el doctor es cómplice de ese psicópata?

Asiento.

—Raro no seria. Lo haría para no tener pruebas de violación, si le hacen esas pruebas a Madison va a salir a la luz que la violaron, vendría la policía, investigarían y…

No tengo necesidad de decir nada más porque Nicolás asiente diciendo que ha entendido.

—Bueno, pero ¿cómo la despertamos? Me dijiste que le dieron un sedante, ¿no?

Asiento despacio porque se me había olvidado ese detalle. Si ella no despierta no nos la van a dejar sacar de aquí.

—¿Hace cuánto le pusieron el sedante?

—Creo que ya una hora.

—¿Qué sedante le aplicaron?

—Creo que Diazepam —digo no muy segura.

—¡Joder! Eso dura de seis a ocho horas.

Se aplasta en el sofá agarrándose la cara. Yo me quedo de pie pensando en cómo sacarla de aquí, pero no hay modo, no la dejaran salir si no despierta.

—¿Qué hora es?

Mira su reloj Rolex.

—Las seis y media.

—Se lo inyectaron a las cinco de la madrugada, talvez antes.

Lo veo haciendo cuentas en su mente hasta que dice:

—Se despertara aproximadamente a las diez.

Gruño y empiezo a caminar de un lado a otro.

¿Por qué nos tuvo que pasar esto a nosotras? ¿Por qué tuvo que llegar precisamente a mi familia? Estoy a punto de que se me salten las lágrimas de nuevo cuando siento que la puerta se abre.

—¿Cómo ha estado esta bella señorita?

Es el doctor que antes se negó a hacerle las pruebas. Es blanco, casi pálido, con el cabello como el de una escobeta y regordete y bajito, tiene unas gafas de montura negra que están a punto de caérsele de la nariz, pero parece no importarle. A simple vista parece un hombre influenciable y no se me hace extraño que el hijo de puta lo haya sobornado para hacerse de la vista gorda.

—No se ha despertado —digo bruscamente.

El doctor asiente. Se acerca a ella y le hace una pequeña revisión de los signos vitales. Cuando lo veo tocarle el pecho con el aparato ese casi salto para que le quite sus sucias manos de encima, pero Nicolás se me adelanta agarrándome la cintura y dándome un pequeño apretón reconfortante.

—Todos sus signos vitales están perfectamente. Cuando el efecto del sedante haya desaparecido se la pueden llevar.

—¿No podemos hacerlo ya?

Vuelvo a hablar bruscamente y tal parece que eso logra alterarlo ya que queda bloqueado unos segundos. Estoy a punto de volver a preguntarle cuando dice:

—Lo siento señorita, tenemos que asegurarnos de que su salud está perfecta y cuando despierte tengo que revisarla de nuevo, solo así se la podrán llevar.

No digo nada más. Se instala un silencio incomodo en que el doctor se queda observándonos. Por fin aparta la mirada y se marcha sin mediar palabra.

—No confió en él.

—Lo sé, yo tampoco.

Me volteo para quedar frente a él. Como es tan alto quedo a la altura de su pecho, apoyo la cara en él y aspiro su exquisito olor, un olor que siempre me hace recordar a la fuerza y confianza que necesito tener para superar esto. Nicolás me acoge en sus brazos y nos quedamos ahí un largo tiempo.

—Vamos a salir de esto, ya lo veras.

—Vamos me suena a batallón. —Me rio sin ganas aun escondida en su pecho—. Tú no tienes nada que ver con esto. Es mas no tendrías que estar acá, arriesgándote.

El sube y baja de su pecho me reconforta más que las otras veces y estoy a punto de quedarme dormida cuando escucho que habla.

—No te voy a abandonar, no las voy a abandonar. Las voy a ayudar a salir de esto, te lo prometo. Ese hijo de puta tiene que pagar por lo que les ha hecho, y créeme que si tú me hubieras dicho donde vive ya hubiera ido a matarlo.

Es cierto, nunca he querido decirle donde vive, tampoco le he dicho el apellido, ni donde trabaja, nada que le permita encontrarlo. Sé que si llegara a saber quién es Damien no dudaría en ir él y matarlo con sus propias manos. Pero no me puedo arriesgar a que Damien se adelante y lo mate a él. No lo soportaría. Llego a perder a Nicolás y no creo que pueda superarlo, yo moriría con él.

—Gracias Nicolás, por todo lo que has hecho por mí, por estar conmigo en las buenas y en las malas, sobre todo en las malas.

Saco la cabeza de su pecho cuando siento que me quedo sin aire. Me encuentro con sus ojos verde intenso, son tan hermosos. Su cabello rubio con pequeños destellos está alborotado como siempre, un poco largo, todo esto le da un aspecto jodidamente sexy, ya sé porque todas las mujeres, y algunos hombres se mueren por él. Es increíblemente atractivo.

—No me agradezcas, siempre hemos estado el uno para el otro y eso nunca va a cambiar, ¿lo sabes, verdad?

Asiento con la primera sonrisa auténtica en todo esta noche.

—Yo me tengo que ir, tengo una reunión en Boston. No vayas a trabajar hoy. —No es una petición, sino una orden, típico de él—. Voy a decirle a Silvia que te cubra, el tiempo que tú quieras.

—Solo será necesario por hoy, gracias.

—De nada ¿Tú te vas a quedar?

Asiento.

Me analiza de pies a cabeza, yo frunzo el ceño por la inspección inesperada.

—Vas a ir a tu casa, te vas a bañar, peinar y ponerte algo más presentable.

Pongo los ojos en blanco, vamos de nuevo con las órdenes.

—Oye, tampoco es que esté tan mal —miento.

Sé que dice la verdad, salí pitando de mi casa, me puse lo primero que encontré y ni siquiera fui capaz de peinarme. No lo había pensado antes pero debo parecer una loca, y si me vendría bien una ducha.

—¿Tú te quedarías con ella?

Frunze la boca y niega con la cabeza.

—Tengo que irme ya para llegar a tiempo a la reunión, sabes que es con Stan y a ese no le gusta esperar. Además tengo que ducharme y cambiarme.

Es cierto, no va a ir a una reunión de negocios con camisa y vaqueros.

—¿Entonces? No la puedo dejar sola.

Ambos nos quedamos callados pensando en una solución.

—Podemos llamar a Luis, que se quede en la puerta vigilando que nadie entre, igual no creo que te demores mucho, ¿no?

Nicolás conoce a Luis, su encargado de seguridad y el que encontró la ubicación de Madison, desde hace bastantes años, así que acepto a que él la cuide mientras yo voy a casa a ponerme “presentable”

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