Capítulo III

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Me dirigía hacia el aula de clases, mi mente estaba en una sola cosa – Un placer conocerte Anne “amante de la lectura” White- sus palabras rondaban en mi cabeza, daban vueltas constantemente. Sí que era un patán, su mirada y su sonrisa delataban lo patán y creído que era Adam.

Una voz me saco de mis pensamientos cuando entré al salón –Creo que nos veremos más seguido Señorita White – Se rio- Era Adam sentado justo alado de mi puesto.

-Oh, ya lo veo Señor Patán Stone – Rodé los ojos y me reí. 

Me senté en mi puesto que por su puesto era justo alado de él. Tome mi bolso y saqué el libro que él había dejado en la biblioteca. Sentí su mirada sobre mí, lo miré y ya no tenía esa sonrisa y esa mirada brillante. Ahora era el chico que vi aquel día en el parque, el chico de la mirada perdida, oscura como la noche; miro el libro y volvió su mirada a mi

¿De dónde haz sacado eso? – Preguntó el con una voz fría y dura

Lo habías dejado en la biblioteca –Respondí, extendí mi mano para entregarle el libro, él lo tomo y lo miro unos segundos.

¿No lo has leído verdad? –Pregunto con un poco de temor y rabia en su voz

No, no lo he leído, solo lo abrí para ver que era y noté que era un libro de tus canciones, pero no lo revisé. –Estaba un poco confundida con su reacción.

Su mirada cambio nuevamente, volvió esa mirada brillante y su expresión cambió radicalmente –Me alegro de que no lo hayas abierto, no quería que vieras las fotos de todas las chicas que he matado – Rio y me miro

Tu secreto habría estado seguro en mí –Reí con él; puso una expresión seria y dijo –No creo que hubieses soportado tanto.

No entendí su respuesta, pero tampoco quise seguir el tema.

El profesor entró al aula y comenzó a dar la clase. En mi mente permanecía esa mirada triste y oscura, vivaz y brillante.

Al terminar la clase, mientras todos salíamos del aula, él se me acerco, y caminamos juntos hasta el pasillo principal… Ambos íbamos en silencio, no entendía.

¿Y eres nuevo en la ciudad Adam? –Pregunté

No, solo me fui de viaje algunos años y he vuelto a casa de mi madre. – Respondió de manera fría. –Bueno Anne White, fue un placer para ti haber caminado junto a mí hasta la entrada de la universidad, me miro y me dio una sonrisa.

Le seguí con la mirada hasta el estacionamiento de la universidad, se montó en su Mustang del 67 color gris plomo, lo encendió, me dio una mirada y un adiós con la mano y se marchó. 

Sin duda alguna era el chico más raro que habría conocido en mi vida, alguien lleno de secretos y tristeza. Alguien que quería conocer más.

Una voz femenina me saco de mis pensamientos -¿Eres amiga de Adam Stone y no me lo habías dicho Ann? –Dijo con voz chillona. Era mi mejor amiga, mi amiga de la infancia.

No soy amiga de Adam Stone, Samantha –Le rodé los ojos.

Si no eres amiga de él ¿Qué hacías hablando con él, y porque no me habías dicho que lo conocías? –De verdad que Sam estaba muy alterada.

Solo es un chico cualquiera que acabo de conocer, que está en mi clase de historia y le entregué algo que había dejado en la biblioteca –Le respondí de manera seca –Además no sé por qué tanto alboroto con ese tal “Adam Stone” –Rodé los ojos y comencé a caminar.

Sam comenzó a caminar a mi lado –Anne, Adam es uno de los chicos más deseados de la universidad, el más guapo y misterioso, todas las chica babean por él.

La miré –No me incluyas en “todas las chicas babean por él”

Ella me dio su hermosa sonrisa de oreja a oreja –Entonces… ¿Supongo que me lo puedes presentar? –Me reí y le respondí –No tengo problema por ello, pero te recuerdo que él y yo no somos amigos.

Ella me abrazo y sonrió –Eres la mejor amiga del planeta Ann.

Samantha, mi mejor amiga, chica alta, delgada, buen cuerpo, cintura pequeña, blanca, cabello castaño claro y ojos color miel… Una de las chicas más hermosas de la universidad, más de un chico babeaba por ella.

En cambio yo, estatura media, contextura normal, blanca, cabello castaño, ojos color café, la chica normal de la universidad, que se la pasaba leyendo y escuchando música, bailarina de ballet en su infancia… Creo que era la chica más normal y común de la universidad.

Llegué a casa, abrí la puerta –Que bueno que llegaste a casa cariño, he preparado brownies –Caminé hasta la cocina, le di un beso a mi mamá –Estaré en mi cuarto, en un rato bajo.

Camine hasta la oficina de mi papá, toqué la puerta, y una voz ronca tras de ella respondió –Pase –Pase, caminé alado del escritorio le di un beso en la frente – ¿Cómo has estado cariño? –Me pregunto mi padre con su voz ronca. –Estoy bien papá, iré a mi cuarto. Bajo para la cena.

Salí rápidamente de su oficina y cerré la puerta. Subí a mi cuarto, cerré la puerta con seguro y me acosté mirando el techo.

Como odiaba estar en casa, entre tanta mentira y falsedad.

El sueño se fue adueñando de mí, mis parpados se hicieron pesados, hasta que finalmente caí en un sueño profundo. 

Melodías del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora